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De héroes y villanos

La tragicomedia mexicana hoy está representada por dos personajes célebres y antagonistas: “El Chapo” y “El Piojo”.

Uno, Joaquín Guzmán Loera, jefe del Cártel de Sinaloa, es idolatrado a nivel nacional por haberse fugado por segunda ocasión de una cárcel federal de alta seguridad.

El otro, Miguel Herrera, el peculiar director técnico de la Selección Nacional de futbol, enfrenta el repudio generalizado de la afición mexicana por el pobre juego que despliegan los jugadores en la Copa de Oro y la ayuda arbitral que han recibido en la cancha para ganar los partidos.

A pesar de haber sido ladrones, asesinos o narcotraficantes, existe un selecto –y bizarro- grupo de héroes mexicanos que tienen un lugar especial en la sociedad
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La tragicomedia mexicana hoy está representada por dos personajes célebres y antagonistas: “El Chapo” y “El Piojo”.

Uno, Joaquín Guzmán Loera, jefe del Cártel de Sinaloa, es idolatrado a nivel nacional por haberse fugado por segunda ocasión de una cárcel federal de alta seguridad.

El otro, Miguel Herrera, el peculiar director técnico de la Selección Nacional de futbol, enfrenta el repudio generalizado de la afición mexicana por el pobre juego que despliegan los jugadores en la Copa de Oro y la ayuda arbitral que han recibido en la cancha para ganar los partidos.

Uno, “El Chapo”, convertido en el héroe de México. El otro, “El Piojo”, en el villano nacional del momento.

El futbol y el narco –temas tan disímbolos uno del otro- exhiben la ambigüedad moral de los mexicanos, hoy más proclives a rendirle culto a un criminal que respaldar a su entrenador nacional que pasa por un mal momento.

En estos momentos en México solo hay dos temas que alimentan las conversaciones en cafés y cantinas: la fuga de “El Chapo” y la Selección Mexicana de futbol.

Ni la caída del peso le preocupa tanto a los habitantes del país que el escape del capo y la suerte del equipo nacional.

La doble fuga de “El Chapo” Guzmán ha alcanzado niveles de hazaña nacional. Muchos mexicanos han caído rendidos ante el poder de este narcotraficante que logró burlarse –por segunda ocasión- de las autoridades y de su sistema carcelario.

Hoy “El Chapo” no sólo es el prófugo más buscado por los gobiernos de México y de Estados Unidos, también es un criminal legendario comparable con Pablo Escobar, el capo colombiano.

Unos días después de que “El Chapo” escapara de la prisión federal del Altiplano se celebró una manifestación en el centro de la ciudad de Culiacán para celebrar su fuga.

En cambio, “El Piojo” protagoniza hoy quizás el peor momento de su carrera como director técnico.

Ni siquiera ganando este domingo la Copa de Oro, contra el representativo de Jamaica, Herrera logrará redimirse ante los hinchas mexicanos que están convencidos de que su ciclo ha terminado en el Tri.

Hoy “El Piojo” encarna el villano de México. El peculiar personaje concentra el odio y la animadversión de los aficionados mexicanos.

Mientras a “El Chapo” se le componen corridos, a “El Piojo” le llueven insultos y agresiones. Es el mundo al revés en donde los héroes y los villanos cambian de lugar al compás de las preferencias de la sociedad.

Los bandidos generosos

Desde el día de la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán, las redes sociales se llenaron de comentarios que ensalzaron la figura del delincuente que había burlado a las autoridades, convirtiéndolo casi en un héroe que vencía al Gobierno.

Al mismo tiempo, políticos e intelectuales pedían no encumbrar la figura de un criminal que ha afectado a miles de personas con el tráfico de drogas.

Fue imposible. Los comentarios llegaron al grado de viralizar el fracaso del gobierno mexicano para contener a uno de los capos más buscados del mundo. Él había ganado. Por segunda vez.

Tal parece que el Gobierno Federal trató de ganar la guerra mediática abriendo a los medios todo lo relacionado a la fuga de Joaquín Guzmán Loera.

Esto, sin embargo, tuvo otra implicación para los ciudadanos: un escape de película, de una de las cárceles “más seguras” del país y con estrictos controles de seguridad, solo podía ocurrir si el bandido en cuestión era más astuto que las autoridades. Y así había ocurrió.

La mayor muestra de apoyo para el capo de la droga se la ofrecieron algunos sinaloenses.

Apenas horas después de su fuga, un grupo de personas recorrió las calles de Culiacán con pancartas de celebración a la evasión de “El Chapo”, su antihéroe. Otros, ya le cantaban un corrido de la segunda evasión de un penal de máxima seguridad.

