Una cárcel mundialista

Tras haberse gastado 280 millones de dólares en la construcción de un estadio en una zona donde no hay un equipo de futbol que lo pueda aprovechar, ahora se buscan opciones para seguir utilizando este inmueble.

La Arena Amazonia, diseñada como una cesta indígena, ha sido el más controversial de todos los estadios que se construyeron para la Copa del Mundo. 

Andrea B. Assunto Andrea B. Assunto Publicado el
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Millones de dólares se invirtieron en la construcción de la Arena Amazonia, de Manaos
Este inmueble está en el centro de la selva amazónica, donde los aficionados solo pueden llegar en avión o través del Río Amazonas

Tras haberse gastado 280 millones de dólares en la construcción de un estadio en una zona donde no hay un equipo de futbol que lo pueda aprovechar, ahora se buscan opciones para seguir utilizando este inmueble.

La Arena Amazonia, diseñada como una cesta indígena, ha sido el más controversial de todos los estadios que se construyeron para la Copa del Mundo. 

Esta sede puede albergar a  poco más de 40 mil espectadores según FIFA, pero el futbol en Manaus cualquier otro día del año, apenas puede atraer como máximo mil aficionados, ya que el club de la ciudad no participa en la primera división brasileña, además de que la población de aquel lugar es de 2.5 millones de personas. 

Un reportaje publicado por The Guardian el pasado 17 de junio afirma que la ciudad necesita mil cosas antes de tener un estadio como este. 

“Más del doble de los habitantes de Manaus viven en barrios marginales y una de cada cuatro casas no tiene acceso al agua. Lo que tienen en cambio es un absurdamente grande estadio en la ciudad”, informó el medio británico. 

Así es que una de las posibles soluciones para utilizar este escenario mundialista, es la de convertirlo en una cárcel provisional, en donde se recibiría a los reos condenados, antes de trasladarlos a su sitio de reclusión definitiva.

El estadio de Manaos está situado en el centro de la selva amazónica a más de 4 mil 500 kilómetros de Río de Janeiro, en un lugar donde los aficionados brasileños únicamente pueden llegar en avión o tras un viaje de varios días a través del río Amazonas, y se perfila a ser el “elefante blanco” de este Mundial. 

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