Dreamers: ¡no somos criminales!

La cacería de inmigrantes en Estados Unidos parece haber comenzado con el triunfo del republicano Donald Trump, quien entre sus promesas de campaña se comprometió a deportar a los millones de indocumentados, incluidos los dreamers

 

No tuve oportunidad de crecer profesional y laboralmente. Después de estar un largo tiempo decidí regresar” 
Feliperegresó a México,
vivió en Illinois

La cacería de inmigrantes en Estados Unidos parece haber comenzado con el triunfo del republicano Donald Trump, quien entre sus promesas de campaña se comprometió a deportar a los millones de indocumentados, incluidos los dreamers

 

No todos los inmigrantes tienen las mismas oportunidades y los dreamers, quienes parecían tener un futuro más claro en los Estados Unidos, penden de un hilo.

 

El Programa de Acción Diferida para Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) ha permitido desde 2012 a más de 700 mil jóvenes ilegales frenar su deportación obteniendo un número de seguro social, permisos de trabajo durante dos años y licencia de conducir. Ahora este programa parece esfumarse.

 

Las organizaciones como US-Mexico Foundation en Estados Unidos, apoyan a estos jóvenes ilegales para alcanzar una carrera profesional y una mejor calidad de vida, y suelen acercarlos a su cultura de origen.

 

“Como organización existe la incertidumbre de lo que sucederá con la situación de jóvenes ilegales y el programa DACA, sin embargo, creemos que existe una brecha de oportunidad para educar al presidente electo de Estados Unidos y así, contribuir a que él pueda tomar posturas más moderadas”, señala Rebeca Vargas, directora ejecutiva de US-Mexico Foundation.

 

Considera que la labor de la organización cobra más importancia que nunca, pues existen jóvenes ilegales mexicanos que han contribuido en gran medida a ese país y no merecen ser tratados como criminales.

 

“En los pasillos de la organización se han escuchado las voces de jóvenes indocumentados que tienen miedo y les preocupa su futuro, jóvenes que han perdido de nuevo la confianza en si mismos”, dice en entrevista Rebeca Vargas.

 

La directora ejecutiva de US-Mexico Foundation aclara que enseñan a los jóvenes que hay dos opciones ante la adversidad: levantar la cabeza o agacharla todavía más.

 

“Conozco jóvenes que han vivido aquí desde muy pequeños, que han contribuido con acciones positivas, que se han enlistado a las fuerzas armadas y que tienen un gran amor por los Estados Unidos, son ellos, quienes pueden empoderar a la comunidad y demostrarle al presidente electo de los Estados Unidos que se puede tomar mejores decisiones”, afirma la activista.

 

Los ‘dreamers’ no tienen mucho para sonreír, ya que independientemente de la eliminación del programa, Trump ha prometido durante su campaña encarcelar a los millones de inmigrantes con antecedentes criminales, entre los cuales entrarían algunos ‘soñadores’ al estar fichados por ser indocumentados. 

 

Medios como The Washington Post y el mandatario actual Barack Obama han pedido al republicano Donald Trump continuar con el programa DACA. 

 

El diario señaló que de retirar el programa, el presidente electo estaría entrando en un acto de ‘maldad gratuita’ que no le favorecería.

 

Por su parte Obama hizo referencia a defender a los jóvenes indocumentados que “como niños, han estudiado, han declarado juramento a la bandera y han servido en las Fuerzas Armadas”.

 

La espera es larga y la incertidumbre le acompaña.

 

‘Todos tenemos un sueño’

 

Jesús Íñiguez nació en la Ciudad de México, sus padres son de Michoacán, tiene 33 años y 31 viviendo en Estados Unidos, ahora está en California. No conoce México.

 

“Mi situación no ha sido fácil, me tocó vivir la deportación de mis padres, actos de racismo y la negación a diversas oportunidades”, recuerda con tristeza Jesús Íñiguez, quien pertenece a DACA y hace dos años encontró una mejor oportunidad laboral.

