Los niños del narco

Los reclutadores del narco se parecen a los amigos. Su aparente éxito atrae miradas. Usan ropa de marca, teléfonos celulares , autos último modelo y se rodean de personas hermosas. Es riesgoso, es mal visto, es criminal y tentador. Un día te invitan a su mundo. Se arreglarán todos tus problemas de dinero y sólo es cosa de matar, piensas. Llegó el día y fuiste invitado. Lo piensas. Matar, matar, matar... Otro día la invitación expira y tienes una pistola en la cabeza. Matar o morir es ahora la regla. 

Así es la narcoexplotación de adolescentes.

Julio Ramírez Julio Ramírez Publicado el
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Cayó casi 70 por ciento la detención de menores de edad en este sexenio
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Los reclutadores del narco se parecen a los amigos. Su aparente éxito atrae miradas. Usan ropa de marca, teléfonos celulares , autos último modelo y se rodean de personas hermosas. Es riesgoso, es mal visto, es criminal y tentador. Un día te invitan a su mundo. Se arreglarán todos tus problemas de dinero y sólo es cosa de matar, piensas. Llegó el día y fuiste invitado. Lo piensas. Matar, matar, matar… Otro día la invitación expira y tienes una pistola en la cabeza. Matar o morir es ahora la regla. 

Así es la narcoexplotación de adolescentes.

—Oye, hay un chavo que me invita a hacer un trabajo, es de artillero.

—¿Artillero, Pepe? ¿En el Ejército?

—No, con una banda.

—¿En qué consiste el trabajo?

—Matar a personas. Que me pagan 50 mil pesos.

Un miembro de una ONG que ayuda a jóvenes en riesgo de narcoexplotación muestra el diálogo con Pepe en la pantalla de su teléfono. La historia de este adolescente es como la de muchos niños y jóvenes que se ven obligados a ingresar en las filas del crimen organizado. 

Las estadísticas de la PGR indican que desde el 2006 hasta la fecha han sido detenidos más de 7 mil niños y adolescentes acusados de delitos relacionados con el crimen organizado .

Casi el 90 por ciento de estos menores de edad , 6 mil 450, fueron detenidos entre el 2006 y 2012, años que comprenden el sexenio pasado que encabezó el expresidente Felipe Calderón.

En el 2010 y 2011 el número de detenciones de menores por delincuencia organizada llegó hasta los mil 200 por año.

En lo que va del actual sexenio –de acuerdo a este reporte de la PGR- se han detenido 683 niños y adolescentes y jóvenes menores de 18 años de edad, lo que implica una drástica caída.

Es decir, mientras de 2006 a 2012 el promedio anual de capturas fue de 921, en los años 2013 y 2014 descendió a 288. 

Cayó casi 70 por ciento la detención de menores de edad en este sexenio… sin que eso sea una buena noticia.

“Cuando hay confrontación de fuego, se requieren soldados de ambas partes, lo que ha hecho el Ejército es que también reclutó a adolescentes en el mundo rural, incrementó su reclutamiento a través del servicio militar anticipado, eso lo denunciamos, afortunadamente ya lo dejaron de hacer, quedó prohibido por ley, logramos que eso se modificara en las leyes militares, pero el crimen organizado por supuesto que no paró y ha seguido reclutando de manera forzada a muchos adolescentes, bajo el tema de ‘te pago o te mato”, denuncia Juan Martín Pérez García, director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México.

El investigador reconoce que historias como la de Pepe, un niño que fue contactado por los grupos del crimen organizado la semana pasada para ser reclutado como sicario, pasan todos los días en el país.

—Creo que te están engañando y tienes que negarte, entre sicarios no están pagando tanto dinero y corres el riesgo de cruzar las puertas del Infierno. —le dice el entrevistador.

—Ya hasta me amenazaron.

—Sé que tienes tiempo en malos pasos, sugiero lo pienses con más detenimiento.

—Es tiempo de correr. 

—No lo pienses mucho. Salte del lugar en donde estás. ¡Hoy mismo! —le recomienda.

—¿Y dónde me quedo?

—¿Llama al albergue? Ellos podrían buscar algún lugar.

—¿Estas personas saben de ese albergue?

—No.

El caso más sonado es el de “El Ponchis”, un niño sicario de Morelos que fue detenido por militares. En Chihuahua, hay un niño de 16 años que aceptó su participación en 50 asesinatos. En el Distrito Federal está el caso de “Ramoncito”, quien fue condenado a cinco años de prisión por su participación en al menos dos homicidios. Se le acusa de haber dejado parapléjico a un policía de la Bancaria e Industrial.

