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El Piojiciento

Desde pequeño se ganó el mote de “el piojo”, por su abultada y rubia cabellera, blanca piel y corta estatura. Aquel niño tuvo una infancia sin lujos pero feliz. Su inseparable compañero: un balón de futbol.

Los piojos no son muy populares así que Miguel creció en la adversidad. Lo intentaban humillar, aplastar, rascar y quitarle el balón, pero nunca se dejó, pues desde muy joven mostró un carácter fuerte y decidido. De hecho, se sabía que nunca se “rajaba” para los trancazos. 

Desde pequeño se ganó el mote de “el piojo”, por su abultada y rubia cabellera, blanca piel y corta estatura. Aquel niño tuvo una infancia sin lujos pero feliz. Su inseparable compañero: un balón de futbol.

Los piojos no son muy populares así que Miguel creció en la adversidad. Lo intentaban humillar, aplastar, rascar y quitarle el balón, pero nunca se dejó, pues desde muy joven mostró un carácter fuerte y decidido. De hecho, se sabía que nunca se “rajaba” para los trancazos. 

Además tenía dos hadas madrinas, su abuela y su madre, ambas le repetían incansablemente: “Mientras haya vida y haya sueños, nada está perdido”. 

Esas palabras le ayudaron para iniciar su carrera profesional como jugador en la segunda división de México en 1985, para el equipo Coyotes Neza. Ese mismo año consiguió el campeonato jugando como delantero.

Llegó a ser parte de la selección nacional juvenil. Algunos de los torneos importantes que enfrentó fueron el torneo Esperanzas de Toulon y el premundial de 1987.

El 22 de mayo de 1988 debutó como jugador de Primera División en el encuentro entre Tecos y Atlas. Además de los tecolotes, jugó con Santos, Atlante, Querétaro y Toros Neza.

Con la Selección Mexicana fue subcampeón de la Copa América Ecuador 1993, en el mundial de Estados Unidos ´94 no fue convocado, su carácter fue determinante para que “el piojo” fuera castigado y “congelado” por el Dr. Mejía Barón.

Uno de los momentos memorables del Piojiciento fue la bronca en la que participó durante un partido amistoso entre Toros Neza y la Selección de Jamaica. Otro inolvidable es la bofetada que le dio un seleccionado hondureño en una de las tantas batallas que la Selección Nacional ha librado contra la onceava catracha.

Aunque como jugador fue notable, su verdadero sueño se hizo realidad cuando, el 17 de febrero de 2002 en el partido León vs. Atlante, debutó como director técnico y aunque los Potros de Hierro perdieron, el Piojiciento ya estaba en el camino que anheló desde que era una larva.

Fue timonel de los rayados de Monterrey, los Tiburones Rojos de Veracruz, Tecos UAG y Atlante. Pero lo mejor estaba por venir, pues hace menos de un año, un príncipe azul llamado Ricardo Peláez le probó la zapatilla de director técnico de las Águilas del América, un influyente equipo de futbol, propiedad del rey Emilio. 

Dirigiendo al nido de Coapa obtuvo su primer campeonato de liga en el torneo Clausura 2013 en un encuentro de alarido en contra de los cementeros de Cruz Azul, que se decidió en penales y que casi deja infartado al Piojiciento.

La calabaza se convirtió en carroza cuando hace unos días, los virreyes de la Federación Mexicana de Futbol dieron a conocer que el Piojiciento sería el nuevo director técnico de la Selección Nacional. 

Aventura más difícil no pudo encontrar Miguel, pues solo tiene dos partidos para lograr que el equipo azteca califique al Mundial de Brasil 2014, para que reyes, virreyes, condes y demás, puedan obtener las ganancias que esperan.

En esta historia aún no se escribe el final. Hoy sabremos la mitad del desenlace. Esperemos que el Piojiciento demuestre de qué está hecho y no olvide las palabras de sus hadas madrinas: “Mientras haya vida y haya sueños, nada está perdido”.