El ¿aire? Que respiramos los habitantes del Valle de México

Los altos niveles de polución y el alarmante número de reacciones alérgicas en lo que va de este año en el Valle de México, se debe en gran medida a los contaminantes generados en la cuenca de Tula así como a los microplásticos que inhalamos
Rubén Zermeño Rubén Zermeño Publicado el
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Detrás de los ojos llorosos, los estornudos, las secreciones nasales y los problemas para respirar de los habitantes del Valle de México, se encuentra una crisis medioambiental y de salud que no ha podido ser frenada y que tampoco encabeza la lista de las prioridades de los gobiernos en turno.

Los habitantes de la Ciudad de México no sólo respiramos oxígeno y esmog, también azufre, metano y microplásticos en cantidades dañinas para el ser humano.

Esta nube gris y el cóctel de sustancias tóxicas al que los habitantes tanto del Edomex como de la CDMX se han acostumbrado, ha ocasionado que en lo que va del año, hayamos tenido siete días con el aire medianamente limpio, el resto lo hemos padecido entre contaminación y problemas cardiorrespiratorios.

El origen de gran parte del problema de la contaminación en el Valle de México, coinciden varias organizaciones sociales, activistas y entes de gobierno, se encuentra a 70 kilómetros al norte de la capital del país en la Cuenca de Tula, una de las zonas más contaminadas del país, la cual incluso fue calificada por la NASA como uno de los puntos críticos de emisiones de dióxido de azufre en el planeta.

En la región, integrada por 12 municipios del estado de Hidalgo, operan 58 empresas, entre las que destacan la Refinería Miguel Hidalgo de Petróleos Mexicanos (Pemex) y dos plantas de generación de energía eléctrica de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), además de seis cementeras y cuatro caleras.

En 2018, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió una serie de recomendaciones a todos los niveles de gobierno, ya que la industria en la Cuenca de Tula, principalmente las empresas productivas del Estado, estaban violando los derechos humanos a la salud, el acceso a un nivel de vida adecuado y a un ambiente sano.

Ese mismo año, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), declaró una emergencia sanitaria para los municipios de la Cuenca de Tula aledaños a la Presa Endhó luego de detectar que diversos pozos tenían niveles de arsénico, manganeso, plomo y mercurio superiores a los máximos permitidos.

Los habitantes de la Ciudad de México no sólo respiran oxígeno y esmog, también azufre, metano y microplásticos. Foto: Especial
Los habitantes de la Ciudad de México no sólo respiran oxígeno y esmog, también azufre, metano y microplásticos. Foto: Especial

Contaminando al Valle de México

Las alertas se encendieron meses después luego de que el Informe Nacional de Calidad del Aire, publicado por el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, señalara que en la cuenca atmosférica de Tula se incumplieron los límites permitidos para la protección a la salud de la población de varios contaminantes como partículas suspendidas PM10, PM 2.5 y ozono.

El problema cobró mayor magnitud luego de que un análisis de la Secretaría de Medio Ambiente de la Ciudad de México revelara que el dióxido de azufre y las partículas suspendidas PM 2.5 originadas desde la zona de Tula alcanzan a dispersarse hasta el Valle de México.

El estudio concluyó que los contaminantes generados en la cuenca de Tula son los responsables del 18 por ciento de la contaminación registrada en la Ciudad de México, aunque hay cálculos de otros organismos que señalan que el porcentaje podría ser todavía mayor.

Una investigación realizada por la organización México Evalúa, revela que la Central Termoeléctrica de Tula, está cerca de duplicar el contenido de azufre permitido en la NOM-016-CRE y viola los permisos de generación de energía eléctrica que le otorgó la Comisión Reguladora De Energía (CRE), ya que el organismo solamente le permitió utilizar gas natural y la planta actualmente utiliza combustóleo como principal combustible.

La organización además critica la opacidad en las cifras de emisiones de gases de efecto invernadero que producen tanto la termoeléctrica como la refinería.

“Hay un problema de transparencia, porque acceder a la información sobre las emisiones de la planta de Tula o a la información sobre las estrategias que tomará no se puede, es un enigma.

“Lo que me da gusto saber es el nombramiento del nuevo Comité de Sostenibilidad de Pemex, el cual espero tome en cuenta los impactos ambientales y en la salud de la población para hacer diagnósticos de estas plantas como la de Tula”, comenta a Reporte Índigo Ana Lilia Moreno, coordinadora del programa de regulación y competencia económica de México Evalúa.

La especialista además critica que el Gobierno federal considere que todo el problema de la contaminación se solucionará con la coquizadora de la refinería de Tula, es decir, una planta que refinará el combustóleo (residuo) para convertirlo en más gasolina y diésel.

“El Gobierno federal centra su discurso en que está construyendo la coquizadora en la refinería de Tula para disminuir la contaminación, pero esta solución sólo es parcial”, concluye.

Respirando microplástico

Además de la contaminación provocada por la industria de la cuenca de Tula, una investigación publicada en la revista “Science of the Total Environment”, revela que en el Valle de México respiramos alrededor de 900 piezas de microplásticos al año.

El estudio “Ocurrencia y características de los microplásticos atmosféricos en la Ciudad de México”, elaborado por el Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados y el Centro Mexicano para la Producción más Limpia del Instituto Politécnico Nacional, explica que estos microplásticos de forma fibrosa y principalmente de color azul, viajan a través del aire en partículas suspendidas PM10 y PM2.5.

Los microplásticos tienen un diámetro menor al de un cabello y abundan en los lugares más cercanos a centros industriales y en concentraciones urbanas como Tlalnepantla, San Agustín, La Merced, Iztapalapa, el Pedregal, Xalostoc y Lomas Verdes durante las estaciones secas y húmedas de 2020.

El origen principal de estos microplásticos son los materiales de empaque y embalaje, así como textiles sintéticos como celofán, polietileno, tereftalato de polietileno, poliamida y celulosa (rayón).

La Cuenca de Tula fue calificada por la NASA como uno de los puntos críticos de emisiones de dióxido de azufre del planeta.

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