Las otras opciones

#VotoÚtil
Por Juan Antonio Zertuche

Hace unos días hice la siguiente pregunta a quienes me siguen en Twitter: ¿Me pueden presentar a un votante del PRI plenamente convencido, sin hueso/despensa de por medio, coaccionado, o manipulado por Televisa?

#VotoÚtil
Por Juan Antonio Zertuche

Hace unos días hice la siguiente pregunta a quienes me siguen en Twitter: ¿Me pueden presentar a un votante del PRI plenamente convencido, sin hueso/despensa de por medio, coaccionado, o manipulado por Televisa?

Tenía la ligera esperanza de encontrar alguna respuesta que me sorprendiera, pero no la obtuve. Me preocupa que no conozco a nadie, ni un solo amigo o conocido, ni un votante libre y convencido –con argumentos sólidos– de otorgar su sufragio al PRI y que no esté relacionado al partido o al candidato. 

Me preocupa porque por más que veo encuestas e imágenes de cierres de campaña llenas de gente con playeras o gorras rojas o camisas blancas con el logo de Peña Nieto, no encuentro a una persona de carne, hueso y mente abierta para dialogar, discutir y contraponer sus ideas y razones, con la de las otras opciones. 

Desde mi entorno y realidad, parece que el PRI y Peña Nieto son una fuerza política que cuenta con un ejército de zombies –y no que no existan en otros partidos, también los hay– que no habla, no dialoga, no discute y no cuestiona, solo sigue. 

Quizá mi entorno social no ayuda mucho: estoy viviendo los últimos años de mis 20s, me informo (a esto me dedico) y me junto con personas que también lo hacen. 

Alan Riding, un ex corresponsal de la década de los 70 y 80 de The New York Times en México, escribió hace poco en el diario estadounidense una columna en la que se pregunta: “¿Se ha instalado la amnesia (en el país)?”. He llegado al colmo de pensar que a estas alturas o no existen los votantes libres que tienen razones desinteresadas para votar por el PRI, o se esconden.

Caso contrario a la pasión que se desborda entre los seguidores o votantes que se inclinan hacia las candidaturas de Andrés Manuel López Obrador y Josefina Vázquez Mota. Aunque esto no quiere decir que no haya quién vote por cualquiera de estas dos opciones sin “hueso/despensa de por medio, coaccionado, o manipulado por ______ (sitio, blog, entorno o red social que gusten)”. 

Si hay algo qué destacar de mis sobremesas, mi timeline en Twitter y el newsfeed en Facebook, son tres cosas: el abrumador antipriismo, la intensidad pro-AMLO y el apoyo a Josefina. Se antoja difícil que cualquiera de las bases –panistas o perredistas– “abandonen” a su candidato.

Se trata de un voto “ciego”, de principios y de congruencia, válido. Pero, ¿qué tanto un escenario Peña Nieto puede mover la mano de último segundo en la casilla electoral? 

El único voto anti-PRI que tendrá una repercusión directa en el resultado de la elección, es un voto por Andrés Manuel López Obrador. 

En principio mi voto no es utilitario, tengo razones para votar a conciencia por la opción que representa AMLO. Pero ante el escenario de estrés actual, creo que son más mis ganas de no ver un regreso del PRI que el deseo de ver una alternativa diferente ganar por primera vez la presidencia. 

Es por eso que suscribo la idea utilitaria de aprovechar el voto en favor de AMLO para dejar en claro la oposición a un sexenio en donde se instaló la violencia, para no retrasar el horario 82 años este próximo domingo, para que no se instale la amnesia colectiva y para no permitir el retorno de viejas prácticas con una fachada supuestamente nueva.

#VotoBlanco
Por Alba Leal

A 48 horas de le elección presidencial, sigo atrapada en el grupo de los switchers. Y no es que tenga dos candidatos favoritos. El problema es que ninguno me convence. Así que estoy entre el voto blanco y el voto útil.

Estoy consciente de que el voto blanco no tiene valor en México, que se va a la basura y solamente sirve para ampliar la ventaja del candidato puntero. 

Pero es la única opción que nos queda a quienes no estamos dispuestos a votar por el menos peor y que además queremos dejar en claro que no estamos de acuerdo con los candidatos impuestos por un régimen político que veta las candidaturas ciudadanas.

Ejercí el voto blanco por primera vez en las elecciones intermedias de 2009. Y me sentí bien, satisfecha por haber emitido un voto congruente con lo que pensaba y sentía en ese momento.

Este año la situación es distinta. Una parte de mí quiere confiar en las propuestas de AMLO y en el trabajo que puede hacer su gabinete. 

Pero luego recuerdo el famoso caso de Juanito; los seis años que Andrés Manuel anduvo recorriendo el país viviendo de las aportaciones hechas por ciudadanos que apoyan su causa (al menos eso ha dicho él); su estrecha y sorpresiva relación con empresarios que hace seis años lo consideraban una amenaza para México; su relación bipolar con Carlos Slim, máximo representante de los monopolios que tanto crítica AMLO como candidato de las izquierdas;  su vínculo con Martín Esparza, líder del SME (no es lo mismo apoyar a los ex trabajadores de LyFC que al líder sindical).

La república amorosa que tanto promueve el candidato del Movimiento Progresista se desdibuja cada vez que habla de las encuestas que lo ubican en segundo o tercer lugar, cada vez que se enfrenta con quienes ponen en duda su triunfo, cada vez que alguien cuestiona su victoria en los comicios de 2006. 

Aclaro que voté por AMLO en 2006, estaba convencida de que era la mejor opción. Y me sumé a quienes exigían el recuento voto x voto. Porque no podía asegurar que AMLO había ganado, pero quería estar segura de que Felipe había triunfado.

Pero ahora, cuando faltan unas horas para ir a votar, no siento esa convicción, la que experimenté las tres veces que voté por Cuauhtémoc Cárdenas y la vez que elegí a Andrés Manuel. 

Es por eso que estoy considerando seriamente la opción de votar en blanco, porque es una forma de expresar lo que siento: que los partidos y coaliciones no escogieron a los mejores candidatos.

Una democracia que deja fuera el voto blanco, que no lo cuenta, es apenas un bosquejo de lo que debería ser un sistema democrático en el que la elección de un candidato y el rechazo de todos los propuestos tengan el mismo valor. 

Si los partidos políticos mexicanos están tan seguros de su calidad moral y de la capacidad de sus candidatos, ¿por qué le temen al voto blanco, por qué sus diputados y senadores no discuten y aprueban una iniciativa para que aparezca en las boletas electorales en 2018?

Coincido totalmente con  el poeta y activista Javier Sicilia cuando dice que el voto blanco es un voto de conciencia. Y quiero tener mi conciencia tranquila.

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