El nuevo diamante de sangre

¿Qué tienen de relación un Play Station y una cruenta guerra en el corazón de África? En un principio parecieran dos hechos aislados y ajenos uno del otro, pero los une un elemento en común: el coltán.

El coltán ha sido la pieza fundamental en el progreso en las telecomunicaciones y las armas inteligentes.

¿Qué tienen de relación un Play Station y una cruenta guerra en el corazón de África? En un principio parecieran dos hechos aislados y ajenos uno del otro, pero los une un elemento en común: el coltán.

Este compuesto mineral ha sido explotado desde hace tiempo en Australia y Brasil, pero es hasta hace poco más de una década que su explotación comercial ha sido el combustible que tiene sumido al centro de África en una crisis humanitaria.

Con el 80 por ciento de las reservas mundiales en su suelo, la República Democrática del Congo es el epicentro de esta catástrofe.

Pero ¿por qué un compuesto mineral que no es ni un energético ni una piedra preciosa es tan codiciado?

El coltán ha sido la pieza fundamental en el progreso en las telecomunicaciones y las armas inteligentes.

Hoy muchos lo refieren como el oro azul, por lo que significa para las nuevas industrias. Los conflictos no se hicieron esperar ante la posibilidad de obtenerlo de la manera más barata que es el contrabando.

Vayamos por partes. ¿Qué es el coltán? Es el compuesto mineral formado por la columbita y la tantalita, que al fundirse a los 2 mil 996 centígrados se puede extraer el tantalio.

Dicho mineral es la llave de las nuevas tecnologías: hace posible el funcionamiento de teléfonos celulares y computadoras más pequeñas, más avanzadas y con mayor capacidad.

De azul oscuro y opaco, el coltán es resistente a la corrosión y tiene la propiedad de almacenar cargas eléctricas de manera temporal y liberarlo cuando sea necesario.

El coltán es el diamante en bruto sin pulir para las industrias de telefonía celular, consolas de videojuegos, aparatos de cómputo y armas teledirigidas.

Abriendo la caja

de  Pandora africana

La pregunta sigue en el aire ¿cómo la extracción de un mineral que supone un bien para los avances tecnológicos es la causa de masacres? La razón se encuentra en un conflicto que data de hace 15 años.

A mediados de los 90, la República Democrática del Congo dejó de llamarse el Zaire tras la caída del dictador Joseph Mobutu, quien dejó al país en una terrible crisis económica.

El golpista Laurent Desiré Kabila, subió al poder con el apoyo de milicias de Uganda y Ruanda. A la vez, en Ruanda ocurió el terrible genocidio de la etnia tutsi, minoritaria y parte de la élite, en manos de la gran mayoría hutu.

Ambas partes de la matanza huyeron al Congo. Kabila invitó a los ejércitos extranjeros que habían ayudado a su ascenso al poder a salir del país. Sin embargo, no contaba con que tomarían el control de la región altamente rica en recursos naturales.

Fue así que se crearon cuatro frentes en conflicto: el gobierno del Congo, las etnias hutu y tutsis y las milicias ugandesas, todos ellos peleando por distintos objetivos, pero en busca de un nuevo trofeo de guerra: los yacimientos de coltán.

Un teléfono con olor a pólvora

Las guerrillas, sobre todo la ruandesa, tienen el control mayoritario de la explotación del coltán, sin que el gobierno pueda intervenir.

Según la ONU, el tráfico ilegal del compuesto supone para las milicias de Ruanda 250 millones de dólares en sólo 18 meses. Esto equivale a cuatro veces el presupuesto anual en defensa del gobierno oficial.

El beneficio económico es aún mayor que el de los diamantes. Ingresos que son recibidos de la compra de industrias occidentales.

Las minas de Maisi, al oriente del país, es el tesoro disputado por las fuerzas militares y los involucrados en el conflicto han cometido exterminios, violaciones, mutilaciones y torturas.

Un oro azul color sangre

La explotación infantil ha sido un medio práctico para proveerse del coltán.

Al igual que los diamantes, es posible obtenerlo de manera muy rudimentaria, con el uso de  sencillos utensilios de madera.

Los niños dedicados a la extracción son sometidos a la semiesclavitud junto con prisioneros de guerra capturados, siendo expuestos a condiciones de trabajo infrahumanas.

Se estima que por cada kilo de coltán reunido, han muerto entre dos y tres niños.

La próxima vez que se compre un teléfono celular o una simple consola de videojuegos, habrá que preguntarse si costó la vida de alguien más al otro lado del mundo.