A Loriga le encantaría que el lector entendiera que sus personajes, teóricamente, existían antes de la primera página y que seguirán existiendo después. Foto: Especial

Ray Loriga, “el rockstar” de las letras españolas, escribe grandes historias de pequeños seres humanos

Sin grandes villanos ni acontecimientos sobresalientes, Ray Loriga invita al lector a reflexionar sobre la muerte, la amistad y el amor en su nueva novela Cualquier verano es un final. El autor español, quien sobrevivió a un tumor cerebral, explica su fascinación por colocar a sus protagonistas en un estado de mediocridad

Le gustan las historias que profundizan mucho en las sensaciones, aquellas que hablan sobre las relaciones humanas y que no cuentan grandes crímenes o acontecimientos, donde no hay heroísmos exagerados ni villanías muy grandes; el escritor español Ray Loriga prefiere aquellas que expliquen algo de la condición humana, del ser y estar aquí, en el mundo. Y así lo demuestra con su nueva novela Cualquier verano es un final (Alfaguara, 2023).

“Nuestras vidas corren por caminos bastante vulgares en el fondo, que salvo accidentes o un crimen que nos suceda como víctimas, tampoco estamos enredados en acontecimientos de gran magnitud, por así decirlo, sino en pequeñas rencillas familiares, en pequeños roces laborales; sin embargo, nosotros nos los tomamos muy a pecho y sufrimos, así son nuestras grandes historias de pequeños seres humanos”, asegura Loriga, en entrevista con Reporte Índigo.

La amistad entre Yorick y Luiz es el centro de esta historia. Son dos hombres que tienen que bailar con la muerte, de alguna manera, desde polos opuestos y con intenciones enfrentadas. Uno acaba de sobrevivir a duras penas y el otro parece que lo que pretende es cortejarla e ir a su encuentro, cuando el otro venía casi huyendo de allá. Todo esto es lo que crea el conflicto de la narración.

En ocasiones parece ser un juego, como si echaran carreras, no contra la muerte, sino como una forma de hacer desistir al otro de morir. Yorick, quien narra la historia en primera persona, tendrá  que tratar de entender, asimilar y hasta evitar lo que aparentemente quiere hacer Luiz, quien ha decidido irse Suiza para ejecutar una muerte asistida.

“Desde que conocí a Luiz le convertí al instante en necesario”, afirma Yorick, por lo que muchos de sus amigos coinciden en que su forma de quererlo es peligrosa, antinatural e incluso amanerada hasta el sonrojo; sin embargo, el protagonista opina que “la amistad a menudo necesita, para ser sincera, un abanico variopinto de intenciones y, por qué no, de sinceridades de distinta naturaleza”.

Loriga concuerda y destaca que la amistad es amor y este tiene mil matices y nombres, no todos ellos necesarios, porque es algo que uno siente. Yorick se cuestiona cómo ama, qué parte es forzada, qué parte es inventada, qué parte idealización y qué parte sublimación, a veces, se siente culpable de no haberle preguntado exactamente al otro si desea ser amado de esta manera.

“Pero bueno, todos esos elementos, quizá en grado exagerado para que produzcan este efecto, me parece que son los que conllevan todas las historias de amor, todos esos matices están en las historias de amor”, enfatiza el autor español.

Al interior de sus historias

A Yorick le extirparon un tumor cerebral, un schwannomas vestibular, que superaba los cuatro centímetros y que le dejó secuelas, situación que Ray Loriga vivió debido al cáncer que sufrió y que trasladó a Cualquier verano es un final.

En la novela el personaje sufre un paro cardiorrespiratorio, que podría parecerse bastante a la muerte, pero no llega a serlo, porque de ella no se vuelve. Loriga explica que nunca intentó hacer una autobiografía, pero sí utilizar parte de su reciente biografía para mover esta ficción en una dirección concreta: “le presto cosas mías a este personaje, por lo demás es un personaje de ficción”.

“No tenía demasiado empeño ni interés en hacer un testimonial ni un diario metódico de lo que ha sido mi peripecia en esta enfermedad, sino utilizar lo que me era útil de este episodio para caminar en otra dirección que me interesase como novela, para producir ficción pura”, dice.

 

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“Creo que quizá tenga que ver con que, precisamente, por haber estado en una larga hospitalización por una larga enfermedad y una larga convalecencia que cabalgó con dos años de pandemia y no pude moverme, primero, físicamente y, luego, porque no podía por el confinamiento, me apetecía mucho que mis personajes viajarán lo más posible, sinceramente, y era una manera de escapar yo también desde una habitación inmóvil hasta los lugares donde he sido feliz y pretendo seguir siéndolo”, comparte.

A Loriga le encantaría que el lector entendiera que sus personajes, teóricamente, existían antes de la primera página y que seguirán existiendo después de la última.

“Ahora que ya he tenido un feedback por parte de crítica y de lectores, me comentaban a menudo y he leído que al cerrar el libro te queda una plácida sonrisa, a pesar de que habla casi todo el rato de la muerte y del morirse, te queda una sensación plácida y pensando, bueno, igual se mueren, igual no, vete a saber qué harán estos dos idiotas, pero me gusta esa sensación de haber pasado una aventura, también bonita, dulce, divertida, pero con su carga de profundidad”, finaliza el escritor.

Amor a Portugal

Gran parte de la historia de Cualquier verano es un final ocurre en Portugal, país que le encanta a Ray Loriga y que he ido descubriendo al cabo de muchos años.

“Tengo muy buenas amistades allí, me siento muy en casa, en Portugal, por otro lado, está muy cerquita de España y aunque somos dos países diferentes, con idiomas distintos, tradiciones distintas, música diferente, literaturas diferentes, siempre he sentido una corriente personal de afinidad y es verdad que el carácter portugués y el español, si hubiera tal cosa, nos entendemos naturalmente bien”, asegura.

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