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Las encuestas al banquillo

¿En esta lucha por llegar a Los Pinos y ganar seis gubernaturas, entre otras muchas contiendas, las encuestas  estuvieron a la altura en su trabajo de orientar a los mexicanos sobre las tendencias electorales?

¿A días de que sepamos quién será el próximo presidente de México puede decirse que los estudios de opinión electoral se han conducido éticamente, con imparcialidad, o han sido juez y parte influyendo tendenciosamente a favor de quienes pagan estas investigaciones?

¿En esta lucha por llegar a Los Pinos y ganar seis gubernaturas, entre otras muchas contiendas, las encuestas  estuvieron a la altura en su trabajo de orientar a los mexicanos sobre las tendencias electorales?

¿A días de que sepamos quién será el próximo presidente de México puede decirse que los estudios de opinión electoral se han conducido éticamente, con imparcialidad, o han sido juez y parte influyendo tendenciosamente a favor de quienes pagan estas investigaciones?

¿Las encuestas han cumplido con las normas y estándares científicos, con el rigor metodológico que exigen las muestras  o la calidad de los levantamientos y la supervisión?

En esta contienda presidencial se han levantado encuestas como nunca antes. Y también como nunca han despertado el comentario no solo de profesionistas y gente interesada en la política, sino del hombre de la calle y, por supuesto, de segmentos claves de la sociedad, como jóvenes y  amas de casa.

En los meses de la campaña presidencial, millones de mexicanos han padecido una suerte de encuestomanía, despertándose cada día para ver qué decía GEA, Consulta Mitofsky, Parametría o Covarrubias –por mencionar algunas casas encuestadoras–  sobre quién iba arriba en las encuestas.  Sobre si tal o cual evento le pegó a Peña, sobre si López Obrador lo va alcanzando o no, sobre si Josefina Vázquez Mota podía remontar el pesado fardo de la desilusión de millones de mexicanos sobre los 12 años del PAN en Los Pinos, la crisis de inseguridad o el  mediano desempeño económico, que puede arrastrarla hasta el tercer lugar este domingo.

A esta fiebre por los estudios de opinión se han sumado periódicos como El Universal, Reforma y Excélsior.

En esta atmósfera, está claro que las encuestas se convirtieron en un poderoso instrumento de opinión.

¿Sin las encuestas –o con menos estudios, como era antes–  habría sido diferente la historia? ¿Estarían mejor o peor Peña, AMLO, Josefina o Quadri?

Es difícil decirlo, incluso para el experto. Habrá quienes sostengan, por ejemplo, que  todo este tiempo como puntero (según el consenso de los estudios) ha favorecido a Peña. Otros dirán que el asedio de los jóvenes desde hace semanas sobre el candidato del PRI, y que se reflejó en las encuestas, minó su fuerza.

Prefiero pensar que, en última instancia, las tendencias electorales en las campañas presidenciales, reflejaron principalmente la voz mandante de los encuestados. Su percepción forjada en su cotidianeidad,  y sus razones y sinrazones respecto a cuál de los candidatos a la Presidencia de la República satisface sus expectativas  y puede resolver los problemas que más le afectan.

Se trata, en suma,  de las fuerzas que  conforman el principio pilar de las encuestas de que percepción es realidad.

¿Hubo encuestas cuchareadas, como dice AMLO? ¿Traicionaron las casas encuestadoras la ética del trabajo y movieron resultados a voluntad de su cliente?

La práctica persiste, pero, por suerte, no es el caso común.  Creo que, en términos generales, los números finales del consenso de las encuestas  –Peña  a la cabeza, López Obrador a una distancia de 7 a 10 puntos, y Josefina en tercer lugar– reflejan  las tendencias a unos días de la elección.  

Por supuesto que puede haber sorpresas porque está el interrogante del comportamiento de los indecisos. Además de que las encuestas, aunque estén bien hechas, no miden imponderables como el desempeño relativo de los diferentes partidos en la movilización del Día D.

El problema del rigor metodológico en la elaboración de encuestas es más extendido, y sin duda ha ocasionado confusiones en el electorado. A muchos les llamó la atención, por ejemplo, que Reforma, en 20 días (de mayo 31 a junio 20), ampliara de 4 a 12 puntos la ventaja de Peña sobre AMLO, alineando el último estudio con el consenso de las grandes casas encuestadoras.

En suma, en una escala de 1 a 10, donde uno es muy malo y 10 es muy bueno, el trabajo de las casas encuestadoras en la antesala de la elección presidencial no tienen 10, pero tampoco están reprobadas.

Hay mucho por hacer. Gran parte de la solución a  los problemas de las casas encuestadoras para mapear de manera más efectiva la percepción de los mexicanos tiene que ver con la autocensura para avanzar en los códigos éticos y con el esfuerzo de cada quien por hacer estudios con mayor rigor científico, pero me temo que estas recetas son insuficientes y hay que trabajar en un marco normativo. 

* El autor es director de Opinión Pública Marketing e Imagen, una casa encuestadora con sede en Monterrey.

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