Feminicidios en la privacidad de un cuarto de hotel

La habitación que una pareja renta por horas se convierte en el único testigo silencioso ante el asesinato de una mujer cuando el hotel que la alquila no lleva registros claros de los clientes que la ocupan

Asfixiadas, estranguladas, heridas con objetos punzocortantes, por traumatismo craneoencefálico o isquemia, y hasta por un disparo con arma de fuego. Así han sido asesinadas 39 mujeres víctimas de feminicidios en 34 establecimientos de hospedaje de la Ciudad de México.

En 2011, la entonces Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) aprobó de forma unánime tipificar el delito de feminicidios en esta entidad. El Artículo 148 Bis. del Código Penal local menciona que comete este delito quien, por razones de género, prive de la vida a una mujer.

Los diarios de la llamada “nota roja” se han encargado de narrar los hallazgos de los cuerpos: desnudos, ensangrentados, atados con ropa interior, con la boca y nariz cubiertas con cinta, con mensajes en la piel escritos con navaja, bajo la regadera de la que cae agua hirviendo.

En todos los casos está presente al menos una de las siete causales para que sean tipificados como feminicidio a nivel federal o de las ocho que contempla la Ciudad de México tras la reforma más reciente realizada el 1 de agosto de 2019.

Éstas consisten en que las víctimas tengan signos de violencia sexual; presenten lesiones o mutilaciones; que hayan existido amenazas o acoso; que con el agresor hayan establecido una relación sentimental, laboral, docente; que hubiera existido un vínculo de parentesco; que las mujeres hayan sido incomunicadas o que ellas se encontraran en estado de indefensión.

La causal VI, que consiste en que el cuerpo de la víctima sea expuesto, depositado o arrojado en un lugar público, ha abierto un debate sobre las muertes violentas en los hoteles.

La privacidad pone en riesgo a los huéspedes. Bajo la promesa de discreción, algunos establecimientos no piden que se identifiquen y mucho menos que salgan del automóvil en el que en ocasiones entran.

Sólo bajan la ventana para pagar y recibir las llaves de la habitación. Lo que suceda en ésta no es de la incumbencia del personal, aun cuando se trate de violencia de género y el desenlace muchas veces sea la muerte.

Entonces, el cuarto que una pareja renta por horas se convierte en el único testigo al que después llegan paramédicos, policías, agentes del ministerio público, peritos y familiares, si están en la Ciudad de México, para identificar el cuerpo.

“Habrá toda una discusión pero para nosotras son espacios públicos. ¿Es un espacio privado porque al final tú cierras la puerta? No podemos decir que, si estamos encontrando una situación reiterada de que a las mujeres las asesinan en los hoteles, hay un control”, dice en entrevista María de la Luz Estrada, coordinadora del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidios (OCNF).

La titular de dicha organización considera que no hay justificación para evitar que las autoridades invadan la habitación cuando alguien se percate de lo que está ocurriendo. Si la irrupción se da en el espacio privado, como una vivienda, también debe permitirse en un hotel, como en cualquier otro establecimiento comercial.

Para conocer más de esta investigación especial, consulta el micrositio:
https://hotelesfeminicidas.com/

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