Su tiempo ha llegado

Las lágrimas de tristeza que derramó al caer en la final de Wimbledon ante Roger Federer, no tardaron en convertirse en lágrimas de alegría.

Más allá de conseguir el primer Grand Slam de su carrera y derrotar en una batalla épica a Novak Djokovic, Andy Murray puede celebrar que finalmente encontró justicia para su tenis.

Desde hace un par de años se le catalogaba como uno de los nuevos grandes del tenis, como una de las figuras que podrían arrebatarle la gloria a Roger Federer, Rafael Nadal y Djokovic.

Indigo Staff Indigo Staff Publicado el
Comparte esta nota
"Nadie dudaba durante los últimos años que Murray ha sido un jugador top ten y estuvo cuatro veces en las finales cerca del triunfo, que ahora ha conseguido, y por eso quiero felicitarlo y alegrarme de la felicidad que siente"
Novak DjokovicTenista

Las lágrimas de tristeza que derramó al caer en la final de Wimbledon ante Roger Federer, no tardaron en convertirse en lágrimas de alegría.

Más allá de conseguir el primer Grand Slam de su carrera y derrotar en una batalla épica a Novak Djokovic, Andy Murray puede celebrar que finalmente encontró justicia para su tenis.

Desde hace un par de años se le catalogaba como uno de los nuevos grandes del tenis, como una de las figuras que podrían arrebatarle la gloria a Roger Federer, Rafael Nadal y Djokovic.

La suerte no había estado de su lado. Era el único de los cuatro primeros lugares del ranking de la ATP que no había conquistado un título de Grand Slam.

Pero esa historia comenzó a cambiar en 2012, año en el que Ivan Lendl se convirtió en su entrenador de tiempo completo y supo canalizar de la mejor forma el trabajo de Murray.

Murray lo buscó y el checo, quien había ganado todo en el tenis profesional, aceptó el desafío de cambiar la racha negativa del británico en los Grand Slams.

A sus 25 años, Murray cosechaba la desdichada racha de cuatro finales perdidas de Majors.

El Abierto de Australia vio cómo en un juego de 4 horas y 50 minutos, Djokovic dejaba fuera al originario de Glasgow en las semifinales del primer Grand Slam del año.

En Francia tuvo que decir adiós en los cuartos de final ante David Ferrer. Después vino el tercer Major de la temporada, el de Wimbledon, donde comenzó a despegar. Llegó hasta el juego final, convirtiéndose en el primer tenista británico que se instalaba en esta fase desde que en 1938 lo hiciera Bunny Austin.

Esta vez fue Federer quien le impidió celebrar. Pero unas semanas más tarde, en ese mismo escenario del All England Club, Murray tuvo su revancha al derrotar al suizo en el juego por la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Londres.

Otra vez había escrito su nombre en el tenis al ser el primer británico en colgarse el metal dorado, desde que en 1908 lo consiguiera Josiah Ritchie.

Pero lo mejor estaba por venir. Murray rompió su maldición y tras 4 horas y 54 minutos de juego se impuso a Djokovic.

Había terminado entonces la etapa de enseñanza, de soportar los fracasos y comenzaba su momento, su etapa de consagración con los grandes.

El escocés saldó también una deuda con el pueblo británico. Desde el legendario Fred Perry, un tenista de Gran Bretaña conseguía un Grand Slam. Fue en 1936 cuando Perry conquistó precisamente el torneo de Flushing Meadows.

Murray ya vive el otro lado de la moneda. Su tiempo de celebrar y ser considerando entre los grandes ha llegado.

Show Player
Síguenos en Google News para estar al día
Salir de la versión móvil