Así han nacido otras leyendas mexicanas sobre villanos generosos o antihéroes que han logrado burlar a las autoridades.

Sin redes sociales y con el relato de boca en boca, la historia mexicana está llena de estos personajes que viven en el imaginario colectivo.

De Malverde a ‘Chucho el roto’

Quizá el más destacado de los héroes-bandidos sea Jesús Malverde, conocido como el “Santo de los narcos” y cuya leyenda nació en Sinaloa, la tierra de los narcotraficantes más famosos del país.

La leyenda de Jesús Juárez Mazo, quien después sería conocido como Jesús Malverde, comienza a principios del siglo XX, cuando se dice que era un bandido que operaba en los Altos de Culiacán, robando a los hacendados y familias ricas de la zona para dar el dinero a los pobres.

Aunque no se tiene certeza de lo que ocurrió con él, el relato más extendido es que en un enfrentamiento con las Fuerzas Federales fue herido y cayó enfermo de gangrena, a sabiendas de que no sobreviviría, Malverde pidió a un colaborador que lo entregara a las autoridades para cobrar la recompensa que se ofrecía por él y la diera a los pobres.

Malverde se convirtió en leyenda al final de su vida y ahora incluso tiene un “templo” en la capital sinaloense –ubicado a tan solo unos metros de Palacio de Gobierno- hasta donde miles de fieles lo visitan para pedirle favores.

Otro bandido que fue leyenda es “Chucho el Roto”, nombre con el que se le conoció a Jesús Arriaga.

La narrativa popular indica que en la segunda mitad del siglo XIX, Arriaga tuvo una hija con la joven sobrina de un hombre millonario. Como no se le permitió continuar con su romance, Jesús decidió robar a su hija.

En venganza, el tío de la mujer lo encarceló en San Juan de Ulúa, una de las cárceles más temibles en la época del porfiriato. Al salir, se dedicó a estafar y robar a los más ricos del país para repartir el dinero entre los pobres. Se convirtió en el héroe del pueblo.

Joaquín Murrieta también entró a la narrativa de los bandidos que se convirtieron en leyenda.

A mediados del siglo XIX, Murrieta llegó a California, en Estados Unidos, para buscar fortuna como explotador de oro. Sin embargo, leyes que discriminaban a los latinos que fueran hasta allá a conquistar un futuro en la minería impusieron condiciones muy difíciles para su explotación.

Su esposa fue asesinada por norteamericanos y a su hermano lo colgaron luego de haberlo acusado de cometer un crimen. Fue entonces que Murrieta formó una banda que se dedicó a robar para dar a los pobres y defender a los mexicanos de los abusos de los norteamericanos.

Incluso se dice que en la región desértica de México en su frontera con California enterró un tesoro del que todavía hablan sus habitantes.

‘El Chapo’ a las puertas de la leyenda

Edgar Morín, estudioso de la narcocultura y autor del libro “La Maña. Un recorrido antropológico por la cultura de las drogas”, es contundente: Joaquín Guzmán tiene todos los ingredientes para convertirse en leyenda.

“Tenemos la tradición del bandido generoso, fuera de la ley, que logra escaparse de un sistema que a veces es siniestro, terrible. Y si se conecta esto con la tragicomedia nacional reciente, esto adquiere relevancia.

“Este personaje vence al sistema. Una persona que está en una cárcel de exterminio, como las de máxima seguridad en México, evidentemente va a generar simpatía cualquiera que escape se ahí, independientemente de su situación legal o de si mediáticamente ya ha sido sentenciado”, consideró Morín en entrevista.

Para el experto, la posición de los mexicanos de buscar siempre antihéroes o villanos en el crimen, en el futbol o en la política, es natural en una sociedad que siente que es víctima de las injusticias y que entonces busca la manera de hacerse justicia por su propia mano, aunque sea a través del humor.

“Es una especie de juicio simbólico. Como en México la justicia parece que no se carga a investigaciones, a procesos judiciales, a verdades, sino más bien se carga a esa parte, en forma de humor, de desprecio, de chacota, de burla, sobre todo lo que hoy es una gran burla al gobierno.

“Ante los hechos, la reacción es la multiplicación de la burla, del desprecio (…) ante la falta de esta justicia expedita, el pueblo se toma la revancha con imágenes o textos mordaces; contienen una parte del juicio popular: esto paso por la corrupción y la impunidad”, sostuvo Morín.

Lo mismo ocurre en el caso de la Selección Mexicana de Futbol. Cuando una injusticia ocurre –sin importar quién la cometa- el público reacciona para apoyar al oprimido y pasa, necesariamente, por los complejos nacionales.

