Un estandarte de la ciencia nacional

Ildefonso León trabaja en el mayor experimento científico de los últimos años, su pasión y compromiso han logrado inspirar a más jóvenes; para el investigador es importante que el gobierno federal destine, por lo menos, uno por ciento del PIB a este sector

Para el investigador Ildefonso León Monzón invertir en ciencia y educación es la manera más efectiva para lograr una mejor calidad de vida, ya que da las herramientas para luchar por oportunidades y avanzar hacia una democracia sólida.

León Monzón es parte de un grupo de mexicanos que trabaja en el experimento ALICE (A Large Ion Collider Experiment) del Gran Colisionador de Hadrones (LHC) en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), Suiza, lo que le ha permitido convivir con investigadores de diversos orígenes y religiones, experimentar a gran escala con los últimos avances científicos y desarrollar nueva tecnología.

Este mes culminó el ciclo de dos detectores mexicanos, el V0 y AD. El primero, que operaba con éxito desde hacía una década, permitió la incursión de México en la colaboración ALICE; se trató del primer detector mexicano para el LHC. Por su parte, AD, a cargo de la Universidad Autónoma de Sinaloa, permitió la formación de estudiantes.

La contribución de V0 consistió en decir qué datos, mediciones o colisiones que se estaban llevando a cabo eran importantes o tenían información relevante para ser estudiadas.

2022
es el año en el que León instalará un nuevo detector en el LHC

“Tenemos que a las energías del LHC, hemos sido capaces de recrear el Big Bang, y es lo que llamamos posteriormente el ‘universo líquido’, ya que el sistema que se crea en la colisión protón-protón se comporta como un líquido perfecto, que fluye sin fricción”, comenta León Monzón.

Ese fue uno de los hallazgos más importantes en los que participó el detector V0, junto con AD, que fue un sistema para medir esas características con exactitud y así determinar que el Big Bang también puede recrearse con protón-protón.

El equipo mexicano continuará con un amplio trabajo y la puesta en marcha de un nuevo detector. La propuesta es un nuevo sistema que será mejorado. El detector AD sufrirá mejoras, será más rápido y generará un sistema de mucha mayor calidad.

“Buscamos tener un detector con una resolución temporal mejor que los 300 picosegundos. Queremos ir más allá, alcanzar los 200. Un picosegundo es la millonésima parte de una millonésima de segundo. Queremos ser tan rápidos como esa escala de tiempo. Queremos que sea un detector sumamente rápido”, explica León Monzón.

Para el científico, una de las características a mejorar en el acelerador es la luminosidad. Significa tener más colisiones, lo que implica más datos, por lo que requiere mayor velocidad para ver cada uno de ellos. Por tal razón, AD y V0 serán modificados con esa característica, para que cumplan una mayor calidad.

El nuevo detector será llamado Forward Diffractive Detector (FDD), mismo que fue presentado en el auditorio del LHC a la colaboración de ALICE

El trabajo hacia el año 2022 consistirá, inicialmente, en un periodo de dos años para la realización de pruebas, terminar el diseño y la fabricación del sistema.

Para el caso de la fabricación del sistema, existirá nueva electrónica y nuevos elementos de última tecnología, lo que significa que los estudiantes que se involucren en los proyectos verán la tecnología más avanzada y cómo se utiliza, no solamente a manera de divulgación, sino que podrán introducirse completamente.

Esto es el trabajo de Ildefonso León Monzón, un mexicano que ha puesto el nombre del país en alto y que busca inspirar y apoyar a más jóvenes dentro de la ciencia.

“A la larga, esperas que se genere una tradición en nuestro país por este aprendizaje y que eso se convierta en una forma natural de trabajar, de entender los proyectos científicos”, dice León.

Así nació su gusto por la ciencia

El papá de Ildefonso trabajaba en una fábrica de alimentos derivados del tomate y fue allí donde tuvo su primer acercamiento con la tecnología.

