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Popotes biodegradables que se degradan en días, toda una realidad en México

La empresa que los creó, con sede en Michoacán, utiliza semilla de aguacate para crear plásticos amables con el medio ambiente

Un popote, ese instrumento de plástico que se utiliza para sorber algún liquido, tiene utilidad sólo por unos minutos pero, como desecho, puede tardar hasta 100 años en degradarse.

Muchos de estos pequeños tubos de plástico llegan al mar e, incluso, el secretario de Medio Ambiente, Rafael Pacchiano Alemán, ha manifestado que de seguir con el ritmo de emisión de basura actual, el Océano Pacífico será “tan famoso por sus islas plásticas como por sus islas paradisiacas”.

De acuerdo a cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para el Medio Ambiente, en 2017 se produjeron 300 millones de toneladas de basura plástica, con graves consecuencias para plantas y animales marinos.

Con el objetivo de contribuir al cuidado del medio ambiente y generar recursos con un producto biodegradable, una empresa mexicana, con sede en Michoacán, lanzó a la venta desde hace ya algún tiempo un popote que está hecho a base de aguacate y se degrada en 240 días, descomponiéndose como cualquier otra fruta.

En México cada individuo ingiere 163 litros de refresco al año aproximadamente, lo que representa la generación de 450 mil toneladas de plástico y en diversos estados, como Veracruz, ya se están tomando medidas en el asunto al prohibir el uso de popotes en establecimientos mercantiles.

El popote biodegradable sintetiza una molécula de la semilla del aguacate para convertirla en un biopolímero que se moldea fácilmente para obtener plástico.

La Semarnat ha puesto su grano de arena y ya implementa una campaña a nivel federal con el propósito de reducir el uso de la pajilla llamada “Sin popote está bien”, la cual busca informar a la sociedad sobre el impacto ambiental que causan este tipo de productos.

La campaña difunde frases como: “Un solo ‘NO’ puede salvar millones de especies, di NO al uso del popote”, “En nuestra mesa por 20 minutos, en nuestros mares por 100 años”, para incentivar que las personas dejen de utilizarlos.

La empresa encargada de los popotes biodegradables y otros productos de la misma naturaleza se llama Biofase y actualmente genera 130 toneladas de productos de plástico amables con el medio ambiente, de los cuales 40 por ciento son popotes.

La mayoría del producto se exporta a Estados Unidos, bajo la marca Avoplant, aunque también envían su producto a Canadá, Costa Rica, Colombia y Perú.

En México no hay una ley de responsabilidad extendida que obligue a las empresas que venden sus productos en plástico a recuperar el material contaminante que generan para comercializar sus mercancías, ha denunciado Greenpeace.

Además de popotes, Biofase vende cubiertos de plástico y resinas biodegradables que pueden procesarse con todos los métodos convencionales de moldeo de plástico y que reemplazan ciertas aplicaciones de polietileno, polipropileno y poliestireno.

El popote verde no es el único

Ernesto y Giselle, dos jóvenes mexicanos emprendedores, han sido reconocidos a nivel mundial por sus proyectos que buscan darle solución al problema del uso exacerbado de plásticos.

Ernesto Alonso López de la Cruz, ingeniero Civil egresado del Instituto Tecnológico de Villa Hermosa, creó Rocopet, un proyecto que disminuye el impacto del PET en el medio ambiente, ya que usan este material para fabricar concreto.

“Lo que nosotros hacemos es quitarle al cemento un porcentaje de grava y sustituirlo con PET. Así atendemos varias problemáticas mundiales, entre ellas las inundaciones que son un producto de la contaminación que hay por los plásticos.

La segunda es el problema de la extracción de arena y grava que es la materia más explotada a nivel mundial, sólo detrás del agua, y se está acabando. Y la tercera es el impacto social porque se podría agregar a los pepenadores a esta cadena y sumarlos al proyecto para realizar una recolección efectiva”, dice López de la Cruz.

El proceso de creación, explica, es muy sencillo porque no reciclan el PET, lo reutilizan, es decir, sólo cambian de manera mecánica su forma.

“El concreto es una mezcla que está hecha por cuatro materias primas: agua, cemento, grava y arena, entonces lo que nosotros estamos haciendo es quitarle un poco de grava y agregar el PET”, cuenta el ingeniero Civil.

Hasta el momento no han construido nada, siguen en fase de desarrollo porque antes el PET que utilizaban era cortado a mano y ahora es triturado, entonces la densidad cambia. También necesitan patentar la idea y buscar una certificación para poder comercializarlo.

Sin embargo, su proyecto ya rebasó fronteras. El año pasado ganó el concurso “¿Qué tan verde es tu sueño”, un desafío juvenil organizado por los líderes de medio ambiente de Canadá, Estados Unidos y México.

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