A pesar de que los cines llevan tres semanas abiertos, la gente sigue sin asistir por miedo.

Celuloide: En cámara lenta…

¿En qué semáforo vamos? ¿Alguien sabe? O mejor dicho, ¿a alguien le importa realmente? Pues pareciera que el color naranja es insignificante no sólo para los ciudadanos, sino para el mismo gobierno capitalino, ya que las hordas de gente son notorias en cualquier parte de la capital mexicana. Pero todo se justifica diciendo que hemos […]

¿En qué semáforo vamos? ¿Alguien sabe? O mejor dicho, ¿a alguien le importa realmente? Pues pareciera que el color naranja es insignificante no sólo para los ciudadanos, sino para el mismo gobierno capitalino, ya que las hordas de gente son notorias en cualquier parte de la capital mexicana.

Pero todo se justifica diciendo que hemos llegado a la meseta del COVID-19, a la inamovible incertidumbre, estamos en el altiplano de la ignorancia, de la opacidad en torno a la tempestad de esta enfermedad.

Ya se cumplen tres semanas de las reaperturas de cines, al menos en la Ciudad de México, pero el panorama es desesperanzador tanto para grandes como pequeños exhibidores, las salas lucen casi vacías y en ocasiones solo dos personas son quienes asisten a lo que es prácticamente una función privada.

Es claro el pánico alrededor del halo de los cines, hay un miedo infundado de regresar a salas, pero esto es completamente irracional, estos espacios sí cumplen con las medidas higiénicas necesarias, pero otro cantar hay alrededor de ellos; por ejemplo, en un recorrido por Cineteca Nacional el fin de semana antepasado se observó que en el restaurante La Chicha lucía a su máxima capacidad, sin respetar el aforo limitado.

Y respecto a la falta de mantenimiento previamente señalado a Cinépolis, hicieron una “manita de gato” improvisada. No creas que no me di cuenta, Ramón Ramírez Guzmán, director de Relaciones Públicas de esta marca, que en la función especial para medios de Tenet, de Christopher Nolan, “arreglaron” el desperfecto de su pantalla, solamente recorrieron una cortinilla para esconderlo, en verdad, da pena ajena.

Pero la verdadera tristeza está en quienes tienen que cerrar definitivamente sus negocios fílmicos, ya que el futuro es gris y casi negro para todos los que se dedican de manera independiente a la exhibición, e incluso a gran escala.

Fandango, compañía que se dedica a la venta de boletos en línea, y que existe desde el año 2000 en Estados Unidos, cerró sus operaciones definitivamente en Latinoamérica a inicios de agosto, y además se rumora que Cinemanía Loreto, complejo de cuatro salas alternativas en la CDMX, se ha declarado en quiebra y ha comenzado a indemnizar a su personal, pero de manera discreta.

Este medio editorial buscó hace semanas a esta exhibidora, tanto por medio de su departamento de Relaciones Públicas como en contacto directo, pero nadie ha dado razón de sus actividades actuales.

¿Y quién sigue ganando en todo este presente? Pues claro, los autocinemas, que siguen siendo minimizados por CANACINE y Cinépolis, pero Cinemex claramente está haciendo mancuerna con la Arena CDMX; además hay más por venir, como los de Grupo Rentable y los ya existentes que muestran estacionamientos llenos. El tiempo le dará la razón sobre qué resulta redituable fílmicamente hablando en esta pandemia.

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