“En ese relato lo que siempre vamos a ver es al árbitro como villano permanente y a esto contribuye la personalidad del director técnico de la Selección. Hay muchos antecedentes y esto tiene que ver con los traumas y complejos nacionales respecto a los penalties.

“En el caso de los traficantes se tiene esta idea del bandido generoso, real o imaginario; y en el caso del futbol, de quien se espera mucho, se tiene la expresión en memes, por ejemplo”, afirmó Morín.

El malo de la película

Fue el más mediático de la Selección Nacional previo al Mundial de Brasil 2014, incluso se ganó la atención de la prensa internacional por su forma de celebrar los goles en la Copa del Mundo y se mencionó que lo querían de director técnico en Inglaterra.

Pero 12 meses después de la buena actuación de México en el Mundial de futbol, Miguel Herrera es una de las figuras más criticadas y reprochadas en el país.

Para muchos su caída era cuestión de tiempo, ya que nunca figuró como un estratega, sino como un buen motivador que sabía hacer grupo y encauzar a sus jugadores.

“Nunca cambies Herrera, te queremos tal como eres. Bueno, eres más hermoso en cámara lenta”, publicó el sitio SBnation, al mismo tiempo de catalogar al entrenador mexicano como el más “gifteable” o “animado” del pasado Mundial de Brasil.

Otros medios como The Wall Street Journal, The Guardian, Huffington Post y USA Today, le dedicaron artículos al estratega mexicano.

Todo eso quedó atrás luego de malas actuaciones en partidos amistosos ante rivales de poco peso, y los resultados del Tricolor en las últimas semanas.

“El Piojo” pasó de ser un consentido de los medios y gran parte de la afición, al principal culpable del mal momento por el que pasa la Selección Nacional.

La comunión que tenía con gran parte de los aficionados mexicanos comenzó a romperse luego de su desatinado tuit el 7 de junio, durante la jornada electoral en México.

El técnico de la Selección Mexicana, Miguel Herrera lanzó polémicos tuits de apoyo a un partido político en plena jornada electoral, lo que se considera un delito.

Tras su primer mensaje, “El Piojo” fue objeto de duras críticas en la red social, a lo que contestó: “Ésta es mi decisión personal ustedes voten y manifiéstense por su preferencia”.

Apoyar abiertamente al Partido Verde, cuando la Selección ya se encontraba en Sudamérica preparándose para la Copa América, le valió el repudio de millones de mexicanos.

Incluso los políticos entraron al juego.

Ernesto Cordero, senador por el Partido Acción Nacional (PAN), escribió un mensaje para Herrera en cuenta de Twitter: “Señor @MiguelHerreraDT le sugiero que en lugar de apoyar a delincuentes electorales le preste más atención a la Selección #PiojoVendido

Incluso el actor Gael García mostró su reprobación ante las acciones de Herrera.

“Deslucido futbol y deslucida democracia. Ambos juegos representativos. Con tanta corrupción, mancharon (con “estiércol” verde) la pelota”, escribió en su Twitter.

Y es que su mala racha no se limita al pésimo funcionamiento del Tricolor en la cancha, sino a los incidentes que ha protagonizado con medios de comunicación y sus constantes críticas a los arbitrajes.

Hoy Herrera cuenta con muchos más detractores que le continúan cuestionando sus apariciones en comerciales y cumplir primero con los patrocinadores de la Selección, a trabajar con el equipo y tratar de sacarlo del pozo en el que se encuentran.

La sangre caliente del director técnico del equipo mexicano le sigue ganando en las ruedas de prensa y en sus festejos.

Tras la eliminación del Tricolor en la Copa América 2015. Herrera se enfrascó en un pleito de calle con Christian Martinoli, narrador de TV Azteca.

“A mí la prensa no me ataca, hay sólo un pendejo que lo hace y todos saben quién es, pero ya me lo encontraré y discutiré con él las diferencias”, señaló “El Piojo” en conferencia de prensa.

Lo que antes causaba gracia y hasta le valía para ganar seguidores, quienes lo veían como un entrenador verdaderamente apasionado y comprometido con su grupo, hoy es el centro de las críticas.

Sus festejos, incluso, molestan a algunos.

Cuando México consiguió –muy apenas- un empate y la victoria parcial ante Trinidad y Tobago Herrera festejó efusivamente con los jugadores. Lo mismo hizo cuando se logró –con un dudoso penal- contra Costa Rica el pase a las Semifinales.

Después de eliminar a Panamá con dos goles, que también fueron por la vía del penalti y uno de ellos también muy cuestionado, Herrera argumentó que así es el futbol.

“¿Por qué quieren que México haga fair play?”, señaló. Su comentario fue la cereza en el pastel.