 

“Estudié en una universidad pública de California, logré una carrera en Sociología y otra en Estudios de Migración”, comenta el joven.

 

“Mi vida está aquí, mi familia, mis amigos, mis estudios, mi trabajo y mi novia, no conozco nada más”, confiesa.

 

Una parte de Javier se acostumbró a vivir con el racismo, sólo le preocupan sus padres y las personas que no saben defenderse.

 

“Lo que yo estoy viviendo es el sueño americano de mis padres. Cuando pienso en los jóvenes que 

desean aventurarse por el mismo sueño que ellos, sé que más bien será el de sus hijos”, dice este chico de 33 años de edad.

 

Comenta que sumado al racismo, los estadounidenses los han segregado en indocumentados buenos y malos, donde por errores que cualquiera puede cometer, ellos son condenados.

 

“No somos criminales, somos inmigrates. No somos indocumentados, sólo tenemos documentos que pertenecen a otro país. No somos ilegales, ninguna persona nace siendo ilegal. Todos tenemos un sueño”.

 

De periodista a nada

 

Stephi Rodríguez es una mexicana de 26 años que comenzó una nueva vida en Estados Unidos. Es residente, pensó que las oportunidades al ser legal serían más.

 

“Cuando llegué a Kentucky por primera vez pensé que las oportunidades se me darían fácilmente, fuera de los actos de racismo, estaba empeñada en sobresalir dentro de esa sociedad, pero enseguida topé pared.

 

“Al sumergirme en la búsqueda de trabajo con un dominio del idioma, experiencia y un título profesional en mano, me di cuenta que mis estudios no valían. Me explicaban que nuestro nivel de educación como mexicanos era tan bajo, que mi título no podía ser válido y mi nivel de educación había quedado en un punto básico”, comenta Stephi.

 

La mujer de 26 años busca ahora revalidar su educación preparatoria, que, como residente, ya forma parte de un derecho, sin dejar de lado el precio elevado por hacerlo. 

 

“Los estados son independientes y tienen reglas propias, Kentucky no tiene las mismas oportunidades que California, por decir algo, allá las personas indocumentadas tienen la oportunidad de estudiar”, señala.

 

Las promesas del presidente electo, Donald Trump, le causan más que un temor una incertidumbre, sabe que está legal y prefiere esperar.

 

“Lucharé por mis derechos hasta donde pueda llegar, hay muchas cosas que ya no asustan”, expresa con seriedad Stephi Rodríguez.

 

De la nada a lo professional

 

Felipe tiene 29 años, llegó a Estados Unidos cuando tenía ocho y después de una larga travesía junto con sus padres logró nacionalizarse.

 

“Era rebelde, creía que tenía razón, me quise quedar aún cuando mi familia decidió regresar. Como ciudadano, tenía las mismas oportunidades, vivía en Illinois”, dice Felipe.

 

Felipe tenía dos nacionalidades, un dominio del idioma y una vida allá, siempre se preguntó ¿qué podía salir mal?

 

“No tuve oportunidad de crecer profesionalmente y laboralmente. Después de estar un largo tiempo decidí regresar a pesar de no estar tan animado”, refiere Felipe.

 

El joven de 29 años expresa que al llegar tuvo la suerte de ser recibido y apoyado por su familia, entonces, la motivación llegó sola.

 

“Todos esperan que les llegue el ‘sueño americano’ pisando bajo, estando marginados y sin más aspiraciones de avanzar. Yo no fui por un sueño precisamente, había formado parte de un plan familiar por mejorar. Representaba el sueño de mis padres. Yo sólo buscaba vivir”, comenta.

 

Al llegar a México comenzó una carrera en Relaciones Internacionales, se graduó, consiguió empleo y ahora estudia la maestría.

 

“Siempre agradeceré la oportunidad de regresar, sólo que yo también formé parte de mi solución y me construí oportunidades”, expresa con orgullo Felipe.