Lo mandan a la goma

Los Mayas lo llamaban Tzicli. Un látex arbóreo que se encuentra en el chicozapote, árbol que crece en la Selva del Gran Petén de Campeche y Quintana Roo.

Por siglos su comercialización unió a los pueblos de Mesoamérica, y hasta 1994 fue considerado -junto con el petróleo, los minerales y el azufre- un producto estratégico de México.

Sin embargo, el desarrollo de los nuevos polímeros sintéticos del petróleo han llevado al chicle de los Mayas a las puertas de la aniquilación.

De 5 mil toneladas de látex natural que se extraían en los años 40, hoy apenas se producen 200.

5,000
Toneladas de látex natural se extraían hace 40 años

Los Mayas lo llamaban Tzicli. Un látex arbóreo que se encuentra en el chicozapote, árbol que crece en la Selva del Gran Petén de Campeche y Quintana Roo.

Por siglos su comercialización unió a los pueblos de Mesoamérica, y hasta 1994 fue considerado -junto con el petróleo, los minerales y el azufre- un producto estratégico de México.

Sin embargo, el desarrollo de los nuevos polímeros sintéticos del petróleo han llevado al chicle de los Mayas a las puertas de la aniquilación.

De 5 mil toneladas de látex natural que se extraían en los años 40, hoy apenas se producen 200.

El futuro de 46 comunidades de Quintana Roo y Campeche que se dedican a la producción de esta materia prima en los 800 kilómetros aptos para la explotación, se encuentra amenazado.

Los precios que pagan los intermediarios por la resina sintética son menores a los 65 pesos que se paga por el kilogramo de chicle natural.

Conseguir este látex requiere horas de recolección y arduo trabajo de los campesinos.

Con machete al hombro, soga amarrada a la cintura y puyas –hierros con puntas- en los pies, comienza su jornada.

Pasan horas trepados en los árboles de chicozapote, mientras clavan las puyas sujetas a sus pies para sacar el líquido de la corteza.

Se obtiene haciendo cortes en zigzag para que la savia emane poco a poco y pueda ser recolectada.

Solo se puede drenar el árbol cada dos o tres años y solo entre julio y febrero.

Como es rico en carbohidratos y alcaloides, las poblaciones mesoamericanas lo utilizaban para satisfacer la sed y el hambre, pero también para limpiar los dientes.

Cuenta la historia que cuando el expresidente Antonio López de Santa Anna fue exiliado a Estados Unidos se llevó una buena dotación de bolitas masticables de Tzicli.

El fotógrafo y científico estadounidense James Adams lo observó e ideó la forma de comercializar ese producto.

Le puso saborizante, color y aroma, y creó la primera fábrica de chicles Adams, con una inversión de 50 dólares.

Los primeros chicles que salieron fueron sabor regaliz y luego la mezcla tutti-frutti.

En 1880,  William J. White le hizo la competencia y lanzó al mercado los chicles Yucatán, los cuales tenían sabor a menta.

Así, el Tzicli que exportaban los Mayas inundó los mercados internacionales.

Entonces llegó la goma de mascar hecha de acetato polivinílico producido por la empresa de neumáticos Goodyear y le ganó terreno.

Hoy se consumen 560 mil toneladas de goma de mascar a nivel mundial.

El chicle orgánico: una nueva oportunidad

El chicle orgánico se presenta como una nueva oportunidad para el renacimiento del Tzicli,.

En el mercado ya se conoce como “organic rainforest gum”, es un producto natural, libre de químicos, elaborado mediante procesos manuales y artesanales que busca cuidar el medio ambiente.

Por lo pronto, mil 500 ejidatarios se agruparon en empresas sociales en busca de nuevos mercados, y es el Consorcio Corporativo de Productores y Exportadores en Forestería (Chizca), el que compra su producto para exportarlo a Europa y Asia.

Ahora los campesinos pueden obtener hasta 2 mil 800 pesos a la semana por la producción del chicle, que se da dos veces al año.

Chizca tiene presencia en Alemania, España, Ucrania, Australia, Japón y Canadá, y negocio su producto en mercados de otros 20 países más.

En este nuevo modelo social productivo participan nueve cooperativas que pasaron de vender goma base a goma de mascar artesanal, el chicle Chicza, 100 por ciento Made in México.

Para poder exportar su producto, los ejidatarios certifican cada año un millón de hectáreas de chicozapote con la empresa internacional Bioagricert. Con ello, se garantiza que el chicle es un producto orgánico, libre de químicos y con fabricación ecológica.

En 2007, Chicza llevó el Tzicli a la Feria de Productos Orgánicos en Europa y fue incluido entre los 20 primeros productos más novedosos.

A la fecha ya tienen una marca, un registro y un peso fuerte en la economía local de los pobladores que habitan la selva del Gran Petén.