Morir o matar

Las investigaciones judiciales y la inteligencia rastrean a los integrantes de los grupos delincuenciales y sus conexiones. A los narcos les preocupa dejar rastro y reclutan a jóvenes y, pasado cierto tiempo, los desechan. Los adolescentes se convierten en presas.

Juan Martín Pérez García critica que no exista en México un mecanismo de vinculación de los jóvenes que viven esta problemática en el que encuentren seguridad y protección para denunciar al crimen organizado y obtener protección del Estado. Los muchachos se ven obligados a participar en las actividades de estos grupos y son criminalizados, cuando deberían considerarse como víctimas.

“Se están viendo como un peligro para la sociedad. Vemos a más chicos que cometen delitos federales y tal, pero es a la inversa, tenemos a más chicos expuestos al peligro, sin que el Estado, en sus distintas expresiones, esté haciendo nada más que encerrarlos”, alerta.

El encierro, de acuerdo con el especialista, es la peor forma de profundizar el fenómeno, porque llegan a un sistema que aunque teóricamente no es carcelario, en los hechos y en la cultura lo es y ahí se enganchan en dinámicas todavía de mayor riesgo.

Los adolescentes en estas circunstancias requieren del cobijo del Estado, pues al haber participado en los cárteles de la droga poseen información que puede ayudar a que las autoridades ubiquen la actuación de otros integrantes de las mafias. Se han dado casos en que los jóvenes que son arrestados son asesinados en los centros tutelares por integrantes del crimen organizado.

Pérez García afirma que hace falta crear mecanismos que ayuden a que los jóvenes puedan escapar y recibir ayuda: “Esto no significa necesariamente que se vuelvan ni testigos protegidos o demás, algunos podrían, si quieren hacerlo, pero esencialmente se trata de protegerlos y de garantizar su integridad y seguridad”.

—Sal corriendo de ahí —le dice el miembro de la ONG a Pepe.

—¿Cómo? Si tengo miedo.

—Llévate poca ropa y no le avises a nadie. Tira el chip de tu celular en la calle.

—Pero, ¿a dónde?

—No le avises a nadie. Ya hablé con Rafa (otro voluntario). Te reciben en el albergue. Voy al rato. Tú decides si te quieres salir, pero la idea es que ya no regreses. 

—Voy a juntar para rentar un cuarto y ya.

—¿Y realmente tienes tiempo? Te van a presionar para que dispares. Y después te matan. Así funciona. No dejan testigos. —le advierte al menor.

De no ir a prisión, en la organización criminal llegará un momento en que, por la misma información  que poseen, requieren ser suplantados y los pistoleros mayores enganchan a otro joven para que lo mate.

“Ahora hay una especie de escalerita, de alguna forma ya hay manera de hacer seguimiento e investigación, y el método más fácil y barato es usar adolescentes, que a su vez otro adolescente mata y a su vez se va haciendo una cadena”, advierte el psicólogo de la UNAM experto en temas de niñez y adolescencia. 

A los jóvenes capturados los llevan a un centro tutelar de menores en donde no son tratados de manera que se les pueda reinsertar en la sociedad y terminan yendo a “universidades del crimen y el delito”. Los jóvenes del narco son tratados como victimarios aunque también son víctimas. Son condenados al encierro, aunque fueron obligados a trabajar para el crimen.

“(En el caso de Ponchis, el niño sicario) nadie escuchó ni recordó que cuando es detenido, y presentado ilegalmente a los medios, lo primero que dijo es que había sido levantado, que había sido drogado, y él reconocía su participación en cuatro homicidios, pero todo mundo se quedó en los homicidios y nadie observó ni destacó que había sido reclutado de manera forzada.

“Los estamos revictimizando, son reclutados, son forzados para participar con el crimen y cuando son detenidos por el Estado no es para protegerlos sino para procesarlos como delincuentes, entonces hay una doble victimización”, señala el director ejecutivo de la Redim.

 Por todos los elementos que convergen en el fenómeno, de ninguna manera se puede considerar que sea una buena noticia la baja en las detenciones de menores que participan en las filas del narco, ya que no hay cifras oficiales que indiquen que se está apoyando en su protección.

“El descenso (en capturas de jóvenes) habla de una estrategia distinta y me permitiría sugerir una hipótesis delicada y peligrosa, sin duda: ¿Hasta dónde muchos de estos niños no están siendo detenidos porque se está incrementando el homicidio y la desaparición?.

“Creo que es muy importante que se cree una estrategia atendiendo las recomendaciones internacionales para poder conocer los patrones que está teniendo el crimen organizado en este reclutamiento o narcoexplotación de chicos y chicas y dónde están aquellos que ahora ya no están siendo detenidos, porque esto no significa necesariamente que no estén siendo víctimas”.

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