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Se reactiva la guerra mundial por los celulares

Una de las mayores ciudades del este del Congo, Goma, fue tomada por una poderosa fuerza rebelde el pasado martes 20 de noviembre en una guerra que podría redefinir el mapa de la región.

Sin embargo, no ha habido mucha  acción política por parte de las Naciones Unidas, Estados Unidos o las potencias internacionales, que apoyan firmemente a gobiernos vecinos –en particular a Ruanda, uno de los favoritos de Occidente y beneficiario de la ayuda– que respaldan la violencia, según la ONU.

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Millones de muertos desde el inicio de la guerra en 1998
En el este del Congo se encuentra estaño, tántalo, oro y coltán, materiales básicos para la fabricación de aparatos tecnológicos, sobre todo ordenadores y celulares
Los combates también han puesto de relieve la ineptitud de la misión de las Naciones Unidas, una de las más grandes del mundo y de las más caras, encargada de mantener la paz  en el territorio

Una de las mayores ciudades del este del Congo, Goma, fue tomada por una poderosa fuerza rebelde el pasado martes 20 de noviembre en una guerra que podría redefinir el mapa de la región.

Sin embargo, no ha habido mucha  acción política por parte de las Naciones Unidas, Estados Unidos o las potencias internacionales, que apoyan firmemente a gobiernos vecinos –en particular a Ruanda, uno de los favoritos de Occidente y beneficiario de la ayuda– que respaldan la violencia, según la ONU.

Los combates han desplazado a casi un millón de personas desde el verano, y la batalla por la ciudad de Goma es el último episodio de una larga lucha de los rebeldes apoyados por Ruanda para tomar el control de una parte de la República Democrática del Congo; una región que produce entre 50 y 60 toneladas al mes de “minerales de sangre” –estaño, tántalo, tungsteno, oro y coltán–, básicos para la fabricación de aparatos tecnológicos como ordenadores y teléfonos inteligentes (iPhone o Blackberries). Por el momento, van ganando esa lucha.

Los combates también ha puesto de relieve la ineptitud de la misión de paz de las Naciones Unidas, una de los más grandes del mundo y de las más caras.

El secretario general Ban Ki-moon, como jefe de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas, llamó al presidente de Ruanda, Paul Kagame, el sábado “para solicitar que use su influencia sobre los rebeldes del M23 para ayudar a calmar la situación y frenar el avance del ataque del M23”.

Por su parte, el canciller francés, Laurent Fabius, afirmó que la rebelión en el Congo fue apoyada por Ruanda, expresando su “profunda preocupación”.

Pero la violencia ha aumentado desde entonces. El Consejo de Seguridad convocó una sesión de emergencia el fin de semana, pero su condena de la violencia, exigiendo a los rebeldes que dejen de avanzar en Goma e insistiendo en que las potencias extranjeras dejen de financiar a los rebeldes del M23, ha sido ignorada.

El Consejo de Seguridad anunció que sancionaría al movimiento pero ni siquiera mencionó a Ruanda, el poder principal detrás de la rebelión. Y aún cuando la lucha se ha intensificado, la misión de la ONU en el Congo ha estado haciendo declaraciones públicas sobre el nuevo acceso al agua potable para las personas en el este de Congo, lo que produce una imagen surrealista de la guerra.

Los bien equipados y profesionales combatientes del M23, tal vez mejor armados y organizados que cualquier unidad rebelde en el Congo en la última década, ofrecieron una demostración de fuerza el fin de semana, cuando entraron unos kilómetros más en la capital provincial, Goma.

Los rebeldes no sólo soportaron un fuerte bombardeo por helicópteros de la ONU, sino que al mismo tiempo ganaron terreno y obligaron a retroceder al ejército nacional congoleño en otros dos frentes, según informes.

El ejército congoleño y las fuerzas de paz de la ONU se quedaron después fuera del camino de los rebeldes, permitiendo al M23 tomar gran parte de Goma, prácticamente sin resistencia. Al final, unos 3 mil soldados congoleños, apoyados por cientos de soldados de paz de la ONU con poder aéreo, no pudieron contener a las fuerzas del M23, unos pocos cientos.

Esta capacidad militar sin precedentes de los rebeldes del M23 en un país de milicias dispares y desharrapadas ha dado lugar a muchas reclamaciones creíbles –espaldadas por las conclusiones de expertos de la ONU– que señalan que Ruanda está proporcionando armas, soldados y orientación militar a los rebeldes y que la orden viene directamente del ministro de defensa ruandés, el general James Kabarebe.

Human Rights Watch dice que ha documentado ampliamente el cruce de tropas ruandesas al Congo para apoyar a los rebeldes M23.

