Las “big three”, amas y señoras

Hoy son amas y señoras en los mercados, sólo falta que levanten el pulgar o lo bajen para avalar si un país es confiable o no ante los inversionistas del mundo.

No tienen menoscabo, incluso, en bajar la calificación a 10 bancos mexicanos odesacreditar a las instituciones crediticias de España o Grecia, en detrimento de los propios países.

Hoy son amas y señoras en los mercados, sólo falta que levanten el pulgar o lo bajen para avalar si un país es confiable o no ante los inversionistas del mundo.

No tienen menoscabo, incluso, en bajar la calificación a 10 bancos mexicanos odesacreditar a las instituciones crediticias de España o Grecia, en detrimento de los propios países.

Así, mientras las autoridades se replantean las fallas de regulación y supervisión que ocurrieron y desataron la crisis internacional, las denominadas “big three” –Standard & Poor´s, Moody´s y Fitch- dictan las reglas del mercado de manera unilateral.

Para Panayotis Gavras, responsible del departamento de política y estrategia de Black Sea Trade and Development Bank, estas firmas privadas se han visto forzadas a cumplir una función pública porque los reguladores no han encontrado una alternativa.

Esta suplantación, advierte en su estudio “Las Calificaciones en Juego” publicado en la revista Finance&Development, del Fondo Monetario Internacional (FMI), plantea la posibilidad de evaluaciones incorrectas y engañosas.Incluso, conflicto de intereses al participar en un ámbito, como entidades privadas, que se reserva al sector público.

Una solución, considera el experto, es reformarlas y colocarlas bajo control público, porque no es desconoido que muchos prestatarios necesitan una calificación crediticia para poder captar fondos en los mercados de capital.

“Hoy los reguladores del mundo las utilizan para evaluar el riesgo de las carteras bancarias y determinar cuánto capital debe mantener una institución para protegerse de la insolvencia”.  

Los prestatarios mejor calificados gozan, por lo general, de un acceso más amplio y fácil al financiamiento.

Aunque las calificadoras de riesgo son empresas privadas, su función en los marcosregulatorios se amplió desde 1970, cuando se empezó a evaluar el riesgo de las carteras bancarias y exigir niveles de capitalización.

Los cambios de calificación, admite, mueven los mercados, afectan el valor de los activos y las exigencias de capitalización.

Esto no es malo de por sí, “pero un cambio puede causar una desestabilización repentina, agudizar la volatilidad, o causar un ajuste excesivo del valor de un activo”.

Pero además, admite el economista, siempre existe la sospecha de que las calificaciones están afectadas, por el hecho de que quien les paga es el prestatario potencial y no el prestamista.

Las reformas

Panayotis Gavras plantea una reforma de las calificadoras para que las autoridades les exijan más apertura en lo que respecta a su funcionamiento.

También, explica, se podrían modificar sus modalidades de remuneración para resolverconflictos de intereses.

“Los gobiernos podrían establecer procesos más eficaces de evaluación y acreditación para las calificadoras y sus metodologías”.

Incluso, se podrían crear directorios de inversionistas para mantener la separación entre clientes y calificadoras.

Estos enfoques podrían mejorar la capacidad de respuesta, y reducir el conflicto de intereses “cuando la entidad que busca una calificación favorable es la misma que la paga”.

También propone regular a las calificadoras de una manera más amplia para transformarlas en empresas de servicios públicos.

Se podría eliminar la función de las calificadoras de riesgo, y los reguladores podrían volver a instituir exigencias de capitalización simples y determinadas de antemano para los prestatarios.

“Sin los conflictos de intereses de las calificadoras privadas, habría mayor transparencia y predictibilidad”.

“En cierta manera, todas las alternativas son dañinas porque siempre habrá riesgos vinculados con la regulación y las entidades reguladas”.

Antes y después de Lehman

En especial, los ojos se volvieron hacia ellas cuando el banco Lehman Brothers, el cuarto más poderoso del momento en Wall Street, quebró en septiembre de 2008.

En el momento de su colapso, la entidad poseía las siguientes calificaciones por parte de las grandes agencias: A por parte de S&P; A2 por parte de Moody’s; y A+ por parte de Fitch.

En todos los casos eran unas notas altas -equivalentes a un notable-, impropias de una entidad que iba a quebrar horas después.

Estos y otros hechos, sobre todo la polvareda que han levantado con sus recortes de calificaciones a países de la eurozona -polémicos por haberse producido con retraso, con los problemas de insolvencia ya sobre la mesa, y no por anticipado-, han vertido dudas sobre su futuro.

“Las calificaciones incrementan el riesgo sistémico y podrían ser procíclicas, ayudando a impulsar las inversiones en los buenos tiempos y a acelerar las pérdidas en los malos tiempos”, expone Amadou Sy, subdirector de mercados de capitales del FMI, en un trabajo dedicado a la influencia de las agencias en la crisis.

Calificadoras en corto

>Las calificadoras evalúan el riesgo crediticio de títulos de deuda emitidos por empresas y gobierno.

>Asignan una calificación que va desde la más alta, con poco riesgo, hasta la más baja con una probabilidad de reembolso mínima o nula.

>La industria está dominada por tres firmas: Moody’s y Standard & Poor’s que manejan el 40 por ciento del Mercado cada una, y Fitch que controla el 10 por ciento restante.

>La decana es S&P, que fue fundada en 1860; le siguió Moody’s en 1909; y Fitch vio la luz en 1913.

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