La pieza cuenta la historia de Segismunda y de cómo desde muy pequeña sufría bullying en su escuela. Foto: Especial

Segismunda, obra que retrata la vida de una mujer transexual

La obra de teatro Segismunda retrata la vida de una joven transexual atrapada en un cuerpo que no le corresponde y en una sociedad que no la acepta tal y como ha decidido ser. Un encuentro poético con los sueños de un ser humano que desea ser amado por los suyos

Aunque Segismunda es un personaje que solo existe sobre las tablas es la representación de muchas vivencias de toda una comunidad, pues fue escrita en 2016 a partir de testimonios del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (Cogam), de Madrid, España.

La obra de teatro, que lleva el mismo título de su personaje principal, llega al Teatro Sergio Magaña para hablar de uno de los temas más urgentes en el mundo: el transfeminicidio.

“Quisiéramos pensar que Segismunda pudiera servir para reflexionar al respecto de cómo ser más tolerantes y respetuosos con todos aquellos que no sean como nosotros y en esa diferencia encontrar aquello que nos une: la humanidad. Esta pandemia nos sirvió para saber que somos el mismo ser vulnerable ante la muerte o ante la carencia; ojalá esta obra ayude para ser un poco más respetuosos”, indica Claudia Tobo, dramaturga y directora.

Tobo comparte que cuando la presentaron en España hubo muchas opiniones y debates, sobre todo por parte de los colectivos, los cuales al inicio estaban un poco renuentes, pero se dieron cuenta que se necesitaba hablar sobre la discriminación y violencia que vivían.

Vivimos tiempos de mucha polaridad con respecto a los colectivos y en la reivindicación de sus derechos, provocando discursos donde se juzga sin saber. También hay mucho miedo, pero éste tiene dos partes, una que te acerques con amor a las cosas y la otra hay quien infunde discursos de odio hacia el otro, como si fuera el enemigo con el que hay que acabar y es súper peligroso”, opina la dramaturga.

La pieza cuenta la historia de Segismunda y de cómo desde muy pequeña sufría bullying en su escuela, lo que le provoca inseguridad y odio a sí misma. Además de la relación compleja con sus padres, quienes al inicio no la aceptan.

“Lo que nos hace humanos y civilización es nuestra capacidad de reunión, la perdimos por un tiempo y nos dimos cuenta la vida no es posible sin comunidad”
Claudia ToboDirectora y dramaturga

Sin embargo, la dramaturga cree que el teatro, al ser una herramienta muy poderosa, ayuda a que la gente pueda reflexionar en torno a estos temas complejos.

“En realidad el pueblo al que pertenece es muy cerrado, muy tradicional, podría ser casi cualquier lugar del mundo, donde todas las personas tienen que entrar en un canon y Segismunda, al romper con esa armonía, la gente lejos de intentar acogerla la rechaza y acaba con ella”, narra.

Claudia Tobo comparte que escribir esta pieza ha sido una lección de tolerancia, bondad, amor y resiliencia, incluso, la ha retado al momento de distribuirla en teatros.

“Vivimos en un momento en el que la cosa más valiente que podemos hacer en las artes es hablar de la fragilidad humana como un valor y creo que la obra está llena de eso. Es difícil no empatizar con ella, porque es un ser humano que lucha, que se enfrenta y que se levanta e intenta solventar los obstáculos y cumplir sus deseos, que son nobles y egoístas, como los de los seres humanos”, reitera la directora de la puesta.

Sobre Segismunda

El actor Óscar Piñeiro encarna a Segismunda, quien enfrenta al público para mostrar sus sentires y pesares. Sus palabras están dichas desde un alma madurada a golpes por la falta de aceptación y el odio.

“Esa chica, de un pueblo de la España profunda, acuñó su nombre con mucho dolor y ha venido para hacernos reír y llorar a través de su relato”, dice Claudia Tobo.

El escenario

Parte fundamental del montaje es el manejo del escenario, un espacio que da vida a los espacios por donde transita el personaje, como una pastelería, hasta una plaza de toros en la que la persiguen, torturan y matan a personas con la misma crueldad que se haría con un toro.

El trabajo plástico y de interpretación material es del escenógrafo e iluminador Esaú Corona y el vestuario de Gerardo Jaimes.

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