Jóvenes y presupuesto: los sin futuro

Viernes 10 de agosto, 8:30 a.m., Calle Dakota, Colonia Nápoles, Distrito Federal. A punto de dar vuelta a la derecha para incorporarme en Ohio, el tráfico se detiene. Dos jóvenes de aproximadamente 18 ó 20 años se aproximan a mi vehículo. Sin más, noto que algo no anda bien. Como es costumbre, el instinto no falla. 

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Millones es el costo del avión presidencial, que equivale al presupuesto de 180 mil estudiantes en la UNAM

Viernes 10 de agosto, 8:30 a.m., Calle Dakota, Colonia Nápoles, Distrito Federal. A punto de dar vuelta a la derecha para incorporarme en Ohio, el tráfico se detiene. Dos jóvenes de aproximadamente 18 ó 20 años se aproximan a mi vehículo. Sin más, noto que algo no anda bien. Como es costumbre, el instinto no falla. 

De pronto, un hueco en el estómago. A mi izquierda, un joven apuntándome con una pistola y exigiéndome que baje el vidrio. Del lado derecho, el otro también apuntando, en silencio. Es mentira que toda tu vida pasa frente a ti en un segundo. Al menos en mi caso. Mi mente se fue a blanco. Apenas recordé que según las estadísticas –si es que vivir un asalto se puede reducir a números–, es mejor mantener la calma. 

Después de unos 50 segundos, se fueron. Me habían robado. Junto con el dinero, la computadora y una maleta, se llevaron mi tranquilidad, mis ganas de creer en la gente y mi confianza en que las cosas van mejor. 

Me pregunto si en la punta de esa pistola se refleja la frustración de aquellos que no tienen a dónde ir. 

Justo cuando me tranquilizaba, escuché por la radio dos noticias que me dieron la respuesta. Este año, más de 190 mil jóvenes fueron rechazados por las universidades públicas del país. Y como si viviéramos en un país en el que nada nos hace falta, tan solo dos días de las campañas presidenciales que acabamos de vivir/sufrir costaron 7 millones 469 mil pesos, que es lo que cuesta dar educación a 109 alumnos en el Instituto Politécnico Nacional durante un año. 

¿Qué pensarán esos jóvenes de lo que se gastó en las campañas, y no en ellos? ¿Qué estamos haciendo como gobierno y sociedad con todos esos muchachos que de algo tendrán que vivir, que, sin duda, alguna aspiración y sueño tendrán?

Pues bien, según el presupuesto del ejercicio fiscal 2012 aprobado por la Cámara de Diputados, estamos invirtiendo mucho en educación, poco más 243 mil 311 millones de pesos. De esta cantidad, 32 mil 539 millones son para la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). 

La partida para el rubro educativo es la más alta del Presupuesto de Egresos. En 2012 superó por más de 110 millones de pesos los recursos etiquetados para seguridad. Sin embargo, para muchos no es suficiente. Es claro que en este país no nos sentimos ni seguros, ni con oportunidades para estudiar. 

Hablar de educación en México es complicado. Lo es porque los datos y las estadísticas difícilmente revelan el sentir de los jóvenes que se quedan sin estudiar. 

Juventud frustrada

¿Qué es lo que sucede? En primer lugar, los alumnos que cursan la educación media superior en una escuela pública tienen el derecho conocido como “pase directo” a la universidad. No es necesario ser un alumno destacado, tan solo hay que aprobar las materias y listo. Por ello, el cupo para los alumnos provenientes de preparatorias no incorporadas, ya sea al sistema de la UNAM o del Politécnico, se reduce significativamente. 

De los 62 mil 682 jóvenes que aspiraron a entrar a la UNAM este año, solamente 6 mil 500 pudieron hacerlo. Esto representa 10.36 por ciento del total de candidatos. 

Para ingresar a cualquier universidad pública, se presenta un examen de admisión, y según la demanda de cada carrera, varía el puntaje que se exige a los candidatos para ser seleccionados.

La frustración y el enojo aumentan cuando los rechazados obtienen buenos resultados. Oscar viene del Estado de México, y cuando le preguntamos si había alcanzado el puntaje, nos dijo: “Sí. En la UAM tuve el 92 por ciento (de) 100, y no me aceptaron; en la UNAM tuve 93 (le pedían menos de 90 aciertos), y tampoco”. 

Aldo Iván Ortiz, quien fue rechazado en el IPN y la UNAM, vive una situación parecida. “Llevo un año y medio haciendo el examen, y cada vez que lo hago, me sale que no lo paso. Me he quedado a dos aciertos (…) y, la verdad, me siento muy frustrado. Y cada vez que me dicen que no pasé, me pongo la verdad a llorar, y me siento muy mal porque por dos aciertos no significa que no tenga la capacidad (…). Si no tuviera la capacidad, no hubiera sacado 9.2 en la escuela”.

Existen otros casos, como el de Alma Georgina, estudiante de comercio internacional del IPN, quien antes de ingresar a la universidad, lo intentó durante cinco años. “Presenté el examen 10 veces, dos por año. Lo presenté para el IPN, UNAM y UAM”. 

Para muchos jóvenes, entrar a una universidad pública es la única opción porque no pueden pagar una institución privada. En la Universidad Nacional Autónoma de México, el alumno paga un total de 0.25 centavos por semestre, lo cual incluye inscripción y colegiatura. En cambio, un estudiante del TEC debe pagar este semestre 83 mil 143 pesos. Esta cuota cubre seis materias, el seguro de gastos médicos, que es obligatorio, y el seguro de pago de colegiaturas. Además, a los alumnos de nuevo ingreso se les aplica un cargo de 8 mil pesos. 

