A la caza del General

Hace dos años el hombre que disparó a una distancia de cuatro metros, en posición de tirador, falló en su intento de matarlo. Esta vez, el sicario encargado de cazar al general Mario Arturo Acosta Chaparro logró acribillarlo, luego de esperar pacientemente su llegada al taller mecánico de la populosa colonia Anáhuac, donde arreglaba uno de sus vehículos.

Pese a que sabía que lo perseguían, el general nunca se desmarcó de los trabajos de inteligencia pues actualmente, refieren en el círculo de la milicia, desarrollaba de manera paralela a las autoridades, una investigación para esclarecer el crimen del hijo de Javier García Paniagua, quien fuera secretario de la Reforma Agraria durante la administración de José López Portillo. 

Hace dos años el hombre que disparó a una distancia de cuatro metros, en posición de tirador, falló en su intento de matarlo. Esta vez, el sicario encargado de cazar al general Mario Arturo Acosta Chaparro logró acribillarlo, luego de esperar pacientemente su llegada al taller mecánico de la populosa colonia Anáhuac, donde arreglaba uno de sus vehículos.

Pese a que sabía que lo perseguían, el general nunca se desmarcó de los trabajos de inteligencia pues actualmente, refieren en el círculo de la milicia, desarrollaba de manera paralela a las autoridades, una investigación para esclarecer el crimen del hijo de Javier García Paniagua, quien fuera secretario de la Reforma Agraria durante la administración de José López Portillo.

El general fue gente cercana de García Paniagua para quien trabajó cuando este último era el titular de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad dependiente de la Secretaría de Gobernación.

En septiembre de 2011 el político priista Javier García Morales, hijo de García Paniagua, fue asesinado cuando llegaba a un restaurante de la colonia Providencia en Guadalajara, Jalisco.

El modus operandi con el que fue acribillado Javier García, quien era también nieto del general Marcelino García Barragán, fue muy similar con el que ejecutaron el pasado viernes al general Acosta en el taller de la Anáhuac: un sujeto armado entró al establecimiento y le disparó en cuatro ocasiones directamente al cráneo.

La supuesta participación de dos sicarios, uno el que ejecuta y el segundo el que espera a bordo de una motocicleta en la que ambos se dan a la fuga luego de cometer los crímenes, es otro elemento en común de ambas ejecuciones.

Lo seguían

Quienes se fijaron como objetivo matar al general tuvieron que cazarlo por años para esperar el momento más oportuno de encontrarlo vulnerable y no darle oportunidad de reaccionar con su arma.

Sabían que el astuto general siempre estaba armado y acompañado; que acudía a su oficina en la colonia Cuauhtémoc, que visitaba a su amiga en la colonia Roma, entre otros, que arreglaba sus autos en la colonia Anáhuac.

Minerva Vanessa Karim Demicelis Lotfy, la mujer que fue testigo del atentado ocurrido el 18 de mayo de 2010 en la calle de Sinaloa, de la colonia Roma, no se equivocó en su declaración de aquella fecha: no fue un asalto, iban a matarlo.

Desde esa fecha alguien estaba empeñado en desaparecer al militar retirado que seguía siendo pieza fundamental en la llamada guerra contra el narco de Felipe Calderón, quien lo seguía utilizando como su consejero.

El experimentado militar cuya trayectoria se forjó en la Brigada Blanca, la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y la Coordinación de Seguridad Nacional, escribía un libro con sus memorias tras el atentado del 2010 que lo puso entre la vida y la muerte.

Dada su experiencia en el manejo de información de inteligencia militar, el general tenía a su alcance fuentes de información y métodos que le ayudan a ser eficaz en sus pesquisas.

No sería la primera vez que tras su muerte su nombre se involucre con el narcotráfico y el crimen organizado.

Al general directramente se le acusó de presunta colusión con Amado Carrillo Fuentes, líder del Cártel de Juárez. Por este hecho fue detenido en el año 2000. Y en 2002, un consejo de guerra le impuso una condena de 15 años de prisión.

Luego de casi siete años de reclusión en la cárcel del Campo Militar No. 1, Acosta Chaparro volvió a la vida en junio de 2007.

Lo asesinan al segundo intento

Desde aquel atentado de mayo de 2010 que lo mantuvo en terapia intensiva durante ocho días debido a una perforación del colon y lesiones severas en el riñón, el general sabía claramente que no habían intentado robarlo.

Tenía claro que querían matarlo, así lo reconoció él mismo al director general de Reporte Índigo, Ramón Alberto Garza, durante un encuentro que sostuvieron luego del atentado.

Pero los acuerdos con el primer círculo de poder de la Presidencia de la República, el general retirado no quiso admitir públicamente que esta vez, sus enemigos habían llegado muy cerca.

Luego de meses de recuperación y de una crisis familiar interna en la que sus cuatro hijos, los tres varones a quienes se les conoce como “Los Luises” por compartir el primer nombre de Luis Daniel, Luis Fernando y Luis Javier y la mujer, Ana Luisa, manejaron en completo hermetismo los alcances del atentado, el general retirado, volvió a las andadas.

Por lo delicado del caso, las autoridades de la PGJDF y el mismo general Acosta Chaparro, se empeñaron en desvirtuar la versión de un atentado en mayo de 2010.

Asimismo, los operadores del militar en retiro, fundamentalmente Rodolfo Chumacero Galindo, desestimaron lo que Minerva Vanessa Karim Demicelis Lotfy (la mujer a quien el general visitó la noche del 18 de mayo) declaró ante el Ministerio Público.

Todos, con excepción de esa mujer, se avocaron a resaltar la línea del intento de robo de un reloj.

Pero lo que Karim Demicelis Lotfy vio esa noche y relató ante el Ministerio Público fue contundente para demostrar que alguien quiso matar al general, quien en ese momento había sido contratado para esclarecer el secuestro del ex senador Diego Fernández de Ceballos.

“La testigo refiere que ve que se aproxima un sujeto proveniente de la calle de Tampico, que a una distancia de cuatro metros, dicho sujeto adopta una posición de tirador y le apunta con un arma a Mario Arturo Acosta Chaparro, realizando diversos disparos, observando que Mario Arturo resulta lesionado… mientras que el sujeto agresor se regresa por la calle en la que llegó”, consta en la averiguación previa ACI/T1/0086/10-05 que se inicio por el delito de tentativa de homicidio en el 2010, a la que Reporte Índigo tuvo acceso. 

En la edición número 179 de Reporte Índigo, ¿Quién quiere acallar a Acosta Chaparro? se documentó que Minerva Vanessa fue la testigo más cercana de aquel primer intento de asesinarlo pues lo acompañó hasta la salida del inmueble de Sinaloa 241. 

Ella misma testificó que a pesar de que estaba herido, Acosta Chaparro subió a toda prisa a su vehículo, antes de que llegaran los servicios de emergencia de la ciudad o las patrullas de Seguridad Pública local y condujo él mismo hacia el hospital.

En aquella ocasión, su incondicional chofer, escolta y ayudante, Rodolfo Chumacero Galindo, quien esperaba la salida del general al interior del vehículo, de inmediato intervino para insistir en que el agresor había intentado simplemente robar al general.

Sin embargo, en ningún momento la PGJDF habló de que la víctima hubiese sido despojada de algún bien.

Una cacería a plena luz del día 

A casi dos años de aquel atentado, los interesados en acallar al polémico general lograron cazarlo cuando salía del taller Servicio Europeo, localizado en la esquina de las calles Lago Como y Lago Trasimeno, en la colonia Anáhuac de la delegación Miguel Hidalgo.

Hoy Luis Ruiz Muñoz, el hojalatero encargado de trabajar los vehículos del general y su familia, es testigo clave de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) ante quien ha dicho que un hombre desconocido estuvo esperando pacientemente afuera del negocio la llegada del capitán.

De acuerdo con la averiguación previa, FMH/MH1/T2/140/12-04, horas antes que llegara el general  con su chofer Federico González Mejía y el ex capitán Honorio García Sánchez, uno de sus hijos de nombre Luis Fernando Acosta Chaparro, estuvo en el taller revisando como iban los avances de un vehículo BMW.

Con base en su declaración y la de los acompañantes, la PGJDF elabora un retrato hablado del hombre, del que solo se sabe vestía pantalón de mezclilla y camisa clara,  quien disparó en tres ocasiones al militar lo que provocó su muerte cuando era traslado a la Cruza Roja de Polanco.

En uno de los asientos de la camioneta Ford, tipo Explorer, color azul marino, placas 275-UBK, en la que el general llegó al taller, quedó su arma personal, una pistola calibre 25 que no alcanzó a utilizar en su defensa.

Esta vez los detractores del general no podían volver a fallar. Alrededor de las 18:15 horas del pasado viernes el hombre que lo esperaba le disparó en tres ocasiones con una pistola 9 milímetros a una distancia corta, según explicó el procurador capitalino, Jesús Rodríguez Almeida.

Luego de los disparos, el sicario corrió por la calle de Lago Como, donde presuntamente lo esperaba un cómplice con quien huyo a bordo de una motocicleta.

¿Qué impacto tiene el crimen de un general retirado?. Más aún, de uno con el perfil de Acosta Chaparro, consejero de Felipe Calderón en plena supuesta cruzada contra el narcotráfico.

Y qué decir de la una de las ciudades más seguras del país que presume el Gobierno del Distrito Federal. 

El general fue cazado por sus agresores a plena luz del día al más puro estilo del sicarismo colombiano sin que los miles de policías preventivos hayan podido detener a dos… que huían en una moto.