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“A veces, la indiferencia y la frialdad hacen mucho más daño que el desprecio declarado”. J.K. Rowling , autora de la saga literaria de "Harry Potter”.

Seguramente todos hemos experimentado la sensación de ser ignorado, ya que la indiferencia social forma parte de nuestro estilo de vida. 

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“A veces, la indiferencia y la frialdad hacen mucho más daño que el desprecio declarado”. J.K. Rowling , autora de la saga literaria de “Harry Potter”.

Seguramente todos hemos experimentado la sensación de ser ignorado, ya que la indiferencia social forma parte de nuestro estilo de vida. 

Pareciera que andamos por la vida manifestando: “voy derecho y no me quito”. Vivimos absortos en nuestro mundo. Ante cualquier situación que atente contra nuestro preciado tiempo o que nos saque de nuestra zona de confort, preferimos lavarnos las manos, pintar nuestra raya y no involucrarnos. 

La falta de sensibilidad y de empatía hacia terceros ponen en evidencia el hecho de que la indiferencia social se ha agudizado al grado de haber perdido nuestra capacidad de asombro. 

Para ejemplo está el caso de la joven veracruzana Gabriela Hernández Guerra, quien hace poco más de una semana anunció en Facebook que se quitaría la vida. El mensaje sobre el suicidio, mismo que fue consumado, fue acompañado de una imagen en la que la joven de 22 años aparece con una soga al cuello. 

La noticia no inmutó a los usuarios, cuyas reacciones en redes sociales se redujeron a burlas e insultos. Incluso en Twitter fue Trending Topic el hashtag “#MeSuicidoComoGabriela, al que los internautas recurrían para hacer comentarios sarcásticos como “Me enamoré de un top model de Europa y no me pela #MeSuicidoComoGabriela”. 

Ayuda selectiva

Los estudios coinciden en que cuando nos encontramos vulnerables ante situaciones de estrés, al estar bajo presión o con el autocontrol por los suelos –donde estamos mentalmente agotados–, tendemos a ser más egoístas y somos menos propensos a tenderle una mano a un extraño. 

Sin embargo, una investigación a cargo de Francesca Righetti, de la Universidad Vrije, en Ámsterdam, reveló que a pesar de vernos en una situación de poco autocontrol, nuestro primer impulso no es ser egoístas, al menos no con nuestros seres queridos, por quienes estamos dispuestos a sacrificar tiempo y energía. 

Tras una serie de experimentos, los expertos concluyeron que en las relaciones cercanas –o de “orientación comunitaria”–, especialmente las de pareja y amistad, “las personas se sienten responsables por el bienestar mutuo y desean beneficiar al otro cuando lo necesite; se responde a las necesidades de los demás sin esperar nada a cambio”, señala el estudio publicado este año en Psychological Science. 

Alto a la indiferencia social

El problema es que esta clase de ayuda desinteresada difícilmente la ponemos en práctica con aquellos que nos son allegados a nosotros. Y mucho menos en el caso de los jóvenes de hoy, quienes tienden a ver sus propios intereses, sin medir el impacto social de sus actos, dijo en entrevista para Reporte Indigo Blanca Almeida Dingler, quien desde hace más de 15 años ejerce como psicoterapeuta individual, familiar y de pareja. 

Almeida, quien participa activamente en prensa, televisión e Internet, donde transmite su programa de radio “Hablando del alma y sus tropiezos”, es fundadora de la asociación sin fines de lucro Te veo, me importas A.C., “porque para que me importe el otro primero lo tengo que ver (…), para después decidir qué puedo hacer por esa persona”, explicó.

Su iniciativa “surge como una propuesta de solución para transformar la indiferencia social actual”, señala el sitio Web. Esta problemática se refleja a través de la apatía ciudadana, de nuestra falta de interés por lo que le sucede a quien tenemos a un lado, aseguró Almeida. Nos excluimos mutuamente, “sin contemplar que el éxito de uno es el éxito del otro”. 

La especialista comenta que los casos que atiende en consulta privada son “un reflejo en micro de lo que está sucediendo en la sociedad en macro”. Pone el ejemplo de las parejas de jóvenes de entre 25 y 30 años de edad, quienes llegan a la consulta sin saber “qué es lo que hace una pareja” o “qué se requiere para vivir en pareja”. 

¿La razón? Ambos se sienten muy merecedores, señaló Blanca, porque provienen de hogares en donde los padres de adolescentes de hoy en día son “demasiado permisivos” y ceden ante cualquier capricho de los hijos.

