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El costo de ser mujer

La desigualdad entre mujeres y hombres también es evidente en el supermercado. Las mexicanas pagan más por los mismos productos que los hombres a causa de un sobreprecio que se aplica en algunos artículos enfocados sólo al consumo femenino

“¿Cuántas mujeres son conscientes de que están pagando más por los productos que compran?”
Arturo DammAcadémico de la Universidad Panamericana

En México, las mujeres ganan una quinta parte menos que los hombres. Aunque esta desigualdad es la más evidente, la brecha se hace más grande en lugares tan comunes como el supermercado, donde los productos dirigidos al público femenino son más caros.

A este costo adicional se le conoce como ‘impuesto rosa’ y se aplica a varios productos de consumo masivo que están enfocados sólo al público femenino, aunque sean iguales respecto a sus equivalentes orientados a los hombres, salvo por el cambio de color o ilustraciones que indican que son artículos para niñas y mujeres.

Sin embargo, especialistas consultados explican que no se trata de un impuesto invisible, sino de un sobreprecio que es más notorio en artículos de higiene personal, estética y alimentación

Para Hilda Rodríguez, académica del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, considera que este sobreprecio da una imagen falsa sobre lo que en realidad aspiran o buscan la mayoría de las consumidoras.

“La discriminación está desde el momento en que se considera que a las mujeres les preocupa más la imagen de un producto y están dispuestas a absorber su precio adicional aunque esto represente una afectación a sus ingresos”, dice la también profesora de la Facultad de Economía de la UNAM.

Artículos como rastrillos, desodorantes, cremas, shampoos, incluso golosinas pueden valer hasta un 40 por ciento más si están hechos ‘para ellas’, revela el informe Pink Tax: el impuesto que las mujeres pagan sólo por ser mujeres elaborado por el Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Públicas (OCEPP).

Esta brecha comienza desde el primer día del nacimiento de una niña y va en aumento conforme crece. Según el Departamento de Asuntos del Consumidor (DCA) de Nueva York, los juguetes y accesorios con versiones femeninas cuestan 7 por ciento más que los productos para niños; la ropa infantil, un 4 por ciento; la ropa para adultos, un 8 por ciento, mientras que los productos de cuidado personal y para la salud de los ancianos, un 13 y 8 por ciento, respectivamente.

Brechas económicas

La situación para la población femenina se agrava al tomar en cuenta que tienen menos posibilidades que los hombres de participar en el mercado laboral en gran parte del mundo.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) revela que la tasa mundial de participación de las mujeres en la fuerza laboral se ubica en 48.5 por ciento, cifra que se ubica 26.5 puntos porcentuales por debajo de la tasa de los hombres. Esto quiere decir que por cada 10 hombres que trabajan, sólo seis mujeres están empleadas.

En América Latina, el 20 por ciento de los puestos directivos están ocupados por mujeres y el 48 por ciento de las empresas no cuentan con ellas para la alta dirección. En el caso de México, la cifra mejora considerablemente aunque también es evidente el rezago.

Las diferencias de precios suceden en un contexto en el que las mujeres tienen menos posibilidades de participar en el mercado laboral

En promedio, 75 por ciento de las empresas nacionales tiene a una mujer en un puesto de alta dirección y sólo 34 por ciento de las profesionistas ocupa cargos senior

Al respecto, Hilda Rodríguez comenta que este sobreprecio de los productos rosas deteriora aún más el ingreso de aquellas mujeres que cuentan con un empleo y representa un mayor desafío para las que no tienen la posibilidad de acceder al mercado laboral y tampoco estudian.

“Este sobreprecio es una contradicción frente al menor acceso que tienen las mujeres en el mercado laboral y su ya devaluado ingreso económico”, añade la especialista.

Sobreprecio sin justificación

Edilberto Castro, consultor fiscal, asegura que no existen razones claras que justifiquen esta medida, pues el problema no está ligado con los costos de producción ya que son los mismos, salvo por los colores e ilustraciones que pudieran tener los empaques.

No obstante, la decisión de encarecer los productos destinados al público femenino puede responder a la hipótesis de que las mujeres son las que toman las decisiones de compra.

Prueba de ello es que 70 por ciento de las comercializaciones que se realizan a nivel mundial las hacen las consumidoras, revela el Banco Mundial en un informe basado en datos del Boston Consulting Group y Harvard Business Review.

Otros ejemplos que muestra el reporte son que ellas toman las decisiones en las compras del 94 por ciento de los muebles para el hogar; 92 por ciento de las vacaciones; 91 por ciento de las viviendas; 60 por ciento de los automóviles y 51 por ciento de los dispositivos electrónicos.

“En la mercadotecnia se tiene la idea de que al ser las más activas pueden gastar más y no necesariamente es así. Es totalmente injusto pagar una diferencia sólo por una cuestión de género”
Edilberto CastroConsultor fiscal

Las mujeres han encontrado formas de evitar este sobreprecio, aunque no siempre han sido muy efectivas. La organización Economía Femini(s)ta explica en un reporte que no es tan fácil rehuir a los productos dirigidos sólo ‘para ellas’, ya que una cosa es comprar un rastrillo azul y otra hospedarse en una habitación sólo de varones durante las vacaciones.

Al respecto, Arturo Damm, académico de la Universidad Panamericana, coincide en que no basta sólo con dejar de consumir esta clase de productos, también se deben comparar precios y exigir políticas públicas que regulen este sobreprecio.

“A las mujeres que están dispuestas a pagar un costo adicional no les genera un daño económico, pero aquellas que no cuentan con las posibilidades de adquirirlos tienen que hacer un análisis sobre qué están dispuestas a comprar sin desequilibrar sus finanzas”.