Entre la esperanza y el miedo

Editorial Editorial Publicado el
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Desde el punto de vista democrático ayer fue un día histórico en México. La participación. El civismo demostrado en la mayoría del país y el vuelco que se ha producido ha sorprendido sobre todo a los que se negaban a entender que el mundo ha cambiado, que México ha cambiado doblemente y que da al amanecer del día de hoy el panorama de un país con las posibilidades de ser distinto.

El mandato democrático que ha recibido López Obrador y su movimiento es rotundo y definitivo. Con él puede aprovechar la oportunidad y construir un nuevo régimen, o bien desaprovecharla e intentar por sectarismos excluyentes hacer que partes parciales de su programa impidan lo que de verdad es la tarea a partir de hoy: construir el nuevo México.

Siempre le agradecimos los deseos de concordia y tender la mano a todos los representantes de México.

Pero hay que ser conscientes de que la esperanza la motivan todos aquellos que creen que con la enorme participación y la enorme fuerza se puede construir un país, el nuevo país. Y el miedo viene de todos aquellos que piensan, ya no, que México puede convertirse en Venezuela porque López Obrador es Chávez, cosa que siempre fue un slogan político sin ningún sentido real.

Morena y López Obrador han conseguido una victoria democrática incuestionable. Tienen el derecho y la obligación de cumplir su programa. Frente a eso tenemos la inmensa suerte de que más allá de un decálogo de buenas intenciones y de una nueva página en la historia con su programa de gobierno 2018 no existen compromisos que los obliguen a crear una situación de enfrentamiento o de exclusión para nadie.

Es la hora de la generosidad. Es la hora de la integración. Es la hora de acabar con las causas y no solamente con los síntomas de los problemas tan graves que aquejan a México

Sin duda alguna no habrá paz sin justicia. Nunca habrá estabilidad sin justicia social. Gran parte de todos los errores por los que estamos pasando están fundamentados en la ausencia de causa. Están fundamentados en la incapacidad del Estado y de las fuerzas gobernantes para comprender que era su obligación construir un México en el que todo mundo tuviera un lugar y una esperanza.

El miedo es legítimo, solo que hay que preguntarse ¿miedo a qué?

Si uno viviera en Estados Unidos tendría muchas razones, pese a esos casi 300 años de tradición institucional, para en este momento de la vida de aquel país con Donald Trump en la presidencia sentir miedo de qué va a pasar. Pero al final del día como dijo el gran presidente constructor del siglo XX, Franklin D. Roosevelt, “solo hay que tener miedo al miedo”.

Hoy es un día en el que la esperanza debe de vencer al miedo y la primera obligación del ya presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, es quitar los miedos que se han generado en torno a su llegada al poder, y nuestra obligación como medio de comunicación es vigilar la transición y estar atentos a pedir el cumplimiento de un programa de integración y no un programa de separación.

Esta historia tan rotunda también arroja un panorama de posibilidades de desarticulación social al que no deben de ser ajenos los nuevos gobernantes.

El país tiene y amanece hoy con una gravísima crisis de los partidos que lo han gobernado por casi 90 años.

El país amanece -y es el momento de aclararlo, olvidarlo e integrarlo- con una batalla entre los empresarios y el ganador de las elecciones sin precedentes.

El país en definitiva amanece con mucha gente a la que sin duda alguna, y a partir de este momento, hay que empezar a cauterizarle las heridas de la campaña electoral, lo mismo que es menester reconocer la altura de miras que tuvieron los tres candidatos derrotados en la elección del día de ayer al salir y aceptar inmediatamente la victoria, así como las preparaciones para que el proceso de transición sea eficiente, sea rápido y sea no solo legal, sino moralmente lo mejor para el país a cargo del gobierno saliente y para el gobierno entrante.

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