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Historias de una tierra prometida

Cuando Jesús Lemus me entregó de propia mano su nuevo libro, de inmediato se despertó en mí un especial interés por leerlo. 

Y es que el título “Cara de Diablo, La historia de la Nueva Jerusalén y el hombre que quiso ser Dios”,  no podía ser más provocador y sugestivo. 

Aunque casi todos hemos oído hablar de la Nueva Jerusalén -la comunidad de Michoacán en la que un grupo de fanáticos religiosos destruyó una escuela alegando obedecer un mandato divino- pocos son los que conocen realmente su historia.

Cuando Jesús Lemus me entregó de propia mano su nuevo libro, de inmediato se despertó en mí un especial interés por leerlo. 

Y es que el título “Cara de Diablo, La historia de la Nueva Jerusalén y el hombre que quiso ser Dios”,  no podía ser más provocador y sugestivo. 

Aunque casi todos hemos oído hablar de la Nueva Jerusalén -la comunidad de Michoacán en la que un grupo de fanáticos religiosos destruyó una escuela alegando obedecer un mandato divino- pocos son los que conocen realmente su historia.

Jesús Lemus es de esos pocos. Siempre le interesó el tema y por años acarició la idea de profundizar y conocer lo que pasa en la “nueva ciudad santa”  llamada la Nueva Jerusalén

Hoy finalmente, Lemus publica esta historia increíblemente bien narrada bajo el sello de Grijalbo.

Hay que decir que  “Cara de Diablo” es uno de esos libros que además de hacer la narrativa de los hechos, profundiza en la psicología de cada uno de los principales protagonistas para que el lector pueda entender, el fenómeno humano que explica a la Nueva Jerusalén. 

“Cara de Diablo” es la historia más cercana que se conoce de la fundación de esta comunidad religiosa que se asienta en el municipio de Turicato, en el estado de Michoacán. 

Es una historia increíble en donde se mezclan las pasiones humanas con el sentir religioso de todo un pueblo. 

En “Cara de Diablo” están los relatos que hasta hoy nadie había contado sobre la primera y única teocracia de México.  

Una nueva “ciudad santa” en donde hay gobierno, pero no autoridad civil. En donde la vida cotidiana –cuenta Lemus en su libro- es gobernada por un orden divino que solo puede estar al alcance de los “sacerdotes” del lugar y que manipulan perversamente la fe de los humildes para obtener un beneficio.  

Una nueva “ciudad santa” en la que, por cierto, son frecuentes los enfrentamientos ente dos grupos religiosos, “Fieles” y “Turulatos”, quienes hacen del mismo Dios su pretexto perfecto para tratar de imponer su verdad a los demás.   

La virgen del Rosario habla todos los días con una vidente, y la vidente se encarga de retransmitir las instrucciones a los sacerdotes, quienes dictan las medidas necesarias para que se cumplan esas disposiciones divinas.

La historia de la Nueva Jerusalén que se ofrece en “Cara de Diablo”, aunque real, no deja de ser fantástica. 

En cada página se siente la pasión de una fe religiosa que le permitió al  sacerdote Nabor Cárdenas Mejorada, conocido como Papá Nabor, manipular y someter durante años a todo un pueblo. 

“Cara de Diablo”, es un libro para leerse despacio. Disfrutando lo mismo la forma y el fondo de cada párrafo.  

Atestiguando un mundo que pareciendo mágico, y fantástico, es una realidad injusta, en la que todos los días, unos cuantos, tomando como pretexto a Dios someten a los demás.     

El nacimiento de la Nueva Jerusalén

La Nueva Jerusalén surgió en los años setenta del siglo pasado.

Justamente cuando se hizo famoso en la región,  el rumor de que en esa pequeña localidad de Michoacán conocida como la Ermita, localizada entre Turicato y Puruarán, la virgen del Rosario había bajado del cielo para  hablar con Gabina Sánchez, una vidente. 

Según la leyenda, la virgen le ordenó a Gabina que acudiera con un sacerdote para que congregara a todos los fieles que merecían salvarse en el fin del mundo en la Nueva Jerusalén. 

