¿Quién es Ehécatl, la deidad mexica oculta en el Centro Histórico?

Ehécatl, la deidad mexica cuyo templo fue descubierto en un predio del Centro Histórico de la Ciudad de México, es el dios del viento dentro de la mitología azteca y otras culturas mesoamericanas, cuyo papel era fundamental para entender los cambios en el clima.

Se trata de uno de los dioses principales de las creencias mexicas por haber participado durante la creación del mundo, pues con su aliento inició el movimiento del Sol y también hace a un lado a las nubes que traen la lluvia.

“Las fuentes históricas refieren que Hernán Cortés conoció el Recinto Sagrado de Tenochtitlan en compañía del tlatoani Moctezuma Xocoyotzin, quien le dio un recorrido por sus principales edificios, e incluso se dice que tuvo la oportunidad de observar el desarrollo de un juego de pelota, cuyos restos ha ido verificando el PAU en distintos salvamentos arqueológicos”

Raúl BarreraINAH

Ehécatl, la deidad mexica cuyo templo fue descubierto en un predio del Centro Histórico de la Ciudad de México, es el dios del viento dentro de la mitología azteca y otras culturas mesoamericanas, cuyo papel era fundamental para entender los cambios en el clima.

Se trata de uno de los dioses principales de las creencias mexicas por haber participado durante la creación del mundo, pues con su aliento inició el movimiento del Sol y también hace a un lado a las nubes que traen la lluvia.

De acuerdo a la tradición mexica, tras la creación del quinto sol, éste se encontraba fijo en el cielo, igual que la luna, hasta que Ehécatl sopló sobre ellos y los puso en movimiento, esa era la manera en que los mexicas intentaban explicar los movimientos de los astros.

Este miércoles, arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Secretaría de Cultura dieron a conocer el descubrimiento del templo de Ehécatl y un juego de pelota en un predio localizado en la calle Guatemala del Centro Histórico.

Algunos centímetros cerca del nuevo descubrimiento se identificó una estructura rectangular de 34 a 36 metro de longitud que en su parte posterior tiene adosados dos cuerpos circulares, por lo que el predio será convertido en un nuevo museo.

Los arqueólogos, encabezados por Eduardo Matos, precisaron que el Templo de Ehécatl miraba de frente al Templo Mayor, mientras que la cancha, ubicada de oriente a poniente, estaba orientada al adoratorio de Huitzilopchtli, el dio de la guerra.

Esto es porque los dioses mexicas combatían entre sí, pero también se tendían la mano, y los templos México-Tenochtitlán representaban esa simbiosis, según explicó matos en conferencia de prensa este miércoles.

Frente al adoratorio de Tláloc, deidad fecunda que residía en el Templo Mayor, estaba el Templo de Ehécatl, divinidad que con sus vientos benignos barría los cielos y atraía la lluvia, informó a Notimex el arqueólogo Raúl Barrera, del INAH, quien en 2010 halló estos vestigios de más de 500 años de antigüedad.

“Las fuentes históricas refieren que Hernán Cortés conoció el Recinto Sagrado de Tenochtitlan en compañía del tlatoani Moctezuma Xocoyotzin, quien le dio un recorrido por sus principales edificios, e incluso se dice que tuvo la oportunidad de observar el desarrollo de un juego de pelota, cuyos restos ha ido verificando el PAU en distintos salvamentos arqueológicos”, añadió Barrera.

Bajo el piso de una escalinata remetida a la plataforma que limita al norte el juego de pelota, los arqueólogos ubicaron la única ofrenda ritual hallada hasta ahora en las excavaciones en Guatemala 16. Estaba conformada por varios grupos de cervicales humanas que aún guardaban su posición anatómica, y correspondían a 30 individuos cuyas edades oscilaban desde infantiles hasta juveniles.

La sección del Templo de Ehécatl que se observa al fondo sólo corresponde a una cuarta parte de su totalidad. Los frailes Durán y Torquemada mencionan en sus crónicas el templo dedicado al dios del viento, como un edificio circular con acceso al oriente y techo cónico de paja y cuando los sacerdotes entraban en él emulaban internarse en las fauces de una serpiente porque su acceso y el templo en sí, eran la representación de este animal.

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