“Ver cómo funcionaban las máquinas me sorprendía, eran muy sofisticadas. Una caldera para mí era un objeto gigantesco donde veía cómo salía vapor y se movían las turbinas. Era fantástico entrar al laboratorio de los químicos donde se hacían pruebas de conteos de hongos para evaluar la calidad del tomate”, cuenta el investigador.

La fábrica fue la puerta para que León Monzón se interesara por la ingeniería, ya que fue el laboratorio más grande que tuvo en su niñez.

“Un día a la semana mí papá me llevaba a la fábrica, el sábado, el resto era estudio y juego, ese era mi pasatiempo y bueno, fue fantástico. Una de las cosas que considero fui afortunado, es que mi familia migró al campo, donde acudí a una escuela primaria rural”, recuerda León.

Se considera afortunado porque llegó a una escuela donde los salones tenían alrededor de 10 y 15 estudiantes, entonces la atención de los profesores era muy personalizada, los libros de texto que recibían del gobierno federal siempre estaban a disposición y no tenían que llevar prácticamente nada.

“Mis profesores en primaria eran muy atentos, extraordinarios y creo que eso deja una huella muy positiva en la formación de los estudiantes”, opina el investigador sinaloense.

Al término de la temporada, su familia volvió a la ciudad e inscribió a Ildefonso en una escuela primaria cercana a su casa, pero resulta que en esos salones había cerca de 50 y 60 estudiantes, algo distitno a lo que vivió en el campo.

“Empiezo con muchas ganas, pero al cabo de una semana mi ánimo decayó muchísimo y la maestra me preguntó ‘¿qué fue lo que pasó durante ese proceso?’ Resulta que no me gustaba esa forma de recibir la educación, no tanto la maestra, sino las condiciones”, indica el científico mexicano.

Para él, los profesores hacían lo que podían, pero no era suficiente, así que decidió comentarle a su papá que prefería ir a la escuela de la zona rural; afortunadamente, su padre le hizo caso.

“Y así transcurrió toda la primaria, fue traumático salir de ella y decirle adiós a todas esas buenas condiciones en las que estudiaba”, señala León Monzón.

A las 12 años llegó a la secundaria, donde también tuvo muy buenos maestros. Los talleres de electricidad siempre fueron su pasión. “Fue fantástico para mí, porque llevaba el curso de ciencias naturales, veía biología, química, física, y recuerdo muy particularmente un momento en el que estuve leyendo algo sobre física, un poco sobre la contribución de Albert Einstein, algunas cosas extrañas”, dice.

Por su parte, el bachillerato no lo disfrutó tanto, porque el aprendizaje fue poco, comparado con las épocas pasadas. Al culminar, decidió estudiar Física y así, el tiempo y los buenos maestros lo llevaron a formar parte del CERN.

Ahora, el investigador asegura que la responsabilidad de todos los científicos mexicanos dentro de este sexenio es aspirar al máximo nivel en el área para formar jóvenes científicos de alto nivel y crear nuevas áreas de especialidad en el país, ya que para un país de más de 100 millones de personas hay muy pocos científicos.

“Invertir en ciencia y educación es la manera más efectiva para lograr una mejora en la calidad de vida, luchar por oportunidades y avanzar hacia una democracia sólida”
Ildefonso León MonzónInvestigador

Además, dice que los investigadores deben ser críticos con la forma en la que hacen ciencia en México para realmente buscar el impacto en la sociedad de las investigaciones.

“El reto principal es alcanzar el uno por ciento del PIB para inversión en el Gasto Interno Bruto en Investigación y Desarrollo Experimental (GIDE). Actualmente estamos alrededor del 0.5 por ciento, apenas una quinta parte respecto a países de la OCDE. Tener esta meta no es garantía, pero no tenerla es garantía de nunca lograrlo”, finaliza Ildefonso León Monzón.

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