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Yo y Ray, un amor posible

El pasado 17 de mayo sostuve una conversación en un chat familiar de whatsapp. Ahí están mis sobrinos y mis hermanas. A propósito del día internacional contra la  homofobia, les agradecí ser como son conmigo y quererme como soy. Mi hermana Maribel respondió con lo siguiente:

“Eres parte de nosotros sin importar tus preferencias, el amor no se resta, al contrario, suma(...). Mi amor por ti sigue siendo el mismo desde el día que supe que habías nacido. Creo que soy muy afortunada por contar contigo” Maribel hermana de Jorge Alberto Pérez

El pasado 17 de mayo sostuve una conversación en un chat familiar de whatsapp. Ahí están mis sobrinos y mis hermanas. A propósito del día internacional contra la  homofobia, les agradecí ser como son conmigo y quererme como soy. Mi hermana Maribel respondió con lo siguiente:

“Eres parte de nosotros sin importar tus preferencias, el amor no se resta, al contrario, suma. Igual que a todos, las acciones son las que te mantienen para bien o para mal. Mi amor por ti sigue siendo el mismo desde el día que supe que habías nacido. Al día de hoy, eso no ha cambiado. Creo que soy muy afortunada por contar contigo”.

Estoy seguro que el afortunado soy yo. En México todavía hay mucha discriminación. Hombres y mujeres que son corridos de sus casas cuando sus padres se enteran de su preferencia sexual. Hombres y mujeres que no son contratados por ser gays, lesbianas o transexuales. Crímenes de odio por ser homosexuales. Maltratos y humillaciones de diversas autoridades de todos niveles, contra quien públicamente o no, revele su preferencia sexual. El asesinato de un homosexual en México, inevitablemente siempre es pasional para un policía. La condena social contra nosotros siempre tiene que ver con lo que hacemos debajo de las sábanas. La estigmatización contra homosexuales y lesbianas persiste. El contagio de VIH, aseguran los más retrógradas, es un castigo divino para los sodomitas. El VIH sigue siendo un tema de homosexuales en una sociedad como la mexicana. Se sigue creyendo que eso no le pasa a los heterosexuales, esa es la realidad.

Por eso no cabe duda que soy afortunado. Hace dos años conocí a Raymundo y me enamoré perdidamente de él. A mis casi 37 años estoy formalmente casado con quien considero es un gran médico cirujano y el mejor compañero de vida. Igual que cualquier otro matrimonio de nuestra edad, compramos una casa, vamos al súper, salimos a comer, vamos a un bar, vamos a fiestas. Igual que mi hermana Lucero y su esposo Adrián. Igual que mis mejores amigos Manuel y Julia. Un día fuimos al banco, tramitamos el crédito y decidimos formar un patrimonio juntos para darnos la misma certeza que cualquier heterosexual busca en su esposo o esposa. Si el día de mañana alguno de los dos faltara, no nos quedaremos desamparados.

En perspectiva, Ray y yo somos muy afortunados no sólo por tenernos, sino porque vivimos en la Ciudad de México. Aquí nuestra historia de amor es posible. Las personas del mismo sexo nos podemos casar desde el 2009. Fue bajo el gobierno de Marcelo Ebrard y a iniciativa del entonces diputado local por el PRD, David Razú, que la iniciativa de ley se discutió y se convirtió en la ley del matrimonio igualitario.

Pero no todos los homosexuales y lesbianas de este país son afortunados como nosotros. Por eso la trascendencia de lo que esta semana presentó el Presidente Enrique Peña Nieto. El mandatario acabó por fin con la discusión estéril: sobre si dos hombres que nos amamos, tenemos o no derecho a casarnos ante la ley. Sobre si formamos familia o no. Sobre si solo tengo este derecho en la Ciudad de México y no en Puebla, en Nuevo León o Zacatecas. Acabó de una vez por todas con la creencia de que los del PRD promueven los derechos de los homosexuales. Esta vez un presidente emanado del PRI envió al Congreso de la Unión una propuesta para reconocer nuestros derechos desde la Constitución. Esta vez un mandatario decidió ser más un estadista, que militante de partido o un ferviente creyente de su religión, como por cierto, Peña lo es.

Con esta reforma sé que habrá más hombres y mujeres de todo el país que como Ray y yo, quieran casarse, comprar una casa juntos, ser familia legal o no, pero con la gran diferencia de que ahora todos y todas tendrán el derecho a elegir.

