Estado y crimen organizado ¿Políticos implicados?

Como se ha visto en la prensa, recientemente las autoridades federales arraigaron a Jesús Reyna, exgobernador de Michoacán y ahora en proceso de comprobarse que hizo tratos con Los Caballeros Templarios. A reserva de lo que arrojen las investigaciones del gobierno mexicano, hay algunos indicios que nos podrían orientar sobre la relación Estado-crimen organizado en el pasado reciente.

Luis Astorga advierte que siempre ha existido una relación entre el Estado y el crimen organizado
En este sentido, la relación de “El Chapo” Guzmán con el gobierno sería una relación dominada por el primero, quien fijaba la agenda y operaba con toda libertad

Como se ha visto en la prensa, recientemente las autoridades federales arraigaron a Jesús Reyna, exgobernador de Michoacán y ahora en proceso de comprobarse que hizo tratos con Los Caballeros Templarios. A reserva de lo que arrojen las investigaciones del gobierno mexicano, hay algunos indicios que nos podrían orientar sobre la relación Estado-crimen organizado en el pasado reciente.

El primer indicio es la idea, diseminada en la opinión pública, de que los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón protegieron al Cártel de Sinaloa, ya sea desde la provisión de amparo directo, o por complicidad u omisión. 

Expertos observaron que la mayor parte de las detenciones en el periodo de Calderón afectaban más a cárteles de las drogas, rivales del Cártel de Sinaloa, y que durante el pasado sexenio se protegió a dicho cártel.

Quisiéramos pensar que dicha razón o justificación es la basada en el argumento propuesto por Mark Kleiman  en la que el peso del Estado y toda su violencia legítima –en el sentido Weberiano- se iría contra los cárteles irracionales más violentos dedicados a perpetrar secuestros, extorsiones, decapitaciones y delitos violentos, más allá del tráfico de drogas.

Además, el Estado mexicano no tiene la capacidad –aún- para enfrentar a todos los cárteles con la misma intensidad y al mismo tiempo. No cuenta con el número suficiente de efectivos en el Ejército; carece de cuerpos policiales confiables y de un sistema judicial-penal sólido para reducir la impunidad y garantizar el Estado de Derecho.

Desde este sistema de incentivos, el Cártel de Sinaloa habría gozado del beneficio de la aplicación diferencial de la ley de los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, al concentrarse más en el Cártel de los Zetas, que daba muestras de una actividad más violenta. Esto se puso al día, también, con la reciente captura de Joaquín, “El Chapo” Guzmán. 

Cabe, desde esta óptica, el beneficio de la duda de que pudo haber existido una relación simbiótica entre las administraciones panistas y el Cártel de Sinaloa.

El segundo indicio de la relación del gobierno con “El Chapo” Guzmán es la declaración extra-oficial del otrora director de la Agencia Antidrogas de la DEA, Phil Jordan, quien afirmó en diversos medios de comunicación que Guzmán Loera había financiado campañas políticas. Aunque tanto la DEA como el gobierno de EU se deslindan de la declaración, es imposible ignorar esa línea de vinculación, que es tan grave como provocadora.

Tal revelación sería un indicio de lo que el autor Peter Lupsha describe como la etapa simbiótica del modelo evolutivo en la relación Estado-crimen organizado. 

El Cártel de Sinaloa habría desarrollado una interacción corruptiva con el régimen político mexicano, penetrando el aparato de seguridad del Estado mediante la financiación de campañas políticas, obteniendo la complicidad del gobierno para operar sin mayores contratiempos sus actividades ilegales. 

En este sentido, la relación de “El Chapo” Guzmán con el gobierno sería una relación dominada por el primero, quien fijaba la agenda y operaba con toda libertad. Queremos pensar que este tipo de relación ha cambiado drásticamente después de su detención, que podría marcar la transición del modelo evolutivo al modelo de “explotación de elites”, que definió la relación entre el Estado y el crimen organizado durante varias décadas de gobiernos del PRI. 

¿Quién manda, Estado o capos?

Peter A. Lupsha explica la relación político-criminal identificando dos patrones básicos que basicamente proponen la relación entre delicuentes y las altas esferas del Estado. El “modelo evolutivo” y el modelo de “elite – explotación”.  México se ubica en el segundo., igual que Rusia. 

Este es el Modelo 2: “élite-explotación”, en el que los grupos delincuenciales  son manipulados y explotados por las autoridades políticas. El crimen organizado se convierte en una fuente de recursos y enriquecimiento ilícito para la élite política. 

Algunos analistas, como Stanley Pimentel, consideran que este modelo es apropiado para explicar la relación del Estado con el crimen organizado durante los gobiernos del PRI, hasta el año 2000. 

Luis Astorga sostiene que siempre ha existido una relación entre el Estado y el crimen organizado, lo que ha cambiado es el actor que domina dicha relación: el Estado o el crimen organizado.

Los dos modelos son útiles para entender las características y condiciones de  relación del crimen organizado con el Estado. En el caso de México, es pertinente observar la relación del gobierno con el Cartel de Sinaloa, que bajo el liderazgo de “El Chapo” Guzmán, se convirtió en la organización criminal más importante en México, controlando gran parte del tráfico de drogas que fluía por México y llegaba a Estados Unidos.

En el Modelo 1 la relación del crimen organizado con el Estado podía ser clasificada en tres etapas evolutivas: 

1) La predatoria, en la que el crimen organizado está compuesto de pandillas en formación o consolidación, sin el tamaño necesario para representar una amenaza para la subsistencia u operación del estado. 

2) La parasitaria, en la que los grupos criminales tienen una capacidad corruptiva dentro del estado y sus instituciones centrales; lo ilegal puede llevarse a cabo con la complicidad de burocracias que funcionan como eslabones entre sectores legítimos y organizaciones del bajo mundo. Estado y crimen organizado, aquí, son aún dos entidades diferentes. 

3) La simbiótica, la más peligrosa de todas, en la que el sistema político y/o económico se funde con los criminales al grado de ser la misma entidad. El estado se vuelve un instrumento del crimen organizado.

Los últimos acontecimientos como la relación en investigación de Reyna con los Templarios y la detención de  Guzmán, desencadena una fuente importante de información acerca de las actividades del narcotráfico en el país, y podría develar las relaciones de complicidad y contubernio entre funcionarios públicos y capos del narcotráfico.

Los modelos del crimen

> Modelo 1

1. La etapa predatoria  
Ejemplos: pandillas callejeras, bandas ilegales de motociclistas.

2. La etapa parasitaria
Ejemplos: Mafia Ítalo-Americana; organizaciones colombianas; grupos criminales en Bosnia.

3. La etapa simbiótica
Ejemplos: crimen organizado Ítalo-Americano en el sector privado, industria pesquera y construcción en Nueva York; ciertos sindicatos; la mafia Yakuza en Japón; las Triadas Chinas y el cartel de Cali en Colombia. 

> Modelo 2

Modelo de “élite – explotación” del crimen organizado. este sistema es controlado por operadores coludidos en las altas esferas políticas y económicas: ejemplos incluyen Birmania, México, Pakistán y Rusia.

1. Élites dominantes arraigadas
Partido político dominante, Ejército, aparato de seguridad y político – económico.Nomenklatura rusa, actores clave del régimen, comunidades criminales poderosas.

2. Cobro de impuestos y extorsión
Grupos importantes de tráfico de drogas y crimen organizado nacional, transnacional y regional.

3. Para tener una moneda fuerte, desarrollo interno e inversión, campaña de fondos y para enriquecimiento personal. 

 

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