Calladito te ves más bonito

Decir “no se lo digas a nadie” es igual que cuando nos dicen "No pienses en un pastel de chocolate", lo primero que se nos viene a la mente es esa imagen. 

Cuando tenemos una información en nuestro poder que sabemos que es especial y que no se puede sacar a la luz, la archivamos en un lugar del cerebro al que se accede con mucha facilidad. 

No podemos evitar la tentación de pensar en eso y podemos acabar por revelarlo, justamente porque nos dijeron que era importantísimo no hacerlo.

Annette Manautou Annette Manautou Publicado el
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Decir “no se lo digas a nadie” es igual que cuando nos dicen “No pienses en un pastel de chocolate”, lo primero que se nos viene a la mente es esa imagen. 

Cuando tenemos una información en nuestro poder que sabemos que es especial y que no se puede sacar a la luz, la archivamos en un lugar del cerebro al que se accede con mucha facilidad. 

No podemos evitar la tentación de pensar en eso y podemos acabar por revelarlo, justamente porque nos dijeron que era importantísimo no hacerlo.

Esa dificultad para guardar secretos viene porque tener datos confidenciales nos da una sensación muy placentera, tiene que ver con el hecho de sentirnos importantes por tener información privilegiada. 

El tener información que solo tú conoces, te pone en una situación preferente en la sociedad, porque creemos que saber nos da poder. Pero ¿Te has puesto a pensar cuánto te dura la emoción o el gusto de contar un buen chisme? 

No creo que pase de algunos minutos, en lo que lo cuentas y se comenta el punto, pero la culpa luego de haber traicionado la confianza de quien confió en ti, te puede durar mucho tiempo más. Eso sin contar el daño que puedes provocar a los involucrados o la desgracia de perder una amistad. 

Es importante reconocer que una vez regado el chisme no hay modo de dar marcha atrás. Es como si tiraras el agua de una cubeta y luego intentaras luego recoger hasta la última gota, es imposible. 

Muchas veces no somos conscientes del daño que hacemos hasta que ya está hecho. Esos cinco minutos de hablar de algo que prometiste o te pidieron no decir, tienen un costo altísimo. Se pueden ocasionar divorcios, rupturas, desprestigio, traición, desconfianza…

Cuando quieras abrir la boca para contar tu secreto o el de alguien más, detente y piensa en todos los pros y contras. Si son más los pros entonces habla, pero te aseguro que siempre va a ser mejor quedarte callado. 

Recuerda que cuando confías plenamente en alguien, ese alguien confía plenamente en alguien más y cuando un secreto lo saben más de dos personas, deja de ser secreto. Los estudios dicen que una persona promedio es capaz de guardar un secreto solo 30 minutos.

Me parece importante mencionar que cuando una persona te confiesa algo, está prácticamente desnudando su alma, te está haciendo partícipe de su intimidad y confiando plenamente en ti, eso es algo muy serio que se debería valorar muchísimo. 

Desgraciadamente hay personas que carecen de ese elemental sentido de la prudencia tan necesario en el mundo de la confianza.

Ser una persona confiable es una cualidad que se aprecia mucho en las relaciones interpersonales. Guardar y compartir secretos son experiencias humanas únicas.

Las personas te admiran y confían en ti cuando sabes guardar secretos, ya que la discreción es uno de los valores más importantes de los seres humanos.

Te invito a que la próxima vez que te cuenten un chisme no se lo cuentes a nadie, le darás un golpe bajo a tu ego y verás que la satisfacción que experimentarás será mucho mayor y más duradera si te quedas callado.

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