Al día siguiente de la propuesta del Presidente, representantes de la iglesia salieron a descalificar la iniciativa –como siempre-, nada novedoso, siempre lo han hecho. No entienden que no entienden. Personalmente no me interesaría casarme nunca ante una Iglesia. Sé que a Raymundo, quien tiene otra religión, en el fondo sí le gustaría hacerlo, pero esa es otra discusión.

La propuesta de Peña viene a elevar a rango constitucional el derecho a matrimonio igualitario en todo el país  y eso puede abrir una página en blanco en materia de derechos humanos para lesbianas y homosexuales en México. No voy a polemizar sobre si es producto de arribismo político, si llega tarde, si fue primero el PRD quien lo propuso, si es una estrategia de control de daños a su imagen o si es puro marketing. Yo la celebro, la aplaudo, la reconozco y de aprobarse, la seguiré ejerciendo. Estoy seguro que esta iniciativa de ley será disfrutada por las próximas generaciones de hombres y mujeres que aman a una persona de su mismo sexo. Serán más libres, crecerán en ambientes más sanos. Los adolescentes en los próximos 10 años se enamorarán de un igual sin ningún resquemor a sentirse diferentes, sufrirán menos bullying en las escuelas. Se amarán sin complejos.

Sé que la reforma por sí sola no logrará nada de lo mencionado. Estoy seguro que será un aprendizaje para el sistema de justicia mexicano que sin duda aún es homofóbico. Las leyes darán todo el respaldo legal a una decisión de dos personas que quieran ser esposo y esposo y esposa y esposa. Se sentará un precedente legal que hoy no tenemos. Será un gran avance desde el ámbito legal, pero aún faltará mucho en el camino.

Insisto en que Ray y yo somos afortunados porque somos mexicanos y México y Brasil son países con altos índices de homicidios por odio, según la UNAM. La Ciudad de México, donde vivimos, es la segunda ciudad del país donde más ocurren estos crímenes, lo cual resulta contradictorio si pensamos que al mismo tiempo es la ciudad más libre para amar a una persona del mismo sexo. En esta ciudad hay bares, discotecas, lugares de encuentro, baños públicos, decenas de lugares para ligar, pero también sigue habiendo mucho odio hacia nosotros. Odio promovido por las falsas creencias emanadas de todas las iglesias. Basta con recordar la película cristiana de Paco del Toro, Pink, en la que se nos estigmatiza. Claro que celebro la libertad que tuvo para filmarla, pero le faltó ser más honesto y vender su películas como un guión basado en creencias religiosas.

Por eso creo que la iniciativa del Presidente Peña puede generalizar en todo México la fortuna de Ray y la mía. Es una oportunidad de oro para iniciar algo distinto. Para crear políticas públicas que ya no tengan que ser consideradas de “avanzada o progresistas”, sino simplemente políticas públicas de gobiernos que entienden, respetan y garantizan los derechos de las personas, sin etiquetas. Esta reforma constitucional tiene que lograr dejar atrás frases tan trilladas y sonadas como la de  “yo te respeto como homosexual” y simplemente reconocer y respetar a mí a y Ray por lo que somos y no por lo que hacemos en la cama.

La lucha por el reconocimiento de los derechos de homosexuales no tiene como objeto crear un gueto. Lo que hemos buscado todos estos años, es ser como somos, sin miedo a ser rechazados o tener que ser felices en el clandestinaje. Ir a los bares con cuartos oscuros o show nudista por gusto, tal como lo hacen los heterosexuales y no como última opción para tener un encuentro sexual o como refugio contra el odio social. Tener derechos como cualquier otra persona a besarte en público sin tener que escuchar: “yo no tengo nada contra los gays, pero que no se besen en la calle”, “que no se besen frente a mis hijos”.

La lucha de todos estos años ha sido para que todos seamos afortunados, no sólo Ray y yo u otras decenas de parejas que ya están casadas o que viven felizmente en su hogar. La lucha ha sido por reconocer lo que por años ha estado claro pero quizá la miopía no les permitía ver a otros gobernantes como el panista Felipe Calderón o el presidente de Morena, Andrés Manuel López Obrador.

La lucha es por el respeto, por la igualdad y por la inclusión. Reitero: nos falta mucho pero creo esta iniciativa de ley es afortunada y nos hace tener esperanza en que la cosas serán distintas en México en un futuro, no sólo para Ray y para mí, sino para muchos hombres y mujeres sexuales que aún no nacen, pero que a nadie le quepa duda, nacerán y también serán homosexuales.

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