Gabina, a quien la virgen le ordenó cambiar su nombre por el de Salomé, cumplió el mandato. 

El hombre al que la virgen del Rosario le encomendó la guía de los fieles fue Nabor Cárdenas Mejorada, un sacerdote católico que tenía un gran  poder de seducción y convencimiento, cuenta Lemus en “Cara de Diablo”.

El encuentro 

Papá  Nabor, como le decían cariñosamente sus seguidores, no pudo vivir para atestiguar el fin de la humanidad. 

La muerte llegó primero y se lo llevó en el 2008, casi 17 años después de que Salomé, la primera vidente de la “ciudad santa”, se hubiera ido también de este mundo. 

En su agonía y ya casi sin poder moverse, Papá Nabor se trasladó al pasado y trató de enfocar la imagen de Salomé, tal como la viera por primera vez: resuelta, maciza y serena.

Cuenta Lemus: 

“La vislumbró a lejos. No pudo evitar compararla con la imagen de la virgen que era su devoción en aquella polvorienta capilla de Puruarán: Salomé llevaba un vestido blanco y el manto azul cubriéndole la cabeza, y sobre la cabeza el sombrero. De pie, aquellos dedos tímidos y tan pequeños se asomaban por su huaraches de dos correas.

“…Cuentan los vecinos, como lo si hubiesen atestiguado ellos mismos, que el padre Nabor y aquella visión casi milagrosa eran las dos únicas cosas que andaban, en sentidos opuestos, por aquella terregosa  senda, por eso no fue difícil el diálogo. Ella  lo miró vestido de sacerdote, y eso le brindó confianza. Los dos necesitaban un descanso y aprovecharon la  silenciosa compañía del otro-haciéndose cada uno a un lado del camino, como si estorbaran a alguien en aquella solitaria vereda-para recobrar fuerzas en la jornada.

 “Ella no dejaba de verlo de arriba abajo, revisando minuciosamente la sotana que bailaba con el aire; él se recreó viendo cómo las escurridas manos de Salomé se refugiaban de la voracidad del sol bajo el manto.

“…. La observó y allí comenzó quererla. No imagino que aquella imagen que tenía frente a él sería de las que más adoraría a lo largo de su vida, incluso que ése sería el instante que recordaría siempre y que le ayudaría, llegado el momento, a bien morir.

“Salomé, como todas las mujeres, observaba sin verlo, discreta, de reojo. Mientras que parecía que miraba cómo se perdía el camino lo lejos,  ella veía la recia figura debajo de la sotana y no pudo evitar compararlo con imagen de su padre.”

El último diálogo de Salomé

Los años pasaron hasta que Salomé le llegó el último día, cuenta Jesús Lemus. En su último dialogo Salomé le dijo a Nabor:    

“-Eres muy guapo, Nabor –le dijo Salomé desde la cama, mirándolo fijamente-tienes una cara hermosa, a pesar de los años.

“De Diablo; tengo cara de diablo- le dijo de él plena confianza-. Mi mamá siempre me lo decía cuando me sorprendía en alguna travesura, y yo me apenaba -le confesó en voz baja como si hablara para sí-. 

“Nunca supe por qué,  pero ella siempre me dijo así, que yo era su cara de Diablo; yo pensaba que me parecía al general Cárdenas- reflexionó.

“-A lo mejor el general Cárdenas era el Diablo- acotó con alguna suspicacia la vidente, que no dejaba de verlo con aquellos ojos de amor que siempre le desbordaban  cuando estaba frente a él.

“-Pos a lo mejor dijo él con desgano, como para terminar la plática-, pero de que tengo la cara de Diablo, de eso no hay duda-  remató poniendo un gesto siniestro para hacer reír a la enferma.”

Esa misma noche la virgen del Rosario se llevó a Salomé.

> Cara de Diablo
Lee en exclusiva para Reporte Indigo un adelanto del nuevo libro de Jesús Lemus
Descarga el prefacio y el primer capítulo del libro “Cara de Diablo” (PDF, 12 mbs).