Un refugio para mujeres maltratadas

Ciudad Juárez, Chihuahua.- Un árbol de manzanas está pintado sobre un cuadro que cuelga de la pared de lo que se asemeja a un salón de clases.

El tronco son dos manos entrelazadas y en el robusto follaje cuelgan manzanas de tamaño natural hechas en papel.

“Es un Estado simulador. Porque maquilla las cifras, no ha hecho un cambio estructural, y lo que necesitamos es un cambio de paradigma”
Irma CasasDirectora general de Casa Amiga

Ciudad Juárez, Chihuahua.- Un árbol de manzanas está pintado sobre un cuadro que cuelga de la pared de lo que se asemeja a un salón de clases.

El tronco son dos manos entrelazadas y en el robusto follaje cuelgan manzanas de tamaño natural hechas en papel.

En cada uno de los frutos, de su puño y letra, mujeres que han sido maltratadas firmaron diferentes felicitaciones al décimo aniversario del centro de ayuda Casa Amiga.

Es una organización civil que brinda desde hace 13 años ayuda legal y psicológica a  mujeres víctimas de la violencia por parte de sus parejas.

A ese lugar, llegó el ex juez español Baltazar Garzón, polémico por desmantelar células del crimen organizado a nivel internacional o por llevar a juicio al dictador chileno, Augusto Pinochet.

Para las coordinadoras y para las mujeres que reciben ayuda, sólo es la llegada de un abogado español, no le hacen las caravanas que comúnmente recibe a su paso.

Un chaval presume una maroma de cirquero con la intención de que algunos de los visitantes lo imiten pero nadie se atreve.

Detallan que son 23 los que ahí trabajan, funciona desde 1999, que su fundadora fue Esther Chávez Cano, y la mayoría se gana la vida a través de donativos de organismos internacionales.

Irma Casas, directora general de Casa Amiga, suelta  sin reservas que no tienen ni esperan apoyo del gobierno porque hay desinterés de las autoridades en los temas de violencia de género.

Ella platica del taller de duelo, una terapia para aminorar y desaparecer el dolor emocional que provoca la pérdida de los seres queridos en una ciudad en donde dedicarse al narcotráfico es un tema común.

Combina la explicación de las tareas del centro con críticas al gobierno y anécdotas de mujeres que han sido usuarias –ese es el nombre que usan—de Casa Amiga.

Recuerda a una chica que a los 20 años ya era víctima de las agresiones de su pareja y se dedicaba a la venta de cocaína. Se unió al grupo y en ella vertieron todos sus esfuerzos. En mayo del 2010 fue asesinada.

El recorrido llega al enorme cuarto que semeja las aulas de primaria. Sentadas en un interrogante silencio están las usuarias.

Frente a ellas el abogado español lanza la primera de las preguntas duras.

¿Ha cambiado el Gobierno su política en estos temas?, pregunta Garzón.

Irma titubea, lo piensa, se detiene y lo piensa otra vez. Quiere ser precisa.

“Es un Estado simulador. Porque maquilla las cifras, no ha hecho un cambio estructural, y lo que necesitamos es un cambio de paradigma”.

Logros de carne y hueso

Otra de los coordinadoras del centro corre una presentación  en su computadora de los logros que han tenido. Lydia Cordero, una mujer grande hasta de carácter explica con gráficas y números los triunfos pero son inentendibles.

Por eso es mejor que tengan carne y hueso.

“Nada más que soy muy chillona”, adelanta Rosario Medina cuando inicia el relato de su matrimonio con un adicto a la cocaína.

La estrepitosa historia conmueve a todos, y entre lágrimas ella detalla que a 10 años de la separación de su pareja, aún tiene que soportar el maltrato y la venganza.

Ella está a punto de perder la custodia del más pequeño de sus hijos, por la pelea legal que sostiene con quien fue violento con ella física y verbalmente.

“Otra vez vino a desestabilizar a mi familia”.

Rosario insiste que si va al DIF es peor pues allí siempre queda como la villana del cuento. En su relato ella y otras mujeres evitan derrumbarse, recordar los malos ratos, hablan en presente, de ellas, de Casa Amiga;  el pasado lo reservan para quienes fueron sus parejas.

Otras mujeres relatan su paso en el infierno.

Es un ritual de olvido.  De testigo tienen a uno de los juristas más polémicos del mundo, quien agradece el recorrido y la confianza con voz entrecortada, nadie identifica si de estar callado o de escuchar los tormentos ajenos.

Y es que después de la visita cada uno irá a seguir protagonizando su historia.

Ellas la del peligro de vivir en Juárez sólo por el hecho de ser mujer.

“Felicidades Casa Amiga por brindarme apoyo. Sin ello nunca me hubiera valorado yo como mujer. Mil gracias, sigan adelante”, lee el mensaje escrito en una de las 27 manzanas que cuelgan del árbol.

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