En Día del Abuelo, la soledad será compañía de muchos en CDMX

No todas las personas celebrarán hoy el Día del Abuelo en la Ciudad de México, como Luz María, de 86 años, quien fue abandonada por su hija en un albergue el pasado 23 de agosto tras ser despojada de su vivienda y agredida por su yerno

Ser adulto mayor en la Ciudad de México no es nada fácil.

Discriminación, malos tratos, desapego y abandono son algunos de los retos a los que este sector de la población tiene que enfrentarse, incluso por parte de la que es su familia

Hace años, la figura del abuelo llegó a estar asociada con autoridad, respeto y tradición, pero actualmente la realidad es otra. La mayoría de las veces, la indiferencia y omisión suele marcar las relaciones entre jóvenes y ancianos.

A pesar de que autoridades y organismos, tanto públicos como privados, han puesto en marcha diversos programas para garantizar los derechos humanos de las personas mayores, éstos se encuentran entre los más vulnerados, según informes de la Comisión de Derechos Humanos (CDHDF) local.

En las últimas cuatro décadas, la capital del país registra un aumento de hombres y mujeres mayores de 65 años, y a la fecha se tiene una comunidad cercana al millón 100 mil personas, de acuerdo con Alejandro Piña, titular de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso) de la CDMX.

Tal cifra, equivalente a poco más del 12 por ciento del total de capitalinos, continuará creciendo en las próximas generaciones, según la dependencia, ya que hoy día el mayor grueso poblacional se mantiene en un rango joven.

No obstante, de mantenerse la tendencia de un menor número de nacimientos, la situación podría revertirse y por lo tanto agravarse.

A pesar de los esfuerzos emprendidos para integrar a los adultos mayores e incluso de la existencia un día para su reconocimiento, el 28 de julio, fecha establecida a nivel nacional el “Día del Abuelo”, no todos pueden celebrarlo.

“Ya no me quiere”

Luz María Alfaro voltea a su alrededor sin reconocer nada ni a nadie. En medio de la noche del pasado del jueves 23 de agosto, a sus 86 años de edad, fue abandonada por su hija en el albergue Casa Árbol de la Vida, en las inmediaciones de la Delegación Iztapalapa.

“Aquí no me siento a gusto, no es que esté feo el lugar, pero quizá sea por la condición en la que me trajeron. No sé cuándo vaya a salir o cuándo me toque visita, no sé nada, mi hija se fue y no me dijo nada… ni siquiera subió a despedirse, ella ya no me quiere”
Luz María Alfaro, 86 añosAbandonada por su hija en un albergue

A pesar de que Luz padece de neurosis, su hija tomó una maleta llena de ropa y le dijo “¡vámonos, vámonos!”. Inicialmente acudieron a otro albergue, sin embargo, no se pudo quedar ya que era exclusivo para hombres. Cerca de las 9 de la noche, y sin alternativa, ella se vio obligada a quedarse en su nuevo hogar.

Las dificultades de Luz comenzaron cuando murieron sus hermanos y ella heredó la casa familiar, fue entonces cuando su hija y el marido de ésta llegaron al inmueble. Desde el principio él mostró un comportamiento grosero, llegó a golpearla e incluso una vez la manoseó mientras dormía, pese a todo se aguantó todos esos detalles “con tal de que no digan que por mi culpa se divorciaron”, asegura.

“Tengo la idea de que quieren vender mi casa, porque se quieren ir a vivir a otro rumbo, según escuché, pero no sé si sea mi imaginación u otra cosa. No sé si la pueden vender, porque está firmada por los tres hermanos que éramos y ahora sólo por mí, pero ella (mi hija) dice que la firma la puede falsificar”, lamenta.

La historia de Luz no es única, como ella hay otras personas que también están solas en el albergue Casa Árbol de la Vida.

Originaria de Tangancícuaro, Michoacán, María Rodríguez llegó al albergue en diciembre de hace dos años. Para no pasar en soledad las fechas de relevancia, ella aceptó ir al sitio, pero tras quedarse una noche, decidió residir ahí.

Con 92 años, cuenta que cuando era joven se fue a vivir con su novio y cuando se embarazó, él viajó a Estados Unidos en busca del sueño americano, mientras ella trabajaba como trabajadora doméstica y costurera en México.

Cuando su hijo Francisco Mendoza nació y durante cinco años los dólares le llegaron desde el extranjero, hasta que se interrumpió el envío.

A pesar de haber sido abandonada por su pareja, ella y su hijo sobrevivieron por varios años e incluso Francisco logró entrar a una carrera universitaria en la UNAM, pero un tumor seguido de un infarto acabaron con su vida.

En un intento por salvarlo, mediante una operación costosa, ella vendió su casa, sin embargo, nada sirvió. Sin familia, María estuvo viviendo en casas ajenas hasta que llegó al albergue.

“Si Dios me diera la oportunidad de vivir otra vez y me preguntara ¿qué clase de vida quieres?, le respondería que la misma, ni más ni menos, porque toda mi vida la he llevado pobre pero contenta”, dice.

Desde hace 40 años, la Casa Árbol de la Vida Enfermeros Anónimos da servicios en el corazón de Iztapalapa. Por un alto número de defunciones entre los inquilinos, el sitio no cuenta con una media poblacional, señala Elena Romero, directora del sitio.

Debido a que la fundación acepta casi a cualquier persona, las labores en el sitio consisten en proveer alimentos, techo, vestido y atención médica, no obstante, también se dan los servicios funerarios a las personas en fase terminal.

“Con cualquier padecimiento y que verdaderamente esté en total abandono, nosotros podemos brindarle a las personas en estado terminal una muerte digna, para que no mueran en la calle, como muchos indigentes y porque al final de cuentas queda un buen sabor de boca y una satisfacción de poder ayudar”, sostiene.

Reforzarán sus derechos

Apartir del próximo17 de septiembre, la Constitución de la Ciudad de México entrará en vigor y con ella la Carta de Derechos adquirirá vigencia entre los capitalinos, misma que comprende reforzar y garantizar los derechos de todos los grupos minoritarios, incluyendo el de las personas consideradas como adultas mayores.

Dicho apartado prevé modificar e implementar mejoras en materia de derechos humanos, igualdad y no discriminación, autodeterminación personal, identidad y seguridad jurídica, entre otras, además de sancionar conductas que impliquen abusos, abandono, aislamiento, negligencia, maltrato violencia o cualquier acción que vulnere la integridad de este sector de la población.