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Alcaldes grafiteros

Cuando leí eso en la nota de un periódico me quedé pensando sí eso era positivo o negativo. 

No debía dudar mi respuesta, pero en una ciudad que resulta repetir un nada honroso primer lugar en casos de discriminación, según la CONAPRED, la leyenda bien podría leerse casi como “Alcaldes delincuentes”… Claro que podría significar la misma cosa, pero no precisamente por tener pruebas, sino por el puro hecho de mencionar esa palabra casi “del diablo”: grafitero. 

Cuando leí eso en la nota de un periódico me quedé pensando sí eso era positivo o negativo. 

No debía dudar mi respuesta, pero en una ciudad que resulta repetir un nada honroso primer lugar en casos de discriminación, según la CONAPRED, la leyenda bien podría leerse casi como “Alcaldes delincuentes”… Claro que podría significar la misma cosa, pero no precisamente por tener pruebas, sino por el puro hecho de mencionar esa palabra casi “del diablo”: grafitero. 

Es más, algunos programas públicos la han reemplazado por artista urbano (no vaya a ser que se confunda). 

Sin embargo, la realidad que rebasa a la ficción que a veces nos queremos inventar, y por más esfuerzos por ocultarla sale a relucir que en esta ciudad hay una cultura urbana creada, principalmente, por los  jóvenes de los barrios violentados en donde la música del hip hop, el grafiti o el break dance se han convertido en una forma de expresión natural de sus demandas. 

No es algo nuevo, pero sí es un movimiento que ha estado estigmatizado por sus raíces: letras que hacían alusión a las drogas, los asesinatos o el sexo, que generalizamos en la percepción colectiva y que por otros factores, sin conocer los motivos y en medio del escándalo de la doble moral, lo “satanizamos” a años de distancia de su origen. 

Cuando actualmente en algunas de las ciudades de primer mundo más bien se ha valorado como un movimiento artístico, que incluso contribuye a la transformación o resiliencia urbana. 

¿De dónde surgió el título de ese periódico? Una noche antes Jeihhco, un hip hopper colombiano y fundador del centro cultural Casa Kolacho, de Medellín, Colombia, planeamos hacer una intervención espontánea en la presentación de “Alcalde, ¿Cómo vamos?”, que dejara la puerta abierta a la reflexión sobre estas comunidades de jóvenes desatendidas en la ciudad. 

Se puede imaginar la escena y podría causarle hasta risa, estoy segura: el chico de dimensiones enormes, con tenis de color fluorescente, gorra, pantalón amplio hablando frente a los alcaldes para invitarlos a reconsiderar las políticas en el espacio público y las oportunidades para ver el arte de estos chavos, más que como medio, como un fin. 

Así fue como ante la invitación expresa de firmar un compromiso con aerosol en mano, cada uno pasó a firmar. Se rompió el paradigma. 

Un grafitero puede convertirse en alcalde como un alcalde en grafitero y ambas cosas no los hacen mejor, o peor persona. 

Conversando con personas que trabajan en asociaciones como “Nacidos para Triunfar A.C.” y chavos que viven en barrios violentados, como la Alianza o la Independencia, ha surgido esa misma inquietud de darles a los artistas urbanos el beneficio de la duda, ante el estigma del “delincuente”, para dar paso a procesos de cambio para la pacificación de sus propias vidas y sus entornos inmediatos.  

El reto no sólo es establecer esos acuerdos públicos o programas gubernamentales o de la sociedad civil. 

Que, por cierto, no son muchos pero son significativos. 

Pero si vamos más allá, qué está pasando en esta ciudad en donde no visibilizamos estas expresiones como se ha hecho en ciudades como Nueva York, Bogotá o Río de Janeiro. 

Podríamos tener una gran galería de arte urbano en las calles. 

De hecho, Jeihhco me dice que en Monterrey hay un estilo único en el mundo que se llama “gancho”, ¿lo sabíamos? 

Claro está que él mismo les sugiere a los chavos a demostrarnos que no son delincuentes, ¿se imagina tarea más ardua para la percepción generalizada? 

Asumir la corresponsabilidad de escuchar estos movimientos que surgen desde la clandestinidad y que ponen sobre la mesa más debates del espacio público, es tarea que sigue pendiente ante una cultura urbana latente (la rima es cortesía de los últimos días en los que junto a Jeihhco he aprendido a rapear, bueno, un poco).

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