Fiestas patronales sí, armas de fuego no

Una ráfaga de AK-47. La detonación de una escuadra calibre 45 y de un revolver son señal de fiesta. Donde la comparsa avanza al sonido de los disparos. En donde las cervezas, botellas y cigarros amenizan la caravana.

Eventos así parecieran suceder solo en poblados del interior de la República. Pero no, también los hay aquí en el Distrito Federal y dejan un saldo de entre uno y dos muertos al año.

Valencia, también ex secretario general del PRD en el DF, aseguró que su administración es y seguirá siendo respetuosa de las tradiciones, siempre y cuando no pongan en riesgo la vida de los habitantes de Iztapalapa

Una ráfaga de AK-47. La detonación de una escuadra calibre 45 y de un revolver son señal de fiesta. Donde la comparsa avanza al sonido de los disparos. En donde las cervezas, botellas y cigarros amenizan la caravana.

Eventos así parecieran suceder solo en poblados del interior de la República. Pero no, también los hay aquí en el Distrito Federal y dejan un saldo de entre uno y dos muertos al año.

Se trata de las fiestas patronales de Iztapalapa, que inician en octubre y terminan en diciembre. Específicamente las de los pueblos de Santa María Aztahuacán, San Sebastián y Santa Martha Acatitla, donde el uso de armas, bebidas embriagantes y hasta enervantes es común.

Incluso, la vestimenta de los habitantes de esta zona del oriente de la ciudad emula en mucho a la de los grandes capos del país.

Y es que usan tejanas, botas, hebillas estrafalarias, relojes y cadenas de grandes dimensiones. En una mano, muchos llevan una botella de whisky y en la otra, armas, incluidos los cuernos de chivo, todo mientras bailan los tradicionales narcocorridos.

Sin embargo, festejos como éste a veces ponen en riesgo la vida de los colonos, que desde hace años formaron un bloque para exigir un alto total al uso de armas de fuego y sustancias psicotrópicas.

Al parecer, el nuevo jefe delegacional Jesús Valencia se les ha unido. En días pasados aseguró que su gobierno impedirá el uso de armas de fuego en las festividades de la demarcación.

En entrevista dijo que su administración es y seguirá siendo respetuosa de las tradiciones, siempre y cuando no pongan en riesgo la vida de los habitantes de Iztapalapa.

“Definitivamente no podemos acabar con una tradición, pero les doy mi palabra que acabaremos con esa costumbre de echar bala en las festividades”.

En un breve discurso reconoció que la tarea no será sencilla, y máxime que en la recta final del año es cuando los pueblos y barrios celebran sus bailes y fiestas patronales.

Como primera acción, reveló que ya se giraron instrucciones para realizar operativos de vigilancia.

Al respecto, el ex delegado de esa demarcación, Horacio Martínez, aplaudió la intención del actual mandatario, pero aclaró que se trata de una tarea casi imposible.

“Si lo logra Valencia se le va a reconocer, porque los pueblos originarios confunden la cultura de usos y costumbres con el uso de armas de fuego ,que son exclusivas de las fuerzas armadas.

“Yo esperaría que lo consiga ya que es una costumbre que data de varias decenas de años atrás. Sobre todo cuando la última administración (de Clara Brugada) se dejó de atender este problema”.

De acuerdo con el también ex diputado local, de 2006 a 2009 se implementó un programa para despistolizar a los pobladores de Santa Martha Acatitla y en los últimos años se suspendió.

“Habían cuadrillas que cambiaban las balas reales por unas de salva. Ahora el tema se relajó y los vecinos volvieron a utilizar proyectiles letales”.

En su explicación relata que la única acción del gobierno de Clara Brugada fue sacar de los festejos del carnaval de la delegación a los pobladores de estos tres pueblos.

“Lo que pasó es que ya no participaron en el cierre del carnaval y ellos realizaron sus festividades aparte, donde hubo hechos preocupantes ya que convirtieron a la delegación en una gran cantina”.

Mientras tanto, la celebración de este tipo de eventos se mantiene y la temporada acaba de empezar.

La semana pasada no fue la excepción. Y es que, como es el caso de Jesús Valencia, las autoridades capitalinas han prometido una y otra vez que erradicaran el uso de armas de fuego de las fiestas patronales. La pregunta del millón es ¿lo harán?

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