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Su medalla al héroe

La mañana del 12 de diciembre del 2011, Gonzalo Miguel Rivas Cámara, un ingeniero en sistemas computacionales, que hoy tendría 53 años de edad, que trabajaba para la estación de servicio Eva, se despidió de su esposa como lo hacía todos días: le besó la boca y le encargó -como siempre lo hacía-, que cuidara mucho a las niñas. No sabía que ese era su último día que estaba de pie.

 

Algunos sectores consideran que la postulación de Gonzalo Rivas es una distracción del sistema para criminalizar el movimiento estudiantil de Ayotzinapa 

La mañana del 12 de diciembre del 2011, Gonzalo Miguel Rivas Cámara, un ingeniero en sistemas computacionales, que hoy tendría 53 años de edad, que trabajaba para la estación de servicio Eva, se despidió de su esposa como lo hacía todos días: le besó la boca y le encargó -como siempre lo hacía-, que cuidara mucho a las niñas. No sabía que ese era su último día que estaba de pie.

 

Estaba casado con Rosalba Casimiro desde hacía 10 años y para que no faltara nada en su casa, compensaba sus ingresos como encargado del buen funcionamiento de las bombas de gasolina, con su gran pasión: el mantenimiento de las computadoras. Eso fue lo que lo llevó a ser parte de la plantilla de trabajadores que sacaban a la luz pública el diario El Sol de Chilpancingo.

 

Era un hombre amoroso, lo que más amaba en el mundo eran sus dos pequeñas, por eso -dice su viuda, ellas fueron lo último que recordó al salir de su casa, aquella mañana en que no se anunciaba nada extraordinario en el municipio, hasta que apareció un grupo de estudiantes causando disturbios.

 

En El Sol de Chilpancingo, algunos de sus compañeros de trabajo, quienes hablaron a reserva de preservar el anonimato por el temor que tienen por la polarizada decisión del Senado de la República de otorgarle post mortem la Medalla Belisario Domínguez, recuerdan a Gonzalo como “un hombre servicial, al que le gustaban las bromas, aunque pocas veces sonreía”.

 

A casi cinco años de su muerte, a Gonzalo Miguel Rivas lo siguen llorando en su casa. Su viuda no se acostumbra a su ausencia, sintetiza todo el sentir que tiene cuando asegura que tras la muerte de su marido todo se le derrumbó. Sus hijas todavía no saben la razón por la que su padre no está con ellas.

 

Provoca opiniones encontradas

 

En Chilpancingo, Miguel Rivas ha desatado la polémica. Su designación como recipiendario de la Medalla Belisario Domínguez ha polarizado a la sociedad. Algunos sectores, los que se han fanatizado con la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, lo consideran inmerecedor del reconocimiento oficial. Otros, en el sector oficial, lo consideran un héroe.

 

Mientras para algunos sectores, entre ellos asociaciones de periodistas y grupos magisteriales, la postulación de Gonzalo Rivas a la presea oficial es una distracción del sistema para criminalizar el movimiento estudiantil, para otros, como el mismo gobierno estatal, es un acto de plena justicia.

 

El promotor para que Gonzalo Rivas reciba el reconocimiento post mortem fue el también fallecido Luis González de Alba, del que el secretario de Gobierno del estado de Guerrero, Florencio Salazar 

Adame escribió: “como el Cid, Luis González de Alba, sigue ganando batallas después de muerto”, en alusión a la aceptación del Senado a su propuesta.

 

Aunque muerto, Gonzalo Miguel Rivas es el primer ciudadano que, sin destellar en las bellas artes, la cultura o la política, recibirá la máxima condecoración que entrega el Senado de la República a los servidores de la patria; la viuda del ingeniero en sistemas computacionales, Rosalba Casimiro, será quien reciba la tan alta condecoración el próximo 24 de noviembre.

 

El mérito de Rivas para alcanzar la máxima distinción es haber ofrendado su vida, al haber evitado una explosión mayor en la estación de servicio Eva, la que fue incendiada por estudiantes normalistas la mañana del 12 de diciembre del 2011, justo a unas horas que Gonzalo Rivas había llegado al trabajo.

 

El acto heroico del ingeniero, el que también tenía formación militar luego de haber alcanzado el grado de Teniente de Fragata dentro de la Marina Armada de México, fue equiparado en el Senado de la República con el de Jesús García Corona, el Héroe de Nacozari, quien en 1907 sacrificó su vida para evitar que un vagón con dinamita explotara en esa población de Sonora.

 

Fue el presidente del Senado de la República, Roberto Albores Gleason, quien desde la tribuna calificó como “héroe anónimo” a Gonzalo Rivas, del que dijo que en la acción que lo llevó al reconocimiento oficial “fue un acto heroico que no deja pie a otras lecturas, sino solamente al reconocimiento de Gonzalo Rivas con todas sus palabras”.

 

Tras haber evitado que explotara la gasolinera, al cerrar las seis bombas despachadoras de combustible, terminó con quemaduras en el 37 por ciento de su cuerpo, las que finalmente le costaron la vida el 1 de enero del 2012, de las que, aseguran sus familiares, los únicos responsables fueron los estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, que iniciaban sus movilizaciones sociales.

 

El Senado de la República determinó que le sea entregada la Medalla Belisario Domínguez, en una ceremonia solemne que será encabezada por el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, quien hará entrega de la medalla y el pergamino a la viuda Rosalba Casimiro, que asistirá al evento acompañada de sus dos hijas.

 

De esa forma, este ciudadano que dio su vida para evitar una conflagración mayor que hubiese cobrado más vidas, se suma a la lista de mexicanos distinguidos por el Senado, por su aportación a la patria, entre los que se encuentran Miguel Ángel Granados Chapa, Antonio Ortiz Mena, Javier Barros Serra, Luis Álvarez, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Ernesto de la Peña Muñoz, Manuel Gómez Morín, Eraclio Zepeda Ramos y Alberto Bailléres González.