Esperanza para Colombia

El gobierno de Colombia y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) anunciaron ayer un acuerdo de paz que pondrá fin a más de 40 años de conflicto armado en el país sudamericano.

 

6.9
millones de desplazados
El acuerdo se refiere al abandono de las armas y concierne a las garantías de seguridad para los rebeldes y a la lucha contra las organizaciones criminales
Si el acuerdo es aceptado sería el final de un largo conflicto armado de más de 50 años con dos grupos guerrilleros, las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN)
El alto al fuego será controlado por un mecanismo tripartita que comprende al Gobierno de Bogotá, a las FARC y la ONU
La ONU está dispuesta a hacer todo lo posible para fortalecer el proceso de paz puesto en marcha. Esperamos que esto conduzca a un acuerdo que ponga fin a esta larga guerra” 
Farhan Haqportavoz adjunto
de la ONU

El gobierno de Colombia y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) anunciaron ayer un acuerdo de paz que pondrá fin a más de 40 años de conflicto armado en el país sudamericano.

 

Después de siete días de intensas negociaciones, las partes trabajaron para redactar una declaración conjunta y terminaron de definir los puntos sustanciales del proceso del fin del conflicto.

 

El preludio del histórico acuerdo de paz, que fue presentado el día de ayer por la tarde, deberá ser enviado al Congreso de Colombia, para finalmente ser aprobado por una consulta popular. 

 

Si el acuerdo es aceptado durante el referéndum, significaría el final de un largo conflicto armado de más de 50 años con dos grupos guerrilleros, las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y el fin de una lucha que sumió al país en un profundo drama humano que se acompañó de violencia, discriminación y pobreza que afectó a ocho millones de víctimas.

 

Una vez que el acuerdo final sea validado, la rebelión deberá comenzar a reunir a sus tropas para desarmarlas, mientras que el alto al fuego será controlado por un mecanismo tripartita que comprende al Gobierno de Bogotá, a las FARC y a la misión de la ONU.

 

Este compromiso tripartita abrió el camino para el acuerdo, cuyas conversaciones ya se habían celebrado en 2012 en Oslo y en 2014 en La Habana, y que dieron un paso decisivo el pasado 23 de junio, cuando las guerrillas marxistas y el gobierno de Colombia alcanzaron un pacto sobre los términos del alto al fuego bilateral y definitivo, además del desarme de las FARC: un avance histórico en la solución del conflicto que enfrentaba, desde 1964, a la guerrilla de las Fuerzas Armadas 

Revolucionarias de Colombia con el Gobierno de Bogotá. 

 

“Hemos llegado a un acuerdo para un alto el fuego y el cese de las hostilidades bilaterales y definitivas”, señalaba el comunicado conjunto emitido por los negociadores de ambas partes.

 

El acuerdo no solo se refiere al abandono de las armas, también concierne a las garantías de seguridad para los rebeldes y a la lucha contra las organizaciones criminales.

 

Los detalles de estos acuerdos fueron anunciados en presencia del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, el líder supremo de las FARC, Timoleón Jiménez “Timochenko”, el presidente cubano, Raúl Castro y el ministro de Asuntos Exteriores noruego, Borge Brende, representante de 

los países mediadores. 

 

Además, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y los presidentes de los países acompañantes, Nicolás Maduro de Venezuela y Michelle Bachelet de Chile, estuvieron presentes. 

 

“La ONU está dispuesta a hacer todo lo posible para fortalecer el proceso de paz puesto en marcha”, dijo el portavoz adjunto de la ONU, Farhan Haq. “Esperamos que esto conduzca a un acuerdo que ponga fin a esta larga guerra”.

 

El conflicto más antiguo de América Latina

 

Después de haber tomado un territorio de tamaño significativo, y de haber actuado a menudo como un grupo terrorista asesinando civiles, miembros del gobierno, policías y militares, traficando con drogas, tomando rehenes con fines políticos y de extorsión, atentando con bomba y entrenar mercenarios a la altura de los paramilitares, las FARC ponen fin a la violencia colectiva que dejó a 260 mil muertos, 45 mil desaparecidos y 6.9 millones de desplazados. 

 

Si este acuerdo ha suscitado una ola de esperanza para una resolución del conflicto después de cuatro años de negociaciones infructuosas, la puesta en marcha del desarme marcará un hito histórico ante los ojos de los observadores, pues la violencia organizada ya no servirá como modo de oposición al Estado.

 

Y esto significa el final del más largo y sangriento conflicto en Sudamérica y una nueva oportunidad de apostar por la democracia. 

 

Desde julio de 2015 la guerrilla había hecho un alto el fuego unilateral y el gobierno había suspendido los ataques aéreos contra ella, como parte de sus negociaciones. El gobierno y las FARC firmaron varios acuerdos provisionales que incluían la lucha contra el tráfico de drogas, la reparación a las víctimas, la renuncia al reclutamiento de menores y las conversaciones bajo el marco jurídico del acuerdo de paz.

 

Ahora, el último punto de la agenda de negociaciones concierne al mecanismo de aprobación del acuerdo, que después de un largo llamado a una Asamblea Constituyente, se ha optado por una consulta popular.