Uganda también está acusado de proporcionar al M23 una base política, aunque una solicitud del Gobierno congoleño recientemente cerró un paso fronterizo clave que había estado ayudando a que los rebeldes se financiaran. Tanto Ruanda como Uganda son países relativamente ordenados –en marcado contraste con el Congo– con gobiernos autoritarios que reciben importante ayuda militar y financiera de Estados Unidos y Occidente.

Tal poderoso respaldo significa que los rebeldes pueden cumplir sus amenazas de largo alcance. Cuando Goma cayó, el portavoz del M23, el teniente coronel Vianney Kazarama, me dijo que los rebeldes pretenden “capturar una buena parte del este del Congo”, incluyendo la otra gran ciudad, Bukavu.

Los rebeldes han exigido al gobierno del Congo que negocie con ellos sin especificar exactamente lo que quieren. El Congo, por su parte, ha dicho que sólo hablará con Ruanda, “el verdadero agresor”, y no a un “ficticio” grupo que sirve como cubierta.

Por ahora, los rebeldes del M23 se están reagrupando en Goma. Y es muy posible que se dé un interludio tranquilo en la guerra si las partes intentan negociar. Sin embargo, teniendo en cuenta la historia de los rebeldes, probablemente en el fondo de su mente haya un viejo sueño –el de tener un lugar propio en el este del Congo– que se ha vuelto más real con la toma de Goma.

¿Quiénes son el M23?

El Movimiento M23 es, según El País, “la milicia rebelde más estructurada y bien armada de los Kivus, las provincias más afectadas por la guerra del este del Congo, donde operan decenas de grupos armados”.

Son antiguos milicianos de la guerrilla de Laurent Nkunda, del Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo, que el 23 de marzo de 2009 aceptaron unirse al Ejército congoleño tras un acuerdo de paz con el gobierno.

Sin embargo, 3 años después, centenares de insurgentes volvieron a alzarse en abril diciendo que el gobierno no estaba respetando las condiciones del acuerdo.

Las fuerzas del M23 y de Nkunda han sido acusadas de graves violaciones de los derechos humanos, incluidas las violaciones en masa (como en Bukavu, donde 16 mil mujeres fueron vejadas en un fin de semana), las masacres y el reclutamiento de niños soldados.

Ruanda: apoya al M23 y desestabiliza

El apoyo de Ruanda al M23 se debe a una mezcla de simpatía histórica y a intereses financieros. El M23 se compone principalmente de combatientes tutsis, un grupo étnico históricamente marginado en el este del Congo. Varios líderes del M23 y su grupo rebelde predecesor habían luchado junto al actual presidente de Ruanda, Kagame, que al igual que muchos de sus principales colaboradores, también es tutsi.

Luego está también la inmensa riqueza mineral del este del Congo, de la que Ruanda se ha beneficiado de manera ilegal durante años desde su invasión del Congo en 1996. Ruanda ha hecho cientos de millones de dólares –probablemente mucho más– mediante el apoyo a los grupos rebeldes que controlan lucrativas minas en el Congo y por el contrabando de minerales en Ruanda para la exportación a los mercados mundiales.

Está también la historia. Muchos ruandeses, entre ellos funcionarios del gobierno, creen que el este del Congo, una tierra rica y fértil, es una parte legítima de Ruanda que las potencias coloniales europeas tomaron cuando se repartieron el continente en 1885 e hicieron parte del Congo. Ellos ven en el M23 una forma de corregir esa injusticia histórica, a pesar de que las leyes internacionales van en sentido contrario.

El Ministro de Asuntos Exteriores de Ruanda, Louise Mushikiwabo, destacó tales simpatías este verano, cuando comenzó una reunión diplomática privada sobre el tema de la rebelión del M23 con un mapa de la antigua Ruanda que abarcaba gran parte del este del Congo, según varios diplomáticos que asistieron al evento.

Su argumento era que la historia de la región es compleja, pero eso fue sólo un paso lógico que dista de afirmar que Ruanda ha ejercido algún derecho sobre la tierra congoleña.

Kagame, por su parte, ha permanecido extrañamente silencioso desde que la nueva oleada de violencia estalló en la frontera de su país, a pesar de que él previamente rechazó las acusaciones de que su país apoya a los rebeldes. Además, hasta ahora, a pesar de los llamamientos internacionales, Kagame no ha condenado al M23.

Los rebeldes, sin embargo, insisten en que su movimiento es congoleño y en que el objetivo del M23 es combatir “años de mal gobierno, la falta de servicios públicos y la inseguridad constante”.