Ni puestos en evidencia, los legisladores mexicanos cambian su costumbre de reciclar discursos.

Cuestionados sobre la similitud de sus argumentos del 2008 con los de este año en las reformas energética y fiscal, su recurso sigue siendo el reciclaje de explicaciones.

Y más, recurren a la falta de logros de otra legislatura o que en cinco años ya todo cambió y por eso ahora son urgentes –otra vez- ambas reformas.

En las cámaras del Congreso mexicano pareciera que no pasan los años.

Los discursos de los diferentes partidos políticos se congelaron. El Congreso se volvió una cápsula del tiempo. 

Lo mismo en el 2007, el 2008 o el 2013 las discusiones recurren a los mismos conceptos e ideas. Lo único que cambia es el partido en el poder. 

Desde la Presidencia de la República el optimismo se convierte en las siglas del partido. Desarrollo y progreso son los términos más socorridos.

Seguramente esta iniciativa no va a generar manifestaciones en su contra, difícilmente veremos a los inversionistas bursátiles cerrando calles, pero el implementar las medidas adecuadas implica ganar o perder el dinero necesario para fomentar el desarrollo del mercado de capitales en este país.

La iniciativa de gravar las ganancias de capital de personas físicas no tiene discusión, los argumentos son contundentes en la misma iniciativa y es una medida que se aplica en todas las economías desarrolladas del mundo.

La serie de reformas en materia social y hacendaria opacaron al Presupuesto de Egresos para el 2014. 

Uno de los eventos más importantes y esperados en la Cámara de Diputados, después del informe presidencial, quedó en una mera ceremonia de protocolo.

La prensa de inmediato acudió a buscar entre las reformas a la ley del Impuesto al Valor Agregado si existía un porcentaje de este gravamen en alimentos y medicinas.

La presentación de la reforma fiscal no es el primer intento de corregir las deficiencias del sistema hacendario. Otras iniciativas han levantado controversia y siguen siendo fuertemente criticadas por los inconformes.

Mientras que unos luchan por gravar a la economía informal y otros por reducir las excenciones  para que los ricos paguen una mayor proporción de impuestos, los asalariados continúan en cautiverio y sostienen la mayor carga fiscal.

Al mismo tiempo que los políticos no llegan a un acuerdo, el país sufre las consecuencias de una baja recaudación.