Todo un parto

Abril Zapote no tiene ni 30 años y ya ha tenido dos partos. El primero, recueda, fue una experiencia traumática.

 

“Algo de mí se quedó en el hospital”, dice con los ojos razados. Para ella, el parto medicado fue una nueva forma de violencia contra su integridad como mujer.

J. Jesús Lemus J. Jesús Lemus Publicado el
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Siempre tengo un pie puesto en el zapato, para cuando vienen a buscarme, porque ya va a nacer el niño” 
Jovita Barragánpartera

Abril Zapote no tiene ni 30 años y ya ha tenido dos partos. El primero, recueda, fue una experiencia traumática.

 

“Algo de mí se quedó en el hospital”, dice con los ojos razados. Para ella, el parto medicado fue una nueva forma de violencia contra su integridad como mujer.

 

El segundo “fue más humano y cálido”, asegura. Se hizo acompañar de una partera que en todo momento estuvo con ella en el trance natural de dar a luz.

 

Está convencida de que en México la labor de las parteras debe revalorarse. Que se deben instrumentar políticas públicas que permitan una participación más abierta, más profesional, y más remunerativa para las mujeres que, por convicción de género, acompañan a otras en el proceso de generar vida.

 

Sin embargo, la realidad de las parteras en México es otra: son parte de uno de los sectores más abandonados y desvalorizados por el propio sistema de salud oficial.

 

“Una partera competente es mejor en la atención a mujeres”, asegura la representante del Fondo de Población de la Organización de las Naciones Unidas, Elsa Santos.

 

No solo por el compromiso de género, agrega, sino por la propia visión que tienen del proceso natural de dar a luz, por lo que es necesario un mejor marco regulatorio para su actividad.

 

En México, pese a los esfuerzos aislados que se han hecho para incluir a las parteras dentro del sistema nacional de salud, poco se ha logrado. A la fecha no existe un marco regulatorio que garantice la seguridad de esa profesión, ni mucho menos se han podido consolidar los requerimientos de una mayor capacitación para las mujeres dedicadas a ese servicio.

 

Dentro el marco jurídico nacional, en los artículos 1 y 2 de la Constitución mexicana, así como en el 6 y 93 de la Ley General de Salud (LGS), la partería tradicional está solo reconocida como parte de la medicina tradicional, pero no está facultada como profesión.

 

De acuerdo a estadísticas de la Secretaría de Salud, 6 de cada 100 nacimientos en las zonas rurales son atendidos por parteras, y en las regiones indígenas alcanza el 17 por ciento de los nacimientos.

 

Según el estudio “El Estado de las Parteras en el Mundo”, elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Comité Promotor por una Maternidad Segura en México, en nuestro país el personal que presta servicios de partería incluye parteras profesionales, parteras técnicas, enfermeras obstetras, enfermeras generales, médicos generales y gineco-obstetras.

 

Pero uno de los grupos que más participan en la labor de partería son las mujeres que no necesariamente han tenido un proceso de capacitación formal, a las que se les reconoce como “parteras tradicionales”, en las que recae la responsabilidad de la atención de la salud sexual, reproductiva, materna y neonatal, en zonas marginadas.

 

Parteras y salud reproductiva

 

Las entidades federativas que, a veces por usos y costumbres y otras por marginación de las zonas pobladas, registran una mayor actividad de parteras, son Veracruz, Guerrero, Chiapas, Puebla, Tabasco, San Luis Potosí, Michoacán, Campeche y la Ciudad de México, donde se estima que las propias parteras han contribuido a disminuir el índice de muertes materno infantiles.

 

“De no ser por las parteras tradicionales”, dijo Jovita Barragán, partera de Iguala, en el estado de Guerrero, “los índices de muertes relacionadas al acto del parto, serían mucho más elevadas de las que se conocen a la fecha”.

 

Jovita está convencida de que, aun cuando los conocimientos de las parteras son suficientes, “nunca estará de más aprender otras cosas que ayuden en la atención antes, durante y después del parto”.

 

A ella, quien no tuvo una formación obstetra formal, y finca sus conocimientos en lo heredado de su madre, le gustaría ir a la escuela para “redondear” lo que ya sabe.

 

“No es en un afán egoísta, sino más bien para poder servir mejor a las mujeres que solicitan mis servicios”, dice Jovita, quien atiende en forma mensual entre 3 y 5 partos. 

 

“Y hasta la fecha, desde hace 12 años, no se me ha muerto un solo niño”, asegura con orgullo.

 

Ser partera es una labor sacrificada. Jovita no sabe a qué hora se le va a necesitar. Por eso siempre esta lista.

 

“Siempre tengo un pie puesto en el zapato, para cuando vienen a buscarme, porque ya va a nacer el niño”, detalla.

 

Sabe a qué hora sale de su casa, pero nunca sabe cuándo va a regresar.

 

“Me ha tocado atender hasta por tres días partos difíciles”, indica, y en ese lapso se aleja de sus dos hijos y su marido para dedicarle todo el tiempo y concentración a su paciente.

 

Es poco lo que gana por parto. A veces cobra 200 pesos y cuando mejor le va, le pagan hasta 800. 

 

“La gente no tiene para pagar. Aquí la gente es muy pobre”, asegura, por eso a veces acepta que le paguen con gallinas.

 

Una vez le pagaban con dos caballos, pero ella decidió no llevárselos.

 

“Eran con los que trabajaba el señor”, explica, por eso aceptó que le pagaran de poco, en abonos, solo para recuperar los 150 pesos que invirtió en el taxi que la llevó hasta la casa de la paciente.

 

Jovita viene de una dinastía de parteras, su madre, abuela y bisabuela, y todas las mujeres que la antecedieron se dedicaron al servicio de la vida. Los conocimientos con los que ejerce son empíricos, transmitidos a través de la práctica, y de ello se siente orgullosa, pero reconoce que le gustaría aprender más, “no para ser como un doctor, pero sí para tener más seguridad en mi trabajo”.

 

Falta capacitación

 

De acuerdo a la presidenta de la Asociación Mexicana de Partería A.C., Cristina Alonso Lord, una de las principales demandas de las mujeres dedicadas a la atención de partos, principalmente aquellas consideradas como parteras tradicionales, es la capacitación, a fin de alcanzar “un mejor ingreso económico”.

 

Por esa razón, en la Asociación Mexicana de Partería A.C. le apuestan a la posibilidad de una mejor capacitación para las mujeres dedicadas a esta profesión.

 

“A la fecha, solo 22 parteras se encuentran trabajando como profesionales dentro del sistema nacional de salud”, explica Alonso Lord.

 

En consecuencia, la mayoría de las parteras trabajan en forma independiente, expuestas siempre a las condiciones de riesgo que implican los traslados a deshoras y los desplazamientos a domicilio en zonas de difícil acceso, donde el acecho la delincuencia las hace exponer su vida por traer una nueva al mundo.

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