Rambo last blood reseña; narcos, prostitución y la porquería de México

ALERTA DE SPOILERS: Te traemos la reseña de la última película de Rambo que cerrará la saga iniciada en 1983 con la adaptación de la novela First Blood

Las cintas de John Rambo (Sylvester Stallone) tienen el récord Guinness de contener el mayor número de asesinatos dentro de una película. Una distinción que ya amenaza su tocayo John Wick. Sin embargo, para el letal veterano de Vietman este será, aparentemente, su último largometraje: Last Blood. Una saga que comenzó en 1983 con First Blood

Viejo y cansado, Rambo vive en un apartado rancho de Arizona junto con una mujer llamada María y su hija adolescente Gabriela, a quien el ex boina verde ama como a su propia hija. Cuando la joven emprende un viaje hacia México para buscar a su irresponsable padre, Rambo le seguirá el rastro después de que un grupo del crimen organizado la esclavice para prostituirla.

“He vivido un mundo de muerte. Una parte de mi mente y mi alma se perdió en el camino, pero mi corazón se quedó aquí, en el único hogar que he tenido...aquellos a quienes he amado ahora son fantasmas, pero lucharé para mantener sus recuerdos vivos por siempre...”

LO BUENO, INTERPRETACIÓN DE RAMBO

Las historias del ocaso de la vida del héroe, quien alguna vez fue un guerrero, están aumentando cada vez más en la cultura pop. Tan sólo basta echar un vistazo al tono western que se le imprimió a Logan (James Mangold, 2017), así como a videojuegos que están abordando este estilo como The Last of Us y la más reciente entrega de God of War.

Para Rambo: The last blood esto se vuelve a repetir. Rambo está retirado de la violencia, pero, como en First blood, sigue teniendo secuelas de la violenta guerra que vivió en Vietman. Las alucinaciones que crearon el problema en la primera película siguen presentes aún cuando vive tranquilo en un rancho con personas a quienes ama.

La introspección a un personaje miserable, depresivo y a la vez estoico es la fortaleza de este largometraje. Sylvester se separa de su tan eterno personaje de Rocky y nos vuelve a recordar a John Rambo, el hombre que luchó en Vietman y que perdió a sus amigos. El soldado que, al regresar de la infame Guerra, fue recibido por una sociedad hippie que lo criticó y rechazó cuando tan sólo obedecía órdenes.

Si en el primer filme, el más maduro de todos al ser la fiel adaptación de la novela de David Morrell, había una crítica sutil a las consecuencias que resultaron de una inútil guerra de los Estados Unidos; aquí no habrá ningún discurso mas que el final de un héroe que lo dio todo por desconocidos y fue rechazado.

El final de la película, y el discurso de Stallone, encierran esta idea en la que Rambo admite que a pesar de que ha vivido en un mundo de muerte su corazón aún ama a sus cercanos.

Esto regresa a la saga a los orígenes de la novela, cuando la primera cinta no trataba acerca de muertes a diestra y siniestra, ni contenía un discurso político del orgullo norteamericano frente a los vietnamitas, sino la de un hombre frío y lastimado a consecuencia de la violencia.

LO MALO, PRODUCCIÓN Y MÉXICO

La culpa de la guerra con la que lidia Rambo y su deseo de venganza contra los narcotraficantes mexicanos que asesinaron a su sobrina Gabriela son dos ideas con mucho potencial para explorar. Sin embargo, la producción que tiene la última cinta del soldado es menos que regular.

Al haber visto cómo John Rambo asesinaba a miles de vietnamitas en las películas previas, no podíamos esperar menos con esta entrega. Explosiones, muertes absurdas pero espectaculares, estrategias militares, combate cuerpo a cuerpo y otros elementos que distinguen a la franquicia se quedan cortas aquí.

Y es que en Rambo: Last blood hay muchas partes que quedan desaprovechadas si las comparamos con las producciones que otros largometrajes han entregado. La historia del padre que va a rescatar a su hija en medio de tipos armados, como en Búsqueda Implacable (2008) de Liam Neeson u Hombre en llamas (2004), pinta para muchas escenas de acción; lo que lamentablemente aquí estará limitado.

Un villano con una historia poco desarrollada, combatientes realmente estúpidos y un Rambo poco estratégico restan mucha calidad y dejan al espectador con la emoción reducida al sentimentalismo del veterano de guerra.

Aunado a ello, la película se convierte en una típica cinta americana al esbozar su perspectiva de México al más puro estilo del prejuicio gringo. La mayoría de gente con sombreros y con un tono norteño al modo Speedy Gonzáles vuelve ridículos a los personajes, incluyendo al villano.

Además, aunque sea lamentable, la película de Rambo es un dibujo de niños comparado con la cruel realidad de la trata de personas y la violencia del narcotráfico con que vivimos día a día los mexicanos. Aun cuando también incluya a la colusión que existe entre las policías municipales y federales con el crimen organizado.

RECOMENDACIÓN: 2 ESTRELLAS DE 5

Las películas de acción realmente buenas consiguen desantendernos, un poco, del estrés del día a día. Por sus elaboradas escenas e increíbles tomas de acción llegan a sorprendernos y otorgarnos un buen rato de entretenimiento.

Desafortunadamente Rambo: Last blood solamente entrega la mitad de esto y se pierde entre el camino del romanticismo del héroe de capa caída y el guerrero que enfrenta a narcotraficantes mexicanos.

Sin ser un cierre digno para la franquicia, Rambo concluye de una manera por debajo de la media y que, sin sonar atrevido, hasta podría seguir siendo explotado en Hollywood si Sylvester Stallone lo desea.

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