Fela Kuti enfrentó el sistema sin ningún miedo, y las ideas que transmitió con sus letras revolcaron la psique y despertaron temor entre los políticos nigerianos. Foto: Wikimedia Commons

Entre la afinidad y el fanatismo político

Fela Kuti es un referente de resistencia civil en forma artística y de gran poder comunicacional para sus seguidores, y sobre todo para sus detractores

Es enternecedor cómo se abalanzan de fuera, pero sobre todo los de dentro del sistema: regidores, diputados y servidores se colocan desde alfombras rojas hasta los más sencillos como tapetes –da igual, los colores son solo eso.

El fanatismo por las figuras públicas es tan antiguo como el debate mismo: desde los anfiteatros, calles, atrios y ágoras surgían los rockstars de la vida social, seduciendo mentes, provocando catarsis, malestar estomacal y lanzando verborreas con poca diestra y mucha siniestra –y el rollo es tener ritmo, elocuencia, progresión y conocimiento de causa. Líderes de la buena ha habido pocos, distribuidos en lapsos de este bucle llamado tiempo. Y muchos han estado adelantados a su época, o tardíos de la que les tocó vivir.

Estos han trascendido a pesar de las circunstancias desfavorables en su mayoría y la loquera que pueden provocar en sus seguidores puede ser la gran revolución que necesita el pueblo. Fela Kuti estuvo cerca, pero al menos es un referente más de resistencia civil en forma artística y de gran poder comunicacional para sus seguidores, afines y sobre todos sus detractores –política en su esplendor.

Cada que llega ese memazo, de la madre orgullosa que presume que su hijo está muy metido en la política -porque es válido iniciarse desde pegar stickers, volantear, hacerle de botarga, ondear banderas y montar intermitentemente publicidades sobre puentes peatonales y avenidas. Este es un maratón de resistencia, que lamentablemente se disuelve ante la meritocracia, que en escasas ocasiones es justa, a razón del esfuerzo de miles de jóvenes hambrientos de cambios radicales, preparatorianos y universitarios con una energía que se disuelve con la carente visibilidad del reconocimiento de los terminan sentándose en la curul o en la posición dentro de cualquier nivel de gobierno.

Porque entre las variadas formas de acceso a estos empleos, destacan las dos mencionadas. Pero también están los que aportan talento, otros con sustento y muchos por el simple hecho de existir desde el comienzo.

Los clanes se agrupan en combos o estirpes sociales y hasta de alma mater, creyentes y arribistas, los que hacen y los que deshacen.

Con estas reflexiones surgen estas incógnitas de respuestas obvias: ¿A quién les sirve? ¿Qué te dan? ¿Qué les das? ¿Es una entrega justa y humana? ¿Acaso hay algo más que el tiempo, experiencia, amistad, empatía, talento y necesidad?

La lógica de cada uno es distinta, por lo que podríamos continuar por horas y horas preguntándonos -y justamente eso es lo fascinante de ser espectador.

Diversos textos de buena y acertada onda metodológica, han demostrado que la militancia partidista obedece a la apuesta y retribución de incentivos materiales, esperanzas laborales, como el famoso hueso y en menor medida, a incentivos ideológicos -sí, mera conveniencia humana.

También están los que muestran que los partides tienen poco interés en su militancia porque su principal financiamiento es público a través de las famosas prerrogativas y en el acceso a tiempos oficiales para pautas en medios de comunicación tradicionales. Así mismo se ha advertido que el tamaño de los partidos ha afectado su eficiencia organizacional y su capacidad de ofrecer incentivos a todos los afiliados.

Entonces: ¿Que nos da por seguir una corriente ideológica? ¿Sus estatutos? ¿Poder? ¿Trabajo? O la momentánea satisfacción por ser factor de cambio.

Y al final, las expectativas y la esperanza continuarán firmes por tres, seis, nueve años -qué más da; los políticos triunfantes se olvidan lentamente de la militancia y simpatizantes, que cuando se les mueven las posibilidades partidistas hasta se atreven a brincar a otra supuesta ideología que le permita ampliar sus ambiciones personales por encima de las colectivas; tendencia cínica y recurrente de la clase política actual, que aumentando su poder a su vez disminuye la memoria y lealtad de los que lo han acompañado.

Alejarse de sus partidos cuando están en crisis como cuando padecen retrocesos electorales, cuando los descartan de los cargos y candidaturas -aquí y en el mundo se les llama cobardes y traicioneros. La paciencia y la congruencia son virtudes políticas en extinción. Por lo tanto, quienes las tengan, invariablemente tendrán más posibilidades de ser descartados del fanatismo político.

El político, activista y artista Fela Kuti enfrentó el sistema sin ningún miedo, las ideas que transmitió con sus letras revolcaron la psique y despertaron temor entre los políticos de aquella capital nigeriana; a pesar de todos los procesos jurídicos abiertos y arrestos en su contra. Nunca desertó de la lucha contra el mal gobierno, no vaciló en pedir perdón, ni retractarse, en traspasar la frontera entre el arte y el activismo político y lo sigue haciendo, solo date este energizante lapso y replantéate tu fanatismo por la mejor causa que tengas.

Este es un documental que muestra la onda de este activista y líder político de la África contemporánea: “Music is the weapon of the future” con grabaciones de la época dorada y estrenado en el año 1998.

 

Instagram: @arturo_fernandez____
Correo: [email protected]

 

Te puede interesar