
Los dos primeros años de Julia Rodríguez en Panamá fueron duros.
Había dejado atrás su país, Colombia, y a su hijo. Tenía una situación migratoria irregular y en el negocio de venta de motocicletas donde trabajaba le pagaban 300 dólares por mes, muy por debajo del salario mínimo promedio, que en ese entonces era de casi 400 dólares.
“El fuerte vive del más débil”, comenta hoy al recordar esa época.