En el siglo XVIII aparece el concepto de Patrón Oro. Un siglo después se aplica a la emisión de billetes. Foto: Especial

El dinero

“Poderoso caballero es don dinero” escribía el celebérrimo poeta español Francisco de Quevedo y Villegas hace cuatro siglos. Esta frase tiene un sentido muy actual aunque, de acuerdo a la sabiduría popular de nuestro folclórico pueblo, también podemos decir que “con dinero baila el perro…”. Hace algunos años un cliente me enseñó que si bien […]

“Poderoso caballero es don dinero” escribía el celebérrimo poeta español Francisco de Quevedo y Villegas hace cuatro siglos. Esta frase tiene un sentido muy actual aunque, de acuerdo a la sabiduría popular de nuestro folclórico pueblo, también podemos decir que “con dinero baila el perro…”. Hace algunos años un cliente me enseñó que si bien el dinero no es la vida, sin dinero no hay comida, lo que es total y absolutamente cierto. Pero ¿qué es el dinero?

Cuando aparecen los seres humanos como los conocemos hoy, hace unos trece mil años, eran totalmente nómadas; se iban alimentando de lo que encontraban a su paso, plantas o animales, por lo que no se veían en la necesidad de almacenar, además de que eso hubiera dificultado su traslado. Al empezar a surgir los primeros grupos sedentarios fue que se hizo necesario el guardar parte de los productos que tenían, tanto para consumirlos después como para intercambiarlo a por mercancías de algunas otras tribus. Así nació el famoso trueque que no era otra cosa que un rudimentario sistema de pagos.

El problema que se presentaba era darle el justo valor a lo que se cambiaba, principalmente las semillas, hasta que se llegó a la explotación de los metales con los que se acuñarían las primeras monedas, generando así una medida de igualdad y de aceptación generalizada que no limitaba dichos intercambios. Éste es el origen del concepto de dinero, palabra que deriva del latín denarius que era la moneda de los romanos tres siglos antes de la era cristiana.

En el siglo XVIII aparece el concepto de Patrón Oro. Un siglo después se aplica a la emisión de billetes, pues al ser simples papeles requerían contar con un respaldo. Es entonces que nace una sencilla regla: se pueden imprimir todos los billetes que se quiera siempre y cuando se tenga su valor nominal equivalente en oro. En otras palabras, debía de existir la garantía de que los bancos pagaran en el dorado metal la denominación de dichos billetes (de diez, de cincuenta, de cien y las que hubiera). Poniendo un ejemplo tenemos que si se imprimían billetes con un valor total de mil millones de pesos significaba que se tenía esa misma cantidad en reservas de oro.

Evidentemente esto limitaba el que echaran a andar la maquinita de dinero, sin embargo eso es la teoría, pues en la práctica se han dado decenas de casos en que los gobiernos hacen billetes como si fueran palomitas de maíz, provocando grandes crisis económicas.

Después platicaremos de lo que rige hoy en lugar de este patrón oro.

Para concluir nuestro tema te quiero decir que lo más importante de la esencia humana no se intercambia con dinero. Las cosas más simples y valiosas de la vida son totalmente gratis.

“No es más rico el que gana más, sino el que sabe gastar”.

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