Un partido que aún debe convencer

Si hay un nuevo PRI que presumir en esta elección no es el que da los mejores resultados. Los jóvenes emblemáticos de esta nueva faceta del otrora dinosáurico partido le dieron malas cuentas a su candidato.

En los estados gobernados por esta generación de militantes de buena imagen y peinado engominado como Peña Nieto no lograron que éste fuera el de las preferencias.

Regresan a gobernar pero el PAN y el PRD vuelven a sus antiguas posiciones, a sus naturales puestos de combate

Si hay un nuevo PRI que presumir en esta elección no es el que da los mejores resultados. Los jóvenes emblemáticos de esta nueva faceta del otrora dinosáurico partido le dieron malas cuentas a su candidato.

En los estados gobernados por esta generación de militantes de buena imagen y peinado engominado como Peña Nieto no lograron que éste fuera el de las preferencias.

El mejor ejemplo, de no pocos, es Nuevo León. Rodrigo Medina es de esa generación de políticos que proclaman que las viejas prácticas ya no se usan. La frase que más parece slogan no encaja con la realidad, pero ni así pudieron darle el triunfo a Peña Nieto en el estado.

De acuerdo al PREP se mantuvo una diferencia de seis puntos a favor de la candidata, Josefina Vázquez Mota, sobre Enrique Peña Nieto. A este resultado no le ayudó el candidato a la Alcaldía de Monterrey, Felipe Enríquez.

Lo mismo pasó en Quintana Roo, en donde a pesar de ser tierra priista Roberto Borge y su gobierno no impulsaron las preferencias a favor de Peña Nieto. 

Veracruz tampoco dio buenas cuentas al candidato presidencial. Javier Duarte, otro de los políticos nóveles de la recién inaugurada era priista tiene en su estado una mínima ventaja a favor del candidato priista.

Esos son los tres principales gobernadores de la nueva era del priismo nacional. Y ya sea por el pasado de sus antecesores o por sus propias administraciones, pero son el sello de que la casa juega pero pierde. 

Los tres fueron promotores de la candidatura de Pena Nieto y a los tres les fue imposible, mediante su mandato y logros acuñar votos favorables a la contienda electoral.

Esa es una clara fotografía de cómo llega el PRI a su nueva era en el gobierno. Un PRI de jóvenes que ganan pero no convencen. Que promueven pero no logran objetivos. Que ante la experiencia de los viejos cuadros no tienen mucho que hacer.

Regresan a gobernar con un costal de promesas del candidato y con aparentemente una serie de nuevas reglas, todas contrarias a su origen. Llegan con una segunda oportunidad de los electores, como lo dijo Peña Nieto en su discurso al reconocer el triunfo.

Pero esa segunda oportunidad qué significa. Cuánta tolerancia habrá de los jóvenes, de los intelectuales o de los propios partidos ahora derrotados. La expectativa es muy alta y ya en México se vivió una vez la esperanza en un candidato que generó altos grados de decepción. Entre más grande la expectativa más fácil es la desilusión.

El PRI regresa a gobernar pero el PAN y el PRD vuelven a sus antiguas posiciones, a  sus naturales puestos de combate, en los que, al menos el PAN, si han hecho buen papel. 

La natural oposición de ambos partidos les da fortaleza porque es un terreno que conocen y que a lo que llaman nuevo PRI no toleran. Los panistas crecieron en contra del PRI y terminaron acordando reformas e iniciativas.

En el PRD todavía hoy chocan contra ambos. Las piezas se acomodan como en el pasado. 

El PRI tendrá que demostrar lo que ha cambiado, y para demostrarlo deberá de primero poner a sus nuevos cuadros en los espacios de decisión y en el Gabinete. Y les tocará decidir. Sí, a esos que no le rinden buenas cuentas a su partido ni en lo interno.

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