Violencia económica: un abuso silencioso más allá de los golpes e insultos

Las violencias física, psicológica o sexual en la pareja son algunas de las más conocidas, sin embargo, existe una clase de violencia que es silenciosa, que no implica golpes o insultos, pero es una de las formas más comunes de someter y generar dependencia en la otra parte; se trata de la violencia económica.

“El empoderamiento económico de las mujeres, es una herramienta clave para salir de la pobreza y la espiral de la espiral de discriminación y violencia en que se encuentran inmersas muchas de ellas. Cuando las mujeres alcanzan la autonomía económica no sólo se benefician ellas mismas, sus familias o comunidades, sino al país entero”
Inmujeres

Las violencias física, psicológica o sexual en la pareja son algunas de las más conocidas, sin embargo, existe una clase de violencia que es silenciosa, que no implica golpes o insultos, pero es una de las formas más comunes de someter y generar dependencia en la otra parte; se trata de la violencia económica.

“Es toda acción u omisión del Agresor que afecta la supervivencia económica de la víctima. Se manifiesta a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de sus percepciones económicas”, así define la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia a esta clase de violencia.

¿Cómo detectarla?

Prohibir que una de las partes trabaje, apropiarse y administrar el sueldo del otro, no contar con acceso a las cuentas bancarias o tener que dar explicaciones de todo lo que se gasta, son algunos de los síntomas de la violencia económica. Normalmente se da en las siguientes situaciones:

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1.- Se presenta cuando una de las partes aporta el cien por ciento del gasto familiar, mientras que la otra parte desempeña trabajo en el hogar. La parte agresora controla y supervisa los gastos, además que puede amenazar a su pareja de echarla de la casa o quitarle la custodia de los hijos, lo que genera dependencia y necesidad.

2.- Otro caso es cuando una de las partes trabaja y percibe un ingreso, pero la pareja se las arregla para quedarse y administrar el sueldo del otro, en ocasiones, literalmente, sustrae el dinero del otro y en algunos casos utiliza chantajes y engaños para hacerse de los recursos.

3.- La violencia económica se puede dar también en el divorcio, cuando una de las partes se niega a dar la pensión alimenticia o la ofrece con base en chantajes, principalmente, relacionados a la custodia de los hijos.

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Aunque la violencia económica puede afectar a hombres y mujeres, son ellas las más perjudicadas, pues a nivel nacional el 36 por ciento de las mujeres han manifestado haber recibido reclamos por la manera en que gastan el dinero, según cifras de la última encuesta sobre Dinámicas de las Relaciones en los Hogares del INEGI.

En la misma medición, el 24.8 de las mujeres respondió que su pareja les prohibió trabajar o estudiar, además que el 21.9 por ciento señaló que aunque sus cónyuges tienen dinero, no les brindan el suficiente para cubrir sus necesidades básicas.

Sin embargo, lo más preocupante de esta clase de violencia es que cuenta con el aval de un grupo importante de mujeres casadas o unidas, pues el 24. 7 por ciento de las encuestadas afirmó que la esposa debe obedecer a su esposo o pareja en todo lo que ordene, mientras que el 66 por ciento contestó que el hombre debe responsabilizarse de los gastos de la casa.

La violencia económica se da en un contexto de relaciones históricas desiguales de poder entre hombres y mujeres, las cuales han servido como caldo de cultivo para reproducir la violación de derechos, según explica el Instituto Nacional de la Mujeres (Inmujeres).

“El empoderamiento económico de las mujeres, es una herramienta clave para salir de la pobreza y la espiral de la espiral de discriminación y violencia en que se encuentran inmersas muchas de ellas. Cuando las mujeres alcanzan la autonomía económica no sólo se benefician ellas mismas, sus familias o comunidades, sino al país entero”, señala el Instituto. 

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