El ocaso del sueño mexicoamericano

Contrario a las declaraciones de Donald Trump sobre construir el muro fronterizo para evitar el paso de migrantes y narcóticos, los desplazamientos hacia su país disminuyen y el aseguramiento de drogas principalmente ocurre en puertos de entrada

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Mientras el presidente Donald Trump declara un estado de emergencia nacional por una supuesta invasión que sufre desde el sur, en su frontera con México, las medidas de seguridad se incrementan haciendo cada vez más difícil el paso de personas hacia Estados Unidos.

Datos demuestran que, contrario a los dichos de Trump, la migración indocumentada hacia su país ha disminuido en los últimos años.

Conforme las fuerzas de seguridad estadounidenses se preparan para blindar la frontera de ese país con México, el paso para personas sin documentos se hace más difícil.

Atrás quedaron las épocas en que las personas podían pasar con relativa facilidad hacia el norte, como ocurrió con las familias que cruzaron en la década de los 80 y 90, y hoy ya están asentadas en Estados Unidos, lejos de un destino criminal como el que pinta el presidente Trump

Una de esas historias es la de Eulalia Hernández, quien cruzó a Estados Unidos con sus 8 hijos y que se encuentran asentados en Texas, todos con documentos legales.

Increíblemente, Eulalia y su familia pasaron en 1996 por la línea internacional de Ciudad Juárez; y su paso fue tan fácil como pasar por debajo de una cadena.

Esas historias se terminaron. Ahora, el paso de quienes van en busca del sueño americano estará blindado.

¿Es una emergencia?

El viernes pasado, Donald Trump declaró una emergencia nacional para su país, Estados Unidos, por la crisis de seguridad que supuestamente tiene en su frontera sur.

El mandatario estadounidense acusó que la migración indocumentada había aumentado exponencialmente; y que el tráfico de drogas se realiza por los pasos donde no hay muro, en la frontera sur del país.

Sin embargo, las cifras de los propios órganos de gobierno estadounidense demuestran que esos datos son falsos.

Trump dijo que una de las emergencias en la frontera es la entrada de heroina, pero es la droga que menos se incauta

Datos del Departamento de Aduanas y Protección Fronteriza señalan que en 1970 se detuvo a 231 mil 116 migrantes. A mediados de los 80, en 1986, esa cifra creció más de 600 por ciento: fueron detenidos un millón 692 mil personas.

Pocos años después, en 1990, el entonces presidente Bill Clinton comenzó la construcción del muro y una mayor vigilancia en la frontera y poco a poco se fue blindando.

En el 2000, las cifras continuaban altas. Ese año se detuvo a un millón 676 mil personas.

Al ir cerrando los espacios para el paso de personas indocumentadas y obligarlos a pasar por las zonas desérticas, año con año las estadísticas fueron bajando.

En el año fiscal 2018 (octubre de 2017 a septiembre de 2018), la Patrulla Fronteriza detuvo a 396 mil 579 personas. En lo que va del año fiscal 2019 han sido detenidas 201 mil 497 personas.

En el caso del narcotráfico tampoco coinciden las cifras, pues aunque Trump indicó que la mayor parte de la droga entra a Estados Unidos por las zonas donde no hay muro, lo cierto es que esta ingresa al país del norte por los puertos fronterizos.

Una revisión del diario The Washington Post a las incautaciones hechas por la Patrulla Fronteriza, reveló que del 1 de noviembre pasado a este 1 de febrero, se realizaron 120 aseguramientos de droga; de ellos, 82 ocurrieron en los puertos de entrada y 14, en puntos de revisión de la Patrulla Fronteriza.

Donald Trump declaró que una de las emergencias en la frontera es la entrada de heroina; sin embargo, es la droga que menos se incauta.

En el año 2018 se decomisaron apenas 2.1 toneladas de heroina, mientras se capturaron 128.4 de mariguana; 30.5 de metanfetaminas; y 21.7 de cocaina.

‘Crucé por la línea con mis 8 hijos’

La historia de Eulalia Hernández y su familia es eso que hoy llamarían “un garbanzo de libra”. Ella y sus 8 hijos cruzaron de Ciudad Juárez, Chihuahua, a El Paso, Texas, solo pasando debajo de una cadena.

Benito, su esposo, viajaba desde Michoacán, hasta Texas para trabajar en un rancho; con la amnistía decretada por Ronald Reagan pudo arreglar sus documentos y convertirse en residente. Muchas veces le pidió que lo alcanzara, pero pudo convencerla hasta 1996.

“Me decía que dejara a algunos de los niños, porque eran bastantes; imagínese, eran 8. Me dice: ‘Pues deja a unos y nomás te traes a unos tres; no, quería que dejara a tres y los demás me los trajera.

“Y no. Yo me puse a pensar y no. Es que cuando yo estaba allá, estaba una familia que se venía a California, y la muchacha se venía y dejaba a sus hijos con su mamá. Pero cuando usted veía a los niños, andaban así mal, las niñas todas mugrositas y así. Y yo decía: ‘No. Si un día yo me voy, yo me voy a llevar a todos mis hijos; si frijoles comemos, pues todos’”, narró Eulalia.

Ella vendió los animales y las pocas pertenencias que tenía y emprendió el viaje a Juárez, donde su esposo se sorprendió al verla llegar con todos sus hijos.

Sin haber contratado un “pollero”, al salir a las calles de la ciudad varios les ofrecieron sus servicios. Se decidieron por una mujer que ofreció cruzarlos por 50 dólares por cada niño. El cruce ocurrió por la línea internacional. Solo tuvieron que pasar debajo de unas cadenas y ya estaban en Estados Unidos.

Una vez en El Paso, emprendieron el viaje a través de las montañas. Eulalia y Benito caminaron toda una noche, cuidando a sus ocho hijos; la mayor tenía 13 años y el menor, 8 meses… aun tomaba pecho.

Tuvieron que dormir en una zanja y se les terminó el agua, lo que los llevó a tomar medidas extremas.

“Llegamos a un lugar así donde había animales y n’ombre, ¡las vacas nos dieron una buena corretiza! Y llegamos a un bordo donde había agua, y bien apestosa el agua, pero así nos la tomamos, con gusanos y así, imagínese”, relató Eulalia.

Continuaron caminando al día siguiente y su cuñado, que vivía en Florida, viajó hasta Texas para recogerlos en el camino. Llegaron a la que sería su casa en septiembre de 1996. Nueve años después, todos lograron arreglar sus documentos y se convirtieron en residentes legales.

Para Eulalia, Estados Unidos es un país que da oportunidades a la gente que vive en él.

“Allá (en México), yo no hubiera podido darles lo que mis hijos querían. Como la que se recibió de maestra, ¿cuándo hubiera podido yo darles eso? (…) Allá si no tienes un buen trabajo, no pienso que vas a salir adelante. Muchas veces decimos que allá van y barren los dólares, pero no es cierto. Viene uno y sufre para ganar un dólar”, expresó

Eulalia dice que no reniega de México, pues es la tierra donde nació; pero no volvería a vivir ahí.

“Aquí (en Estados Unidos) siquiera, hay trabajo; poquito que sea, pero trabaja uno si uno quiere. Y allá aunque quieras trabajar, no encuentras trabajo; y si encuentras, te pagan bien poquito”, reprocha.

Eulalia señala que su esposo le ha pedido que si algo le pasa lo lleve a México; pero ella siempre le responde que “donde quiera está Dios”, así que ellos se quedarán donde están su casa, sus 11 hijos (tres ya nacidos en Estados Unidos) y sus 26 nietos.

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