Y “como no están sabiendo dar”, dice, “como son indiferentes al otro (…), no pueden tener una relación de pareja sana. Son personas que solamente están centradas en sí mismas”. Cuando tienen hijos, por ejemplo, surge la queja, porque estos “les vienen a quitar, a robar su espacio, su éxito, su cuerpo y su paz”. 

Un círculo vicioso

Ignorar la presencia de otros es algo que hacemos en automático. Basta con fijar la mirada en la pantalla de nuestro smartphone para olvidarnos de lo que transcurre a nuestro alrededor. Pero no “pelar” al otro, independientemente de que se trate de un extraño, garantiza secuelas.

Como señala Kippling D. Williams, doctor en psicología social de la Universidad de Purdue e investigador en los efectos negativos de la exclusión social, en un estudio publicado el año pasado en Psychological Science: 

“A pesar de la aparente trivialidad de estos episodios (por ejemplo, ser ignorado por el compañero de asiento en un autobús), las investigaciones demuestran que ser ignorados por el ascensorista provoca que nuestro estado de ánimo se decaiga de forma momentánea”. 

Otro problema con la indiferencia social es que esta es fácil de propagarse. La psicoterapeuta Blanca Almeida dijo que sentirnos ignorados por otros nos genera violencia e intolerancia, que posteriormente exteriorizamos al volante o en casa.

“El ser humano tiene la tendencia a empatizar y hoy no hay esa empatía”, reforzó. Al transitar la calle como peatones, “estás viendo cómo le corres para que no te apachurren”, lo que genera un sentimiento de miedo que, a su vez, se traduce en queja y mal humor cuando lleguemos a casa. 

La apatía nos hace más intolerantes, apuntó Almeida. Y dado a que “no nos sentimos acogidos”, nos volvemos más agresivos. De ahí que hoy en día es común escuchar a personas que dicen que viven enojadas o estresadas.

‘Te veo, me importas’

Consciente de la problemática de la indiferencia social que se vive en México, Blanca Almeida fundó Te veo, me importas, A.C., una asociación sin fines de lucro que tiene el objetivo de “erradicar la indiferencia juvenil, convirtiendo la inclusión y el dar al otro en una nueva forma de vivir (…)”, así como de “transformar la indiferencia social en la población retomando los valores de respeto, ayuda y cooperación disminuyendo la intolerancia y violencia”. 

La campaña tiene como eje la implementación de “acciones inmediatas” tanto en redes sociales como en familia para revertir el problema de la indiferencia social.

Para la convivencia con los hijos, por ejemplo, se incluye un listado de “reglas de convivencia”, que están basadas en los siguientes principios:

1. “Cada quién se hace responsable de su actuar y proceder dentro de la casa”. 

2. “Mi actuar, sentir o pensar no puede trasgredir al otro. Tomo en cuenta al otro”. 

Para conocer más acerca de la iniciativa de Almeida y cómo involucrarte, entra al sitio Web de la campaña Te  veo, me importas A.C. 

Rostros para donar

Los hallazgos de un estudio publicado este mes en Psychological Science coinciden con lo que se ha demostrado a la fecha: somos más propensos a hacer donativos a una causa social si una campaña a favor de damnificados de desastres naturales, por ejemplo, viene acompañada de rostros de personas. 

El estudio, encabezado por Hee-Kyung Ahn, docente de la Escuela de Negocios de la la Universidad de Hanyang, en Corea del Sur, apoya la hipótesis de que tendemos a ayudar para sentirnos bien con nosotros mismos. Así nos ahorramos sentir culpa en un futuro por no haber ayudado a quien lo necesitaba.

Conoce a Blanca Almeida Dingler

Es psicoterapeuta individual, familiar y de pareja, y docente de psicología. Cuenta con más de 15 años de experiencia en la solución de conflictos personales, de relaciones sociales y motivacionales. 

Almeida es Licenciada en Neurolingüística y Psicopedagogía, con estudios de especialización en psicoterapia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Y cuenta con una especialidad en Terapia Sistémica del Centro de Solución de Problemas (CAIPSI), en México, D.F., y del Mental Research Institute (MRI), en Palo Alto, California.

Cada semana, participa en programas de televisión como “Nuestro día”, de Cadena 3 y “Los de 7”, de TV Azteca. También tiene su programa de radio por Internet “Hablando del alma y sus tropiezos”. 

 

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