Cierre a violencia en penal de Topo Chico

Como parte de un plan penitenciario, hoy este centro de reclusión neoleonés concluirá operaciones; el gobierno estatal construirá tras la demolición del penal marcado por motines, masacres y autogobierno un Archivo General y un parque
Jesús Padilla Jesús Padilla Publicado el
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Hoy, el Penal de Topo Chico, inaugurado el 3 de octubre de 1943, cerrará sus puertas y, con ello, terminan capítulos de barbarie, motines y autogobierno, que lo convirtieron en un escenario de violencia.

Desde hace 76 años, las celdas de esta prisión alojaron parte de la historia delictiva de Nuevo León; los barrotes de acero que fueron testigos mudos de un sinfín de relatos de crímenes cometidos por quienes pagaban sus condenas.

Ahora el edificio será derrumbado para dar paso a la construcción del Archivo General de Gobierno, un teatro y un parque, según informó el gobernador Jaime Rodríguez junto con el secretario de gobierno Manuel González.

La sobrepoblación fue otro de los problemas en Topo Chico. El penal tenía una capacidad para 3 mil 800 personas, pero llegó albergar 6 mil 500. Apenas el viernes 27 de septiembre, 900 internos fueron llevados a otros centros penitenciarios en autobuses y vehículos oficiales, tales como patrullas de Fuerza Civil.

Luego de concluir los traslados de casi 2 mil reclusos a los penales de Apodaca y Cadereyta, este lunes “El Bronco” prepara la ceremonia oficial de cierre de este centro penitenciario. Las autoridades no sólo lo consideran inoperante, las acciones forman parte del plan estratégico penitenciario de la entidad.

“¿Qué vamos a hacer en esos terrenos de Topo Chico? Un gran parque para esa zona, el Archivo General del Estado estará ahí”, anunció el 11 de julio el mandatario.

En este mes, el gobernador mencionó que el penal estará abierto al público para que la gente conozca su historia y las condiciones de los presos.

“El penal del Topo Chico será cerrado y habrá un proceso de que la gente vaya, conozca la historia, y no la volvamos a repetir”, dijo el gobernador en entrevista con medios.

La matanza de 2016 en Topo Chico

El 10 de febrero de 2016, el enfrentamiento entre dos grupos de control, por un lado el de Jorge Iván Hernández Cantú, “El Credo”, y por otro, Juan Pedro Saldívar Farías, “El Z-27”, dejó un saldo de 49 víctimas mortales y 39 heridos y marcó un hecho sin precedentes no sólo en este estado, sino en el país.

Esta barbarie inició minutos antes de la media noche del 10 de febrero y se extendió hasta el siguiente día; fue hasta las 13:30 de la tarde que las autoridades tuvieron el control. En las áreas C2 y C3 del centro penitenciario, los internos prendieron fuego a las bodegas de víveres.

En ese momento el cártel de Los Zetas tenía el control de esta prisión. Un informe de ese año de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), reveló los privilegios en celdas de lujo. Los custodios no mandaban en esta prisión y la fracción del cártel del Golfo protestó.

El hecho, que ocurrió sólo cuatro meses después de que Rodríguez Calderón tomó protesta como titular del Ejecutivo, también conmocionó a los familiares de los reclusos, quienes hoy están preocupados por su traslado.

Juan Antonio Caballero era el comisario en jefe del penal. El funcionario, junto con Gregoria Salazar Robles, directora de esta prisión, fueron procesados y después liberados, pues quedaron absueltos de los cargos que se les imputaban por la masacre.

Internos de alto riesgo

Topo Chico nunca fue considerado un penal de alta seguridad. Sin embargo, entre sus huéspedes está Diego Santoy Riveroll, conocido como “El asesino de Cumbres”, que fue encarcelado tras privar de la vida a dos menores, hermanos de su pareja Erika Peña Coss.

Recientemente, el caso de Mario López Razo, acusado del homicidio a un bebé de tres meses y al padre de éste, fue sentenciado a prisión en Topo Chico, pero cumplirá su condena en el Penal de Apodaca.

Por violación y cobrar la vida de una menor de 8 años llamada Ana Lizbeth, Juan Fernando Ruiz recibió una sentencia de 190 años en prisión el mes de agosto. El crimen indignó a la sociedad neoleonesa, incluso, hasta para los presos de Topo Chico, pues fue aislado porque había amenazas de muerte.

En 1959, el médico Alfredo Ballí Treviño sedó a un joven estudiante de medicina para descuartizarla el 8 de octubre en su consultorio, ubicado en la calle Artículo 123 de la colonia Talleres, en Monterrey. El doctor fue internado en el Penal de Topo Chico.

En 1963 Ballí Treviño conoció al reportero estadounidense Thomas Harris, quien inspirado en este delito, escribió la novela “El silencio de los inocentes” y le dio vida al personaje Hannibal Lecter, que fue protagonizado por Anthony Hopkins.

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