Alexander Lukashenko enfrenta las críticas más fuertes en los 26 años que lleva al frente del gobierno de Bielorrusia

Democracia de Bielorrusia en crisis

Alexander Lukashenko tomó posesión en secreto para un sexto mandato presidencial en medio de movilizaciones que lo acusan de cometer fraude electoral

Alexander Lukashenko enfrenta las críticas más fuertes en los 26 años que lleva al frente del gobierno de Bielorrusia. La oposición a su régimen ha tomado tanta fuerza que rindió juramento para un sexto mandato presidencial en secreto para evitar manifestaciones.

La ceremonia se realizó en el Palacio de la Independencia, ubicado en Minsk, la capital del país, y sólo asistieron algunos altos funcionarios y miembros del ejército, de acuerdo con la información divulgada por Belta, la agencia de noticias del Estado.

Lukashenko rindió el juramento en lengua bielorrusa y posteriormente firmó el acta que lo certifica como presidente, misma que le fue entregada por la Comisión Electoral Central (CEC), acto que cierra las puertas a la polémica que se vive en el país después de la elección, que se desarrolló el pasado 9 de agosto.

“La toma de posesión como presidente es el día de nuestra victoria, convincente y crucial. No sólo hemos elegido al presidente del país, sino que hemos defendido nuestros valores, nuestra vida pacífica, nuestra soberanía e independencia”, dijo Lukashenko durante la ceremonia.

El presidente fue reelegido al ganar el 80.1 por ciento de los votos, frente al 9.9 por ciento de la opositora Svetlana Tijanóvskaya, de acuerdo con las cifras oficiales, sin embargo, estos resultados fueron desestimados por la oposición y algunos gobiernos europeos.

Más de siete mil personas han sido detenidas y cientos golpeadas por la policía durante las manifestaciones en contra del régimen

Svetlana Tijanóvskaya fue la primera en cuestionar la legitimidad de la jornada y acusó un fraude electoral en Bielorrusia. A la par, miles de ciudadanos tomaron las calles de la ciudad de Minsk para protestar por el resultado de la elección, quienes fueron dispersados por la policía antidisturbios con gases lacrimógenos y proyectiles de goma.

Las movilizaciones dejaron como saldo una persona muerta, quien fue atropellada por un vehículo de la policía, de acuerdo con Vesná, una organización que defiende los derechos humanos. Este informe fue desmentido después por Olga Shemodanova, vocera del Ministerio del Interior bielorruso.

Los datos oficiales reportaron que en el primer día de protestas en todo el país hubo tres mil personas detenidas y 89 heridos, de los cuales 39 son miembros de la policía del otrora país soviético. No obstante, la misión de observadores de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) informó que las elecciones se celebraron de manera organizada con apego a la legislación bielorrusa, por lo que las manifestaciones fueron calificadas como una provocación.

Sin embargo, en las siguientes semanas las movilizaciones aumentaron y también los actos de represión por parte del gobierno de Lukashenko, quien nunca había tenido una oposición tan creciente.

“Su estilo de gobernar es evidentemente autoritario, utiliza la fuerza para controlar a los medios de comunicación y encarcela a los oponentes. Tiene muchos años en el poder y la gente ya se cansó, aunque antes tuvo respaldo, los bielorrusos ya no están contentos con su gobierno autoritario”, declara Norma Soto, internacionalista y docente de la Universidad La Salle.

Oposición a la dictadura en Bielorrusia

Svetlana Tijanóvskaya se postuló a la presidencia de Bielorrusia para reemplazar a su esposo Serguéi Tijanovski, precandidato encarcelado por presuntamente golpear a un policía durante una manifestación.

La maestra de profesión logró obtener el respaldo de la ciudadanía, opositores e intelectuales del país, a la par de las amenazas del régimen. Tras las elecciones y las primeras movilizaciones, se exilió en Lituania, desde donde ha llamado a la población a defender su voto.

“Ella genera cierto impacto a nivel internacional. Sus declaraciones y las protestas son un mensaje de advertencia para Lukashenko, quien tiene que pensar que es su último periodo al mando, tiene que dar el paso a otros, a quienes ha quitado del escenario político”, opina Norma Soto.

A la voz de Tijanóvskaya se han sumado la de algunos gobiernos que han llamado a la Unión Europea a realizar una cumbre extraordinaria para abordar el tema de la reelección de Alexander Lukashenko y la represión durante las protestas.

En tanto, Vladimir Putin, presidente de Rusia, ha mantenido su relación con su homólogo, aunque esto no signifique que dará su respaldo al régimen, dado que comprometería su relación con otros países en momentos en los cuales busca internacionalizar su vacuna contra el coronavirus, de acuerdo con la especialista.

Lukashenko gobierna Bielorrusia desde 1994 con un régimen conocido como autoritario, por lo que algunos de sus detractores lo llaman “el último dictador de Europa”. En 2004, su administración realizó un referéndum que le permitió eliminar el límite de dos periodos en la presidencia, aunque entonces negó que su objetivo fuera mantenerse en el poder.

Por ahora, la represión policial durante las protestas ha provocado una condena generalizada en la población, lo que ha puesto a Lukashenko contra las cuerdas y bajo presión respecto a sus actos en contra de sus opositores.

“Nueve millones de personas no serán fáciles de controlar cuando políticamente hay un descontento. La población va a seguir manifestando su desacuerdo en contra del autoritarismo después de una investidura cerrada”, puntualiza Norma Soto.

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