El día que México tuvo un candidato único a la Presidencia; con un solo voto hubiera ganado

En la boleta presidencial de 1976 sólo apareció el nombre de José López Portillo, quien sólo necesitaba un voto para ganar

Hoy en día nos hemos acostumbrados a procesos electorales disputados por múltiples candidatos y partidos, resultados equitativos e incluso cerrados. Sin embargo, durante los años del priismo total la situación era muy diferente; a tal grado que en 1976 el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue el único que se registró oficialmente a la elección presidencial.

La boleta que recibieron los mexicanos el domingo 4 de julio de 1976 sólo contenía el nombre de José López Portillo; el PRI estaba acostumbrado a ganar la Presidencia de la República con holgura y sin mayores complicaciones, pero aquella elección representó un antes y un después para la leyes electorales del país.

Respaldado por la alianza PRI, Partido Popular Socialista y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, López Portillo obtuvo el 91.90 por ciento de los votos; el resto fueron votos nulos y sufragios para candidatos que no contaban con el registro oficial.

Esta situación fue propiciada en gran medida por la crisis interna del Partido Acción Nacional (PAN), el cual había tenido una moderada pero relevante participación en las elecciones de 1970, pero para 1976 no logró ponerse de acuerdo y postular un candidato presidencial.

Por su parte, la izquierda gestada en las universidades, algunos sindicatos y parte de la guerrilla, apostó por el proscrito Partido Comunista de México, el cual nombro a Valentín Campa como su candidato presidencial; el líder sindicalista obtuvo un millón de votos, sin embargo, estos fueron simbólicos, pues no estaba registrado oficialmente como candidato.

Técnicamente, si sólo López Portillo hubiera votado por sí mismo, aun así se habría convertido en Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.

“Tuve la satisfacción y… desazón, al mismo tiempo, de ser candidato único, de tal manera que con que hubiera votado mi mamá por su hijito, ´pepito´, hubiera yo salido presidente”, declaró el priista para el programa Los sexenios de Enrique Krauze.

José López Portillo frente al Palacio de Bellas Artes en 1980: Cuartoscuro

De hecho, la verdadera lucha por la Presidencia de la República no se dio en las urnas, sino en el gabinete del entonces presidente Luis Echeverría, quien debía elegir a su sustituto en la silla presidencial; fiel a la costumbre del ‘destape’ y el ‘dedazo’.

Los secretarios más sonados para la candidatura presidencial eran Carlos Chávez Betancourt, director del Seguro Social; Augusto Gómez Villanueva, de la Reforma Agraria; Hugo Cervantes del Río, secretario de la Presidencia; Luis Enrique Bracamontes, de Obras Públicas; Porfirio Muñoz Ledo, del Trabajo; y Mario Moya Palencia que encabezaba la Secretaría de Gobernación.

López Portillo, entonces secretario de Hacienda, se impuso ante el más sonado de todos, Moya Palencia. Echeverría y López Portillo habían sido muy cercanos durante la juventud, por lo que, contra todos los pronósticos, fue el elegido para continuar con el proyecto echeverrista.

El 1 de diciembre de 1976, López Portillo rindió protesta como presidente de México. Durante su primer discurso presidencial, el priista pidió perdón a los “desposeídos y marginados” por el fracaso del Estado en tratar de sacarlos de esa posición.

El sexenio de López Portillo quedo marcada por serios problemas económicos y un constante nepotismo.

El mandatario colocó a su hijo primogénito, José Ramón, como subsecretario de Estado; su hermana Alicia era su asistente; su hermana Margarita se desempeñó como titular de la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía; su primo Guillermo encabezó el Instituto Nacional del Deporte; y su esposa tomó las riendas de la política cultural del país.

Además, Echeverría ascendió a su viejo amigo de la juventud, Arturo ‘El negro’ Durazo, a director de Policía y Tránsito del Distrito Federal; cuya administración sería caracterizada por acusaciones de corrupción, tortura y desapariciones.

“Defendamos nuestro peso, esta es la estructura que conviene al país, esa es la estructura a la que me he comprometido a defender como perro”, declaró López Portillo, quien se negó a devaluar la moneda nacional, pese a los altos niveles de deuda e inflación

Durante el sexenio de López Portillo fueron descubiertos nuevos yacimientos de petróleo, por lo que el presidente aseguró que México debía acostumbrarse ahora a “administrar la abundancia”; sin embargo, una mala respuesta ante los precios internacionales del crudo, metieron a Pemex en graves predicamentos.

Durante su último Informe de Gobierno de 1982, López Portillo aceptó parte de la responsabilidad, pero también señaló a los banqueros y a los “sacadolares” como los principales responsables de la crisis económica del país; de esta manera, anunció la nacionalización de la banca. “Ya nos saquearon, no nos volverán a saquear”, dijo ante la Cámara de Diputados.

Aquel discurso es uno de los más recordados en la historia del país; López Portillo lloró y golpeó la tribuna cuando volvió a referirse a los pobres, a quienes les había pedido perdón seis años atrás y a los cuales nuevamente no había podido sacar de aquella situación.

López Portillo dejó el país en manos de Miguel de la Madrid el 1 de diciembre de 1982.

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