Esto es un insulto para los más de 192 mil jóvenes mexicanos rechazados por alguna de las universidades públicas del país, porque mientras ellos no tienen opciones, miles de millones de pesos se destinan a gastos políticos que muchas veces son injustificados.

Alumnos a la calle: entre mitos y realidades

Se entiende que los jóvenes protesten cuando en un país suceden cosas como que el presupuesto del IFE para 2012, que es de 15 mil 958 millones de pesos, supera por más de 12 mil millones de pesos los recursos destinados a la UAM por parte de la Cámara de Diputados, según el presupuesto para el ejercicio fiscal 2012. Con ese dinero podrían estudiar en esa institución educativa 179 mil 571 alumnos.

Desde hace varios años se han conformado movimientos de estudiantes rechazados. Los que cuentan con más seguidores son el Movimiento de Estudiantes Excluidos de la Educación Superior (MAES) y el Movimiento de Estudiantes No Aceptados (MENA), que buscan lograr que se aumente la matrícula de las universidades públicas, que se incremente el presupuesto destinado a la educación superior e impulsar la creación de nuevas universidades con los modelos de la UNAM, la UAM y el IPN. 

Durante julio se realizaron varias marchas. Y esta vez, la protesta encabezada por el MAES se vio nutrida por integrantes del movimiento #YoSoy132, entre otros. Brian Michel Jiménez, estudiante de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, comentó: “Estamos en esta lucha con compañeros del MAES porque creemos que la lucha por la educación es una lucha que nos corresponde a todos. Los procesos que vivimos hoy con la lucha del 132, con la gente de Atenco, con la gente de Cherán, de Wirikuta, lo vemos reflejado en un mismo problema (…): la cuestión de (la falta) de cobertura”. 

La otra cara 

Existen quienes no piensan igual. Yoloxóchitl Bustamante, directora general del IPN, señaló: “Éste es un bono demográfico, como una ola que va pasando, por eso no podemos construir instalaciones para absorberlos a todos de manera presencial, porque dentro de unos años la presencia va a bajar, y entonces, todos ésos serían edificios que no tendrían utilización”. 

Algunos jóvenes que decidieron tomar las calles hablaron de lo que sucede en la Normal Superior. Sulema Estrada, líder de esa institución, dijo: “Estamos aquí porque en la Normal también tenemos rechazados a pesar de que hay lugares. De 630 lugares de la matrícula, solo 580 hicieron el examen, es decir, todavía hay 50 lugares, y aun así están rechazando a 204 compañeros”. 

Sin embargo, la directora general del IPN aclaró que esos alumnos no obtuvieron el puntaje necesario para ingresar y que este requisito no se puede eliminar. 

También habló de la segunda vuelta del examen del Politécnico. “Cuando ocurre el primer examen, nosotros asignamos básicamente la totalidad de los lugares que tenemos, pero algunos de los estudiantes que participaron presentaron también examen en la UAM y en la UNAM, y a veces prefieren otros sitios, y entonces dejan esa vacante. Otros presentan el examen debiendo unas materias (…), algunos logran regularizarse, y otros no, y ésos son otros lugares vacantes. No se abren como tal nuevos lugares”. 

Agregó que en la segunda vuelta, se compite por cerca del 7 por ciento de los lugares. 

Con respecto al MAES y el MENA, Yoloxóchitl Bustamante comentó que los líderes de esos grupos pretenden que se creen lugares, pero no para todos, sino para aquellos que apoyan sus movimientos. 

Esta versión coincide con lo dicho por el profesor Salvador Rocha Segura, director general del Tecnológico Universitario de México (TUM). Esta universidad privada está incorporada al sistema de la UNAM, por lo que recibe alumnos durante un año escolar, y posteriormente, si los estudiantes tienen un promedio igual o superior a 8 y estatus de alumnos regulares, pueden ingresar directamente a la UNAM en el tercer semestre. 

“Los alumnos que llegan a cursar ese año con nosotros nos los manda directamente la Universidad, porque es el MAES el que les dice quiénes. No cualquier alumno puede aspirar a entrar de esa manera, son alumnos que entran como por la puerta de atrás”. 

Agregó que el TUM es una institución privada, por lo tanto tiene un costo. Sin embargo, estos alumnos ingresan sin pagar porque la cuota es cubierta por la UNAM, mediante recursos emitidos por la SEP, y la propia universidad privada. 

Cada año ingresan entre 18 y 22 estudiantes mediante este convenio. A juicio de Rocha Segura, esa cantidad es muy baja considerando la cifra de alumnos rechazados. Más del 80 por ciento de estos estudiantes logran cumplir los requisitos para continuar su carrera en la UNAM a partir del tercer semestre. 

Robándose el futuro

A través del cañón de la pistola que me apuntó, puedo ver el caos al que se dirige el país. Porque es inevitable no confrontar la pérdida de la esperanza con las cifras millonarias que nos gastamos en política y en tantas y tantas cosas. 

Por ejemplo, el costo del nuevo avión presidencial asciende a poco más de 9 mil 910 millones de pesos. Con esta cantidad podrían estudiar en la UNAM 180 mil 570 jóvenes, además de los 324 mil que conforman la matrícula actual. 

Con este panorama, y considerando que el bono demográfico continuará abonando una generación de jóvenes muy vasta, las opciones son limitadas si no se plantea el cambio completo del modelo educativo. 

México demanda un sistema que responda a las necesidades actuales y que permita a los estudiantes desarrollarse y contar con verdaderas oportunidades. Esperemos que la próxima administración tenga un plan eficaz y viable que evite seguir generando jóvenes frustrados y sin futuro.

Yo volví a nacer. Pero lo que me sucedió —como nos pasa a todos—, me lleva a preguntarme: ¿quién está cargando la pistola contra nosotros?

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