Una larga salida de San Lázaro

Tardó en salir más que Enrique Peña Nieto en su toma de posesión.

El besamanos de los diputados con Jacobo Zabludovsky fue largo y solemne.

Más de 20 minutos para poder llegar al vestíbulo donde lo esperaban seguidores y colegas.

Todos querían estrechar su mano o una foto con él. Siete décadas de periodismo fue el mérito para que le otorgaran la medalla “Eduardo Neri Legisladores de 1913”.

Con aquella expresión que durante décadas salió a cuadro en la televisión, aceptó la adulación. 

Tardó en salir más que Enrique Peña Nieto en su toma de posesión.

El besamanos de los diputados con Jacobo Zabludovsky fue largo y solemne.

Más de 20 minutos para poder llegar al vestíbulo donde lo esperaban seguidores y colegas.

Todos querían estrechar su mano o una foto con él. Siete décadas de periodismo fue el mérito para que le otorgaran la medalla “Eduardo Neri Legisladores de 1913”.

Con aquella expresión que durante décadas salió a cuadro en la televisión, aceptó la adulación. 

Es el primer periodista recibe esta presea. A Zabludovsky lo persigue el triunfo y tras de eso la polémica. Es considerado el periodista del viejo régimen priista y censor de hechos históricos.

Puede presumir que la banda de rock Molotov le dedicó una de sus más famosas canciones.

Con todo y eso tiene ahora el programa de radio (“De 1 a 3”) más escuchado en la Ciudad de México. Pasó a ser un ácido crítico de los gobiernos actuales. 

Se volvió implacable.

Para su premio hubo sesión solemne. Se le agregaron curules al Pleno para sentar a funcionarios de alto nivel de la Cámara de Diputados. 

Hubo banda para entonar el himno nacional. El millonario tablero electrónico de votación, el cual está subutilizado según expertos, mostraba una foto de Eduardo Neri.

Al periodista lo acompañaban hijos, nietos y un bisnieto. Se negó a mencionar sus nombres, evitando pasar lista de asistencia.

En los palcos de la Cámara de Diputados había periodistas famosos e invitados especiales. Los diputados de izquierda se abstuvieron de protestar o contrariar al homenajeado.

Primero habló como diputado: “La democracia no puede entenderse sin un Poder Legislativo libre y plural; representa en nuestros días la mejor expresión del anhelo democrático de nuestro país. El congreso se ha fortalecido al marcar los cauces legales que permiten mayor intensidad del debate en que ningún partido impone su voluntad, donde el diálogo y sus negociaciones deciden los asuntos”.

Comparó la labor del reportero con el mito de Sísifo: subir una piedra una y otra vez.

Luego, con su clásica corbata negra, Jacobo dio un discurso centrado en el agradecimiento. 

“Hoy es una buena ocasión para la gratitud. La plena virtud del agradecimiento para ustedes, pero también y por encima de todo a la vida misma y a ese ser multiforme anónimo y ubicuo al cual llamaré el público, los lectores, los radioescuchas, los televidentes, a todos ellos. A la vida y a sus muchas oportunidades, a sus pruebas y a sus castigos; a su rigor y a su ternura. Parece mentira, pero en este momento a mis escasos 85 años de vida y mis 70 en el periodismo, veo que aún hay sol en las bardas y que todo cabe en dos simples sílabas: gracias”.

Tras las palabras de Jacobo, el presidente de la Mesa Directiva Francisco Arroyo Vieyra se aventó a capela.

Sin discurso escrito llenó de odas al periodista. Pero a Zabludovsky siempre lo persigue el fantasma de su pasado: su fidelidad al viejo régimen, su lealtad a las viejas formas de hacer televisión y periodismo. 

Por eso Arroyo Vieyra, priista de hueso colorado, clavó la puntilla: “Yo crecí viendo 24 horas. Debo confesar y decir que me gusta más el Jacobo Zabludovsky de una a tres”.

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