‘No podemos dejar de hacer periodismo’

“Con tantos muertos y tanta sangre termina uno en cierta confusión”. Las palabras son de Carlos Moncada Ochoa quien desde hace treinta años investiga los asesinatos de periodistas en México.

Por medio de fuentes hemerográficas, libros de historia y crónicas de distintas épocas, el abogado, periodista y escritor sonorense se ha abocado a reconstruir los fatídicos desenlaces de los profesionales de la información a través del tiempo.

Aun cuando algunos periodistas emigran de sus tierras, hay casos de comunicadores que, cuando retornan, los matan

“Con tantos muertos y tanta sangre termina uno en cierta confusión”. Las palabras son de Carlos Moncada Ochoa quien desde hace treinta años investiga los asesinatos de periodistas en México.

Por medio de fuentes hemerográficas, libros de historia y crónicas de distintas épocas, el abogado, periodista y escritor sonorense se ha abocado a reconstruir los fatídicos desenlaces de los profesionales de la información a través del tiempo.

Su interés por el tema nació cuando se desempeñaba como colaborador de Unomásuno e Impacto. Le llamó la atención un crimen en especial. El de un periodista de su estado natal: Jesús Z. Moreno. El diputado y periodista que murió a manos de otro político –Francisco Tejeda Llorca– en mayo de 1922, a las puertas de la Secretaría de Gobernación. 

Dos meses después Tejeda, entonces candidato a senador, murió acribillado por la hija de Moreno, María Pilar. La joven de 14 años mató al asesino de su padre con una pistola “Destroyer 22”. 

A partir de ese momento el interés de Moncada por indagar este tipo de homicidios no cesó. Ha realizado, en palabras del destacado Miguel Ángel Granados Chapa, “la nómina más completa de los periodistas a quienes diversos poderes privaron la vida” en México.

De este modo, en las postrimerías de 2012 sale a la luz “Oficio de muerte. Periodistas asesinados en el país de la impunidad”; su más reciente libro que ya circula bajo el sello de la editorial Grijalbo.

El mismo se propone que “a fuerza de recordarlos y denunciar los atentados, a fuerza de conocer la historia y saber el contexto de cómo llegamos a los niveles de violencia que vivimos ahora contra los comunicadores, a fuerza de recordar a los que no están, impidamos que mueran”.

Moncada considera que a diferencia de su texto publicado en 1991, “Periodistas Asesinados”, que era más un catálogo, su actual obra contiene más crítica “y va más al fondo de las cosas”. 

Por ejemplo, hay un capítulo dedicado a analizar la legislación relativa al ejercicio de este oficio. Si bien Moncada es crítico de esta legislación, porque no es preventiva, reconoce los cambios implementados para castigar al supuesto delincuente. Pero a final de cuentas, “está en manos de la policía detenerlos”, sostiene.

En entrevista exclusiva con Reporte Indigo Moncada afirma que aun con el mecanismo que la CNDH diseñó para que si un periodista se sienta amenazado lo notifique, 24 horas para decidir darle protección “son suficientes para que un criminal actúe”.

En su libro el profesor universitario hace un pormenorizado recuento de todos y cada uno de los periodistas asesinados desde el Porfiriato hasta abril de 2012. 

Va desde el crimen del sinaloense José Cayetano Valadés –el director del semanario La Tarántula que en 1879 “fue asesinado para acallar su pluma y favorecer los intereses políticos de un gobernador”–, hasta el asesinato en abril pasado de Regina Martínez Pérez, corresponsal de la revista Proceso.

Se le inquiere al autor qué móviles han cambiado esencialmente en este tipo de crímenes con el correr de las décadas. Dice que en la época de Porfirio Díaz los homicidas eran “los señores, los caciques, los gobernadores de cada región”. Que por cierto, aclara, no eran tan numerosos como ahora.

Luego vinieron los asesinatos de la Revolución donde, al igual que en periodos posteriores, “menudean los conflictos políticos: acallar al periodista”. 

Sin embargo, de 1970 a la fecha, “sin que hayan quedado borradas las manos políticas de por medio, predominan los crímenes que tienen relación con el crimen organizado”. 

Lo que es más. Refiere que al cierre del siglo 20 y, en especial, durante los últimos 10 ó 12 años, en la República mexicana el aumento de periodistas “es explosivo”.

¿Qué hacer? Moncada dice que en su libro trata de comunicar un mensaje de esperanza pero, reconoce, “creo que no lo consigo”.

Destaca el hecho de que aunque algunos medios han optado por omitir los nombres de los periodistas que cubren ciertas fuentes informativas, todo ha sido inútil. Aun cuando emigran de sus tierras, hay casos de que comunicadores que, cuando retornan, los matan.

Lamenta que los medios se protejan “evitando el periodismo de investigación”. Considera la autocensura no es la solución.

Carlos Moncada sostiene que, pese a todo, “el periodista no debe ceder… no podemos dejar de hacer periodismo”, remata.

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