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Los desmadres de Padrés

En febrero de 2013, Reporte Indigo lo documentó y anticipó; la figura de Guillermo Padrés Elías se derretía ante el descontento generalizado de los sonorenses, las acusaciones de corrupción y nepotismo rondaban por su administración como si fueran fantasmas que acechan al mayor de los perturbados por la noche.

 

En febrero de 2013, Reporte Indigo lo documentó y anticipó; la figura de Guillermo Padrés Elías se derretía ante el descontento generalizado de los sonorenses, las acusaciones de corrupción y nepotismo rondaban por su administración como si fueran fantasmas que acechan al mayor de los perturbados por la noche.

 

Y es que la arrogancia, la soberbia y el egocentrismo son tres elementos que en política terminan por ser más que costosos.

 

No hay que ser un criminal para ser arrogante, pero si un arrogante para ser un criminal. Y es que, creer que las reglas del juego no aplican para uno mismo es uno de los pensamientos con mayor contenido suicida de la humanidad.

 

Habrá quien las desafíe, y eso se vale, en el sentido experimental. Houdini lo hizo de tal manera que le costó la vida. Y así existen innumerables casos en los que se muestra que en el momento en el que la arrogancia predomina se pierde el sentido de lo común.

 

Napoleón Bonaparte tenía que ganar Waterloo, así se lo escribió a Josefina en 1815, sabiendo que tácticamente hablando era improbable. Y sin embargo, perdió. 

 

De ahí que las guerras que se pierden son las que se tienen que ganar.

 

Pero llevar las reglas a una dimensión de lo desconocido ha probado una y otra vez que nuestra mera existencia está marcada por algo más que por la suerte. Así como estoy convencido que Donald Trump en realidad nunca creyó en que sería presidente de Estados Unidos, la figura más redonda de la corrupción política, Javier Duarte, nunca pensó en que sus acciones tuvieran semejantes consecuencias.

 

Por su parte, Guillermo Padrés llegó a la gubernatura de Sonora con tanta seguridad, con tal retórica que suponía la cura a todos los males de su predecesor, Eduardo Bours, que se le hizo fácil.

 

Después se la creyó, luego desconoció y finalmente el sentimiento de megalómano se adentró en lo más profundo de su racionalismo que lo llevó a cometer cuanta acrobacia pudo pensar.

 

Padrés hoy duerme en el Reclusorio Sur. Duarte se escabulle, pero no por mucho tiempo más. No obstante, uno no basta; dos, tampoco. Y lo que ahora se avecina es el dominio de la complicidad.

 

Y no hablo de los funcionarios estatales, si no de los compañeros gobernadores, de los compadres, padrinos y contratistas en común. Hoy, ningún exgobernador está a salvo. 

 

Leí a un columnista que dijo “aguas con lo que cante Padrés”, en lo personal no creo que cante, sino que se provoque el vomito para salvarse el pellejo. Pero ahí es donde está el detalle. Lo que salpique, no solamente será para sus correligionarios y amigos de la infancia, sino a personajes de todo el espectro político. Lo mismo con Duarte, aunque, si uno lo piensa mejor, perderse el mayor tiempo posible bien le podría salvar algo más que los años de cárcel.

 

Parece ser que de pronto la sociedad se ha dado cuenta que la hoguera política de nuestro 

tiempo alumbró a todos. Los galantes gobernadores que han iniciado y aquellos que recién han salido bien deberían haber aprendido que esto no se acaba hasta que se acaba, y a veces cuando se acaba apenas empieza.

 

Quintana Roo, Chihuahua y Oaxaca, entre otros más, tienen un tufo a podrido. Mientras tanto cero y van uno y medio. Pero, ojo, no sólo los electos popularmente están en la lista, otros